36. EL HOMBRE DE LOS BOTES (Jesús Redondo Lavín)
En el patio de tierra prensada en el que aprendí mis primeros juegos, maduraba un cerezo. Pobre árbol, lo plagábamos de heridas con clavos sobre su corteza tersa. Él sangraba su savia gomosa con la que amasábamos bolitas ambarinas. De alguna manera se vengaba ya que crecía tras un pedrusco de granito, culpable de rozaduras en mis rodillas y de la brecha de mi ceja izquierda.
La entrada al patio estaba franqueada por las ramas de una inmensa mimosa que formaban un arco de sombra sobre las jambas, en las que eran evidentes huellas de goznes que alguna vez sostuvieron una verja.
Por allí entró, un día, un hombre extraño. Suspendimos nuestros juegos. Iba forrado de botes de conservas vacíos cosidos a sus ropas. Cada paso que daba sonaba la cacharrería, como los leprosos medievales condenados a hacer sonar campanillas a su paso.
Se sentó bajo el cerezo, sobre el pedrusco. Pidió agua y pan. Nuestras madres bajaron presurosas. Nos contaron que era un pobre loco de aquellos que perdieron la razón y la familia por los bombardeos y los gritos militares de la guerra, que escondidos en las cuevas de los montes decidieron asumir los golpes a su manera.
Quien ha experimentado la peor de las barbaries es difícil que salga inmune. Reponerse del todo quizá le cueste el resto de su vida, y es algo para lo que no sirven los manuales de psicología, pues debe de haber tantos remedios como personas, la terapia ha de ser individualizada, a su manera, como este relato tan a la tuya, plagado de una visión rural entrañable y de un vocabulario muy rico.
Un abrazo, Jesús. Suerte
A su manera en una sinrazón que jamás los volvería a la normalidad.
Muy bueno.
Un abrazo y suerte.
Excelente, Jesús. El tipo de relato que me gusta leer. Me ha encantado la última frase…asumir los golpes a su manera.
Un abrazo.
Magnífico Jesús. Mientras leía tu relato, he ido pasando la palma de mi mano sobre la corteza de ese cerezo, y me la ha dejado impregnada con su savia gomosa. Y tienes razón, que a gusto se siente uno bajo la sombra de la mimosa.
Te dije magnífico. Rectifico. Precioso.
Un abrazo,
Ton.
Este cuento, como la mayoría de los tuyos, rezuman nostalgia por el tiempo perdido. Triste historia de los pobres que perdieron la guerra y de paso la razón ante tanta barbarie. El comienzo ya invita a seguir leyendo. Precioso, Jesús.
Jesús, qué gran relato. Con qué sutileza llegas a lo más profundo. La felicidad inocente de la niñez, la que aún no sabe… y el dolor imposible de manejar y superar, que se presenta al mundo entre ruidos de cacharros… Muchas gracias. De verdad, muy lindo. Felicidades!
Nutritivo relato. Me colmaste la mente de imágenes y sensaciones nítidas, acorde a la maestría en cómo manejaste los detalles.
De verdad muy bueno.
Saludos.
La inocencia de los niños, el miedo de las madres y una victima ignorada y denigrada, un vencido que hace sonar sus botes para que no se olviden las heridas de la guerra. Un gran relato, mejor dicho, una gran introducción porque me parece el inicio de una historia más larga,y es que me quedo con las ganas de más, de saber más sobre El hombre de los botes. Magnífico.Un abrazo.
Muy bueno el paralelismo entre la sangre por las heridas del cerezo y las del pobre «loco».
Un micro evocador, poético y realista.
Mis saludos, tocayo.
Historia muy tuya, contada con la naturalidad que solo tú sabes ofrecer. Un gusto siempre poder leerte. Besos
Jesús, a lo largo de la vida cuantas formas y maneras de vivirlas otros se nos cruzan por el camino. Suerte y saludos
Jesús, muy buen relato, por el que nos llevas hasta el cierre de forma estupenda.
Excelente relato. Has logrado una redacción exquisita llena de luces y sensaciones que el lector hace suyas sin darse cuenta. Me parece un texto magistralmente escrito. Mucha suerte 🙂
Un relato muy bello a pesar de la tristeza de lo que cuenta.
Felicidades.