41. Cuando la escasez aprieta
Sara no tenía despertador mecánico ni humano, así que, aunque fuera demasiado temprano, cuando el gallo cantaba se sentaba perezosa en el borde de la cama mientras el viejo y raído camisón de su madre fregaba el suelo.
A veces, yendo hacia la cocina para rebuscar cualquier cosa medianamente comestible para no llegar desmayada a la escuela, se cruzaba con su padre en calzoncillos, bostezando y rascándose impúdicamente las ingles en dirección al baño haciéndola invisible.
Salía de casa con tiempo suficiente para su ritual diario, llegarse hasta el montículo sobre las vías para esperar el paso del tren que siempre transportaba a los mismos pasajeros tristones y abotargados. Hasta que la veían.
Se agolpaban en las ventanillas para observar como les bailaba, bamboleando en exceso su única falda, mientras lanzaba las manos al viento desde sus frescos labios.
Pero una mañana, aquella mañana, no se mostró ante ellos sino que se agazapó ansiosa tras unos matorrales para ver en sus rostros como, de una maldita y puñetera vez, se la echaba de menos.
Una joven que necesita, como todos, un cierto grado de aceptación por parte de los demás. Al no obtenerlo en su gris vida diaria, escasa en todos los sentidos, ha de hacerlo a su manera, es decir, inventárselo. Sin embargo, duda de que el fugaz reconocimiento que recibe sea infalible, por eso decide ponerlo a prueba tras esos matorrales, fiscalizar la eficacia de su propio método.
Un relato en el que se dice mucho sin mencionarlo de forma expresa. Un ejemplo de cómo el orgullo y la rebeldía pueden luchar por abrirse paso cuando todo lo tienen en contra.
Un saludo y suerte, Javier
Gracias, Angel, por tu acertado comentario.
Abrazos
Javier, no se decirlo como lo hace Ángel, pero veo la necesidad de tu prota de sentirse alguien, aunque más no sea en ese instante del paso del tren.
Un relato fuerte en su esencia.
Un abrazo y suerte.
Pues sí, Moli, caminos alternativos para un objetivo que no se da de forma natural.
Abrazos
Me encanta, Javier, ese esconderse para sentir que alguien la echa de menos. Muchas carencias implica, enmarcado en tu bien pintado relato, aunque reconozco que a mi a veces también me apetece hacerlo, no para sentir que me echan de menos, sino para despertar a la gente que se acostumbra a tenerte ahí siempre y deja de darle valor. Suerte y un abrazo.
Gracias, Eva. Que te echen de menos es la evidencia del cariño.
Abrazos
Buen y duro micro que muestra soledad, pobreza, necesidad de sentirse alguien, querido y necesitado.
Muy buena historia la de esta niña necesitada de amor.
Felicidades. Un abrazo
Gloria
Gracias, Gloria. Evidentemente el relato tiene esa parte dura que ella intenta resolver «a su manera».
Abrazos
javier, la supervivencia se pone de manifiesto ante cualquier situacion, tu lo cuentas muy bien, lo triste es tener que recurrir tanto a ella. Suerte y saludos
Bueo, Calamanda, dentro de lo malo lo importante es encontrar recursos. Quién sbe donde llegará esta muchacha.
Gracias y abrazos
Gracias, Ana, por tu comentario porque la mayor intención era crear un personaje que en la imaginación se extendiera más allá del relato.
Y como dices, valiente, con la intención de crear una vida, a su manera, que le está prohibida.
Besos
Reivindícación a golpe de letras. Y tanto si tu protagonista lo hizo. El relato me ha gustado mucho y creo que crece y crece a medida que se va leyendo. Lo veo muy bien trenzado. Tu pequeña llegará lejos. Mucha suerte 🙂
Gracias, juan Antonio, por tu agradable comentario. Y sí, lo escribí pensando en que se intuyera en el futuro prometedor que a su manera tendría que construir, y lo haría.
Abrazotes
Es curioso(y difícil): has creado un personaje invisible tan lleno de fuerza que es imposible que pase desapercibida.
Un saludo, Javier
Encantado, Marga, por tu comentario: Un invisible que no pasa desapercibido.
Gracias y abrazos
Gracias, Juan, por tus apreciaciones de diversa índole.
¡Buenas noches! ¡Felices fiestas!