138. C.I. 181
Yo querría haber sido futbolista. O bombero, que también me gustaba. Pero en la escuela ya nos elegían a los mejores, a los más dotados, desde muy pequeños. Estar un punto por encima de ciento ochenta en cuanto a coeficiente intelectual, te llevaba repentinamente a la élite de los alumnos. Resolvíamos ecuaciones nucleares y prefigurábamos los capullos para poder viajar entre los atajos de gusanos. Pero todo eso no me dará tiempo a explicarlo aquí.
De nuestra clase solo quedamos tres compañeros. Carlota, Raúl y yo. Ella organizó la infraestructura de redes interestelares. Él prefiguró las conexiones y nodos alternativos para ahorrar tiempo en los transportes. Los dos se quedaron ciegos y sordos por el sobreesfuerzo intelectual que supusieron sus descubrimientos. Y yo fui el piloto en esos saltos temporales. Mi primer viaje en años luz lo hice a los quince, aunque con tanto lanzamiento temporal, adelante y atrás, ahora tengo doce otra vez. A ver si llego con tiempo de avisarlos para que cuiden su salud.
Total, ahí fuera en el espacio todo está muy oscuro.
Pablo, bonita descripción de trabajo en equipo y de compañerismo en esas edades donde los amigos son tan importantes. Suerte y saludos.
Un grupo de compañeros perfectamente conjuntado, que ponen su inteligencia al servicio de la Humanidad, con tanta entrega que dos de ellos pierden la visión, y el tercero ha de sufrir las consecuencias de estar desubicado en el tiempo. Es difícil pensar que hoy día puedan darse personas tan inteligentes, a la vez que generosas, pero para eso está la esperanza en el futuro y la imaginación del autor.
Un abrazo y suerte, Pablo
Un relato fantástico, sencillo y claro. En todos los sentidos de los términos.
Apoteósico. Sublime. Espectacular. Orgásmico.
No hay palabras para describir semejante maravilla.
Una absoluta obra maestra de la primera a la última palabra.
Sin duda, un relato destinado a cambiar el curso de la Historia de éste y otros planetas.
Y me quedo corto…
Un buen relato, diferente. Esa manía desde de marcar a los mejores, quienes al final se quedan sin edad ni espacio.
Abrazos primaverales.