FEB174. EL BIGOTE, de Paz Alvar Artamendi
Balanceaba las piernas, primero las dos a la vez y luego una tras otra. Celia esperaba sentada en el hall de la segunda planta del Colegio Hijas de María y no vamos a engañarnos, estaba un poco nerviosa. Frente a ella, en la sala de profesores, podían verse las siluetas de las monjas agitándose a través del cristal pavonado. Parecían sombras chinescas, como ésas que le había llevado a ver el domingo su tía Marta. Estaba casi segura de que no la descubrirían pero habían llamado a declarar a muy pocas niñas y eso le preocupaba. Ahora interrogaban a Ángela y daba un poco de miedo porque se oía gritar a Sor Isabel. Sí, la misma que le recordaba una y otra vez que mientras en aquellas medias verdes siguieran haciéndose rosquillas y mientras esos zapatos no brillaran como el sagrario de la iglesia, no sería digna de ser Hija de María. Entre tanto, una novicia intentaba borrar el bigotito recién nacido en el retrato de la Madre Fundadora. Celia ocultó una sonrisa maliciosa con la mano y una mancha de carboncillo se posó traicionera en sus labios mientras la puerta se abría y era requerida severamente a comparecer.
Uff casi nos perdemos tu maravilloso relato Paz. Cuentas una anécdota cercana a mi pasado, me ha traído mil recuerdos. Gracias. Excelente relato.
Muchas gracias.
Es la primera vez que participo en este blog y me hace mucha ilusión.
Supongo que casi todas tenemos anécdotas parecidas en nuestra infancia de colegios de monjas ¿verdad?
Como siempre, dices mucho en pocas palabras. Un relato lleno de frescura y perfectamente construido. Felicidades, Paz.
Mil gracias, Marisa.
¡Qué ilusión me hace que me hagas un comentario!
Seguiremos en contacto a través de nuestros relatos. No hay otro modo mejor.
Un besazo.
Como siempre, dices mucho en pocas palabras. Un relato lleno de frescura y perfectamente construido. Felicidades, Paz.
Muy simpático y muy bien llevada la acción, los detalles, las descripciones y las sensaciones internas de la protagonista. Tierno boceto de joven artista. Suerte.
Gracias, Antonia. En esa larga espera a Celia se le pasan muchas cosas por la cabeza. Si al final no la pillan puede que siga dibujando por ahí, je, je.
Paz, suerte que ha entrado a última hora. Singular y anecdótico. Es bonito imaginar a la cría. Suerte y saludos.
Muchas gracias por tu comentario. Yo lo pasé casi tan mal como Celia esperando a que se publicara el relato, ja, ja. Un saludo.
Me gusta mucho el tono con el que está contado. Podía haberse contado en más espacio, pero conseguiste que no hiciera falta. Nos deja buen sabor.
Suerte.
Un saludo
Gracias porque de hecho tuve que reducirlo un poco (me pasaba de las 200 palabras). Me alegra que te deje buen sabor, Miguel Angel. Un saludo.
JIjijijijijijijijijijijijijijiji!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Menos mal que todas hemos sido niñas!! Por ahí dice alguien que le recuerda a su pasado!!! Si te descuidas también a mi presente, que soy una metepatas profesional!! Buenísimo, Paz.
Gracias, Aurora. Hay que borrar bien las huellas del delito, no lo olvides.
Celia ha aprendido con el tiempo, claro. Un saludo y gracias de nuevo por tu simpático comentario.
A mi me gusta imaginar que no la descubren y que sigue por ahí con ese espíritu díscolo, como tú muy bien dices. Quizás, todavía se le hacen rosquillas en las medias. Muchas gracias por tu comentario. Un saludo.