FEB139. LA MUSA MUERTA, de Bea Aparicio
Nicolás Arce era de la opinión de que borracho adquiría una dimensión sobrenatural de sus obras. Pintaba sereno, o eso decía, pero le gustaba titular sus lienzos cuando llevaba unas cuantas copas encima.
La noche del martes recordó que tenía un nuevo hijo al que bautizar. Apuró el quinto gin tonic y se despidió de la escasa concurrencia del bar de la esquina, que le recriminó su temprana huída cuando solo eran las dos y veinte de la madrugada.
Subió tambaleándose las escaleras que le llevaban al taller y acertó a encajar la llave en la cerradura después de tres o cuatro minutos. Encendió la luz y observó la imagen de la mujer muerta recostada sobre un viejo sofá verde, con los ojos perdidos y la sangre manando de su dulce y largo cuello.
“La musa muerta”, sentenció satisfecho expirando el humo del cigarro. Fijó la vista en la ceniza que caía sobre el charco de sangre del suelo y oyó cada vez más cerca el sonido de las sirenas de la policía. Y tuvo por fin la certeza de haber logrado su ansiada obra maestra.
Pues me parece un magnífico relato, Bea. Te seguiré la pista.
Gracias Santiago por leerme!! Me alegro de que te haya gustado, saludos,
Bea
Pues era preferible que estuviera borracho, así solo pondría título. Es fuerte el relato.
Muy buena ambientación y descripciones. Me gsutó bastante. Que bien que lo leí. Hasta ahora no lo había visto.
Suerte.
Muchas gracias por tus palabras Antonia, me alegro de que te haya gustado!
saludos, Bea