135. ONDA CORTA
El salón de la casa era tan cálido como austero, un templo familiar que se iluminaba durante el mediodía y se quedaba a oscuras cuando el sol rozaba el horizonte. La mesa camilla con su faldón, su brasero y sus sillas, estaban orientadas a una estantería que sujetaba un transistor enorme. Aquello no era un mueble ni un electrodoméstico, era el altar de mi abuelo, un objeto de culto que solo manejaba él después del paseo vespertino.
El mismo día que murió, la radio pasó a ser un trasto inútil para los demás, pero bastante decorativo y entrañable, así que permaneció en su sitio. Siempre me llamaron la atención esos números que venían identificados por las siglas LW, entre la FM y la AM. El abuelo decía que eran emisiones del extranjero y para los marineros. Y cuando nos lo contaba, los demás pensábamos que vaya tontería eso del mar, sobre todo allí en Fresno, un pueblo en medio de las llanuras castellanas. Aunque sobre las emisiones lejanas, algo de razón tendría porque en verano los fusibles se encienden y entonces el abuelo nos habla, en la víspera de su cumpleaños, por cualquier frecuencia de esas.
Me encanta esa forma de unir lo costumbrista: esa mesa camilla, esas sillas ¿de anea?…con el toque mágico de la voz del abuelo por LW.
Buen relato.
Me gusta el relato. Muy bien descrita la ambientación y al final, la esencia del escrito, el recuerdo del abuelo.
Felicidades y buen tiempo.
Una onda mal llamada «corta», cuando su alcance se extiende hasta el más allá. Siempre ha sido misteriosa esa «LW», además, al mover el dial dentro de su banda, se escuchaban ruidos de lo más extraño, ahora ya me lo explico.
Un saludo y suerte, Pablo
Has recreado muy bien la atmósfera, con un ritmo tranquilo, paseando por los recuerdos… pero lo que más me ha gustado ha sido ese giro final con la voz del abuelo hablándoles desde la onda corta.
Buen relato. Mucha suerte y abrazos
Pablo, fluido y bien ambientado tu relato, habla de los que se van y de su huella sobre los que quedadn. Suerte y saludos