95. INMERSIÓN
Se alegraba tanto de ver a su abuela que casi la echa al agua, desequilibrándola en aquel estrecho pantalán. Intercambiaron una mueca y subieron al barco por el acceso de popa.
La adulterada mirada de su madre, vestida completamente de blanco, les esperaba recostada a bordo, abrazada a su padre. Su tía Marta, oculta tras unas gafas negras, le acarició con las manos las mejillas y le besó.
Parecía imposible verlos de nuevo a todos juntos en aquella rejuvenecida cubierta, vestidos rigurosamente de blanco por imposición de su padre, para realizar otra escapada familiar.
La gorra de patrón, situada por primera vez en la cabeza de su hermano, tomó su liviano equipaje y gritó: -¡Ya estamos todos! ¡Zarpemos!-
La salada brisa les acompañada en armonía con el inestable oleaje atlántico, con un rumbo que les alejaba paulatinamente del brillo de las doradas marismas.
Sobrepasadas algunas millas, su hermano señaló el lugar perfecto para la inmersión.
Su madre se acercó a la proa y esparció a su marido, dando una pincelada de gris al turquesa de aquel océano. Al mismo tiempo, el repetitivo kiik-kiik de la cigüeñuelas daba ritmo a una desconsolada oración.
Patricia, descriptiva y muy ambienta tu historia. Suerte y saludos
Un final inesperado. Buen relato.
Besicos muchos.