128. SUEÑOS ROTOS
Sé que es ley de vida. Que ya nunca podré volver a contemplarlo, que todo aquello que nos unió, que compartimos, se esfumará para siempre en cuanto se abra la fría boca, el oscuro agujero y quede a merced de la destrucción. Y que acabará siendo solo un desecho.
Me consolaré diciendo que ya no podía resistir más, que tuvo una vida plena y alegre.
Que compartimos paseos románticos, días luminosos, noches de música y amor.
Que fue mi favorito, que lo cuidé, consciente de su fragilidad y que supe que tarde o temprano tendría que llegar la hora de la despedida.
Miro su ya ajado color, veo con pena que su vivo tono ha mutado a triste palidez, que pequeños desgarrones salpican su piel, y comprendo que es el momento de cerrar la tapa, acompañarlo en su postrero viaje y abandonarlo en el contenedor anónimo y metálico.
Última mirada a la caja: :“Modelo Nanuska- Ante -Rojo – Nº 36 “
Triste epitafio para mi viejo par de zapatos de salón.
Una hermosa reflexión sobre el paso del tiempo y lo perecedero. Qué mejor epitafio que aquel que da fe de que hubo vida donde no la hay, de que ese par de zapatos dieron alegría y gloria a su dueña, que también ha acusado años y desgaste y cuyo destino, tarde o temprano, no diferirá del de ellos.
Un saludo, Antonia. Suerte
Gracias,Ángel.Bonito comentario, lleno de filosofía. Otro saludo y suerte a ti.
Los que soportan el peso de nuestra vida se merecen un homenaje y quedar siempre en nuestros recuerdos, jajaja. Te iba a comentar precioso relato de despedida, pero ante la sorpresa final añado originalísimo. Abrazos, Antonia.
Me alegro de que te hiciera gracia. Muy amable ,Salvador. Gracias y abrazo.
Antonia, una despedida muy sentida a más que real, cuantas veces nos costó desprendernos de aquello que marcó un momento en nuestra vida?
Me encantó.
Un abrazo y suerte.
Gracias, Moli. A mí me cuesta tirar cualquier cosa. Menos la alegría 🙂 Suerte a ti y un abrazo.