MAR99. DESEOS AL AIRE, de Érika González Leandro
Hace ya un par de horas que mis amigos me han dejado solo, cansados de tanto buscar, sin embargo, sé que en cualquier momento lo encontraré.
Todo empezó por la mañana con la primera excursión de la primavera. A la hora del almuerzo paramos en un campo repleto de dientes de león y en lo que algunos descansaban, ella revoloteaba entre la hierba y mi corazón, tirando deseos al aire. Antes de irnos, se acercó a mi oído y me dijo “seguro que te gusta lo que pedí.” Estaba claro que no podía dejar las cosas así, tenía que volver a por su diente de león aunque a mis amigos no les gustara la idea.
Ahora, con la Luna pisando mi sombra y a punto de desistir, veo a una de esas pelusas atrapada en la rama de un árbol. Trepo hasta alcanzarlo y lo huelo, sin duda es el suyo. Nervioso, lo abro con cuidado… 2084 dientes de león tuve que coger para averiguarlo, ¡pero cómo ha valido la pena!
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Pero si también está aquí mi rueca… escribiendo un relato con su sello inconfundible. Qué lindo, es que los dientes de león tienen ese punto etéreo que con solo mencionarlos levantan la mente en un vuelo. Ayudados con frases como «Ella revoloteaba entre la hierba y mi corazón», es imposible no aletear un algo!
Un abrazo, amiga! Muchos besos desde aquí.
ay mi peque, tan linda, de mayor quiero ser como tú, lo sabes, gracias amiga.