28. Precipitada
Iba recogiendo mi propio bagaje de aquí y de allá. Como la bola de nieve cuando desciende a toda velocidad por la colina, que va acogiendo a su paso todo lo que está disponible: pedacitos de nieve, restos de tierra, ramas de árboles…
Porque me gustaba más bailar zumba que analizar cómo la empresa en la que trabajaba podría conseguir más dinero, no estaba dispuesta a dedicarle más horas al trabajo… Y así, en esa dinámica, me relegaron a ese grupo “de los que no se implican”…
Mis pensamientos se agolpaban en mi cabeza, siempre pensando en lo siguiente que iba a hacer, casi sin disfrutar, o disfrutando a mi manera de esa vorágine. Mi cerebro iba más rápido que mi cuerpo, que no era lento, enjuto y nervioso.
– ¡Precipitada! – me decía mi madre – ¡Eres una precipitada!
Nunca me habría imaginado que, teniendo que parar obligatoriamente debido a un accidente, encontraría la calma que necesitaba, otra manera de vivir y ver las cosas. Descubrí la tranquilidad que nunca había tenido, porque no me habían dejado. Había sido programada para hacer las cosas con el máximo esfuerzo, intensiva…
Es lo que tiene ir precipitadamente por la vida.
Puede que disfrute mucho en poco tiempo, pero puede que le quede mucho tiempo para no disfrutar nada.
Saludos.
Ay, qué ilusión entrar hoy y ver que tengo dos comentarios, muchísimas gracias, es la primera vez que participo. Qué lujo esta web, me encanta.
Beatriz, cualquier momento es bueno para reinventarse, tu nos lo apuntas con acierto en tu relato. Suerte y saludos
Me ha gustado mucho tu relato, y me ha hecho especial gracia una frase de la que llevo renegando desde que entendí que muchos jefes la utilizan para esconder detrás de ella su tiranía: implicación. Habría para escribir una tesis con el mal uso que se le da a ese concepto (a mi entender) en este país. Pero que dejando al lado mis divagaciones, te quiero decir que me gusta mucho este texto y la manera como has conjugado crítica y fatalidad . Te deseo mucha suerte 🙂