Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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102. POLVO ERES

El deán de la catedral tuvo que acatar las órdenes que legitimaban la última voluntad del conde, quien ya sentía cercana la muerte: adornar con su fortuna y su orgullo una capilla próxima al altar, donde iba a ser enterrado.

Con esa aflicción que le provocaba contemplar la eterna vanidad de los hombres, el canónigo asistió cada día a aquella obra, que empezó a compararse con cualquiera de las siete maravillas del mundo antiguo. El noble, como donante de una reforma tan suntuosa, había hecho grabar con letras grandes y profundas su nombre sobre su mortaja, una lápida de granito que destacaba en el suelo de la capilla. Y exigió que nunca fuese removida de aquel lugar. Así quería ser recordado por los siglos de los siglos.

Cumplido su tiempo, cuando el conde ocupó la sepultura, el deán ordenó cerrar la verja de la capilla, pero permitió un único acceso que pasaba por encima de la tumba. La constancia de la fe hizo el resto. Durante años, miles y miles de peregrinos y fieles, y de turistas más adelante, fueron desgastando con las huellas de su devoción y de sus pies aquel nombre, hoy ya convertido en polvo. En nada.

 

35 Responses

    1. Rafa Heredero

      Gracias, Reve Llyn. Una venganza disfrazada de cura de humildad que quizá solo sirva para las generaciones venideras. Pero seguro que el conde se está revolviendo en su tumba.
      Un abrazo.

    1. Rafa Heredero

      Nunca mejor dicho: como una catedral. Es que se encontraba en el lugar adecuado. Muchas gracias por el comentario, María Jesús.
      Un abrazo.

  1. Bien merecido se lo tenía. Me ha gustado mucho tu enfoque, el epitafio borrado. Me ha encantado también el ritmo del final: «hoy ya convertido en polvo. En nada». Felicidades, Rafa, buena propuesta.

    1. Rafa Heredero

      Ya se sabe cómo se las gastan algunos curas de vez en cuando. La peregrinación de fieles y turistas todavía continúa. La verdad es que la capilla merece ser visitada. Muchas gracias por tu comentario, Mercedes.
      Un abrazo.

  2. Ángel Saiz Mora

    No sé si será cierta esa afirmación de que nada es para siempre, lo que está claro es que la vanidad humana es de lo más efímero, el tiempo se encarga de ponerla en su sitio, por mucho que se engalane o se alíe con la más dura piedra.
    Un relato lleno de contenido, envuelto en una hábil sencillez.
    Un abrazo, Rafa. Suerte

    1. Rafa Heredero

      Muchas gracias por tus palabras, Ángel, siempre tan amables y atinadas. La suerte ya la tengo: es estar en una página como esta y con gente como vosotros, con los que poder compartir mes a mes nuestros relatos.
      Un abrazo.

  3. Vaya con el conde, tenía que figurar hasta después de muerto. Y no movieron la piedra, no, en eso le hicieron caso. Pero no lo tenía todo previsto.. . En cambio si hubiera puesto su nombre en una pared, el deán lo habría tenido más complicado 😉
    Un beso.
    Carme.

    1. Rafa Heredero

      ¡Hola, Carme! Me alegra mucho verte por aquí también. Muchísimas gracias por tu comentario. Te voy a contar un secreto. El deán era muy listo y cada día visitaba las obras para tenerlo todo previsto, por si el conde utilizaba un nicho, un sarcófago… seguro que algo se le habría ocurrido (menos mal que el conde se decidió por una lápida en el suelo y así el deán no tuvo que pensar mucho, ja ja).
      Un abrazo y otro beso para ti.

  4. Rafa Heredero

    Antes de nada, he de decir que he modificado un poco el relato después de haberlo colgado. Lo digo porque no sé si será muy ortodoxo.
    Saludos.

    1. Rafa Heredero

      Muchas gracias por el comentario, Izaskun. El tiempo no se cansa nunca. Siempre podemos confiar en él. A veces incluso recibe una pequeña ayudita.
      Un abrazo.

  5. Bien merecido… seguro, seguro, que con cada pisada se revuelve sobre su tumba. Me recuerda a otra, también en el suelo, de cierto personaje, jeje, pero esa es otra historia.
    Que me ha gustado mucho, querido Rafa, muy buena narrativa, y que a ver si nos vemos prontito.
    Un fuerte abrazo

    1. Rafa Heredero

      Rosy! Tú lo que quieres es tomarte otro roibos en una tetera de plata y seguir haciendo fotos, que te conozco.
      La otra historia del que se revuelve en su tumba quedamos en que era muy buena, a pesar de lo que diga su autora, ¿no?
      Nos vemos cuando quieras, y si no para Navidad, seguro, con desayuno incluido, de los que te gustan.
      Y que muchas gracias por el comentario.
      Otro abrazo grande para ti.

    1. Rafa Heredero

      Muchas gracias por tu generoso comentario, Paloma. Me dejas con una sonrisa que no va a desapacer en mucho tiempo.
      Un abrazo.

    1. Rafa Heredero

      Me ha gustado mucho eso que dices de hacer fantasía de la realidad. Voy a ver si puedo practicarlo más veces. Muchas gracias por tu comentario, Ezequiel.
      Un abrazo.

    1. Rafa Heredero

      Un proverbio tan antiguo que se pierde en la Historia. Y sigue vigente. Muchas gracias por el comentario, Luz.
      Un abrazo.

    1. Rafa Heredero

      Estoy seguro que eso es lo que pensó el deán en cuanto lo planeó todo.
      Muchas gracias por el comentario, Javier.
      Un abrazo.

    1. Rafa Heredero

      Es verdad, Calamanda. Parece que lo olvidamos, pero el tiempo nos pone en nuestro lugar. Muchas gracias siempre por tus comentarios.
      Un abrazo.

  6. Siempre estás ahí Rafa. El relato busca muy bien esa cura de humildad que tan bien describes y que además se podría aplicar a mil y una situaciones. Tus letras siempre van cargadas de calidad, y una vez más lo demuestras. Mucha suerte 🙂

    1. Rafa Heredero

      El que siempre está ahí eres tú, Juan, dando ánimos a todos con tus comentarios. Y se agradece. Muchas gracias por tus impresiones.
      Un abrazo.

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