113. El escritor (Mar González)
Nunca acudía a sus propias presentaciones ni a las entregas de premios. Dicen que no le gustaban las multitudes ni, en general, la gente. Evitaba a los fotógrafos y nunca dio una conferencia ni concedió entrevistas. Vivió refugiado entre sus letras, en las páginas de los libros que, siempre bajo seudónimo, volaban de las librerías.
Escribió del amor, del desengaño, de la vida cotidiana y la muerte repentina. “Siempre es repentina, aunque se espere”, rezaba su última novela en la que relataba una larga enfermedad. Muchos lo analizaron e interpretaron en las columnas de opinión y obituarios con los que se le recordó en la prensa.
Ni siquiera en ese último momento se dio a conocer su verdadero nombre. Hay quien dice que nunca existió, que fue un invento editorial, pero nadie ha podido demostrarlo.
Mientras, en un camposanto cualquiera, en una tumba anodina donde no se sabe si el tiempo borró el nombre de la losa o nunca fue tallado, puede leerse este epitafio: “La inmortalidad se escribe”.
¡Oh, que bonito y bien escrito! Además el tema esta muy bien escogido.
Abrazos.
Hermoso monumento al escritor desconocido. Suerte.
Un hermoso canto a la humildad.
Abrazo fuerte.
Tu protagonista podría ser un tímido incorregible; tal vez una máquina de escribir, poco humano si todo lo supedita a eso; o puede que se trate del más modesto de los hombres. En todo caso, las personas sólo somos gentes que pasa, circunstancias temporales. Lo relevante en un escritor, si perdura, son sus letras. «La inmortalidad se escribe», fantástico epitafio y una quimera que muchos quisieran alcanzar.
Un abrazo y suerte, Mar
El epitafio lo dice todo, lo demás es irrelevante. Pudo ser cualquiera…
Excelente.
Un abrazo y suerte.
Bravissimo!!!!
Qué epitafio tan cierto!!! Un escritor que solo le importaban sus libros y sus lectores, no su fama. Hay pocos de esos… La muerte pone a todos en su lugar. Buen relato, Mar. Un abrazo
Gracias a todos por vuestras palabras. Yo me quedé sin ellas. Se las llevó el escritor… 🙂
Abrazos a repartir
Fantástico epitafio para cerrar un gran, gran relato. Mucha suerte 🙂