138 – Precioso
Durante siglos, mis únicos compañeros fueron los fríos y escurridizos peces. No, no estaba dormido, sino simplemente aletargado.
Un día decidí que ya era hora de que alguien me encontrara. Fue un ser pequeño y bondadoso el que me sacó del lecho del río. Me mostró a un amigo con el que estaba pescando. No pude remediarlo: quise demostrar mi poder. Llevé la maldad a la otra criatura, la tenté con mi belleza. Sin mostrar compasión, estranguló a su amigo.
Luego, comenzó a exclamar:
–¡Mi tesoro! ¡Mi precioso tesoro!
¡Qué ser más ridículo! ¡Bah! Estaba seguro de que sería un buen servidor. Sabía que me acabaría devolviendo a mi forjador, a Annatar, a Sauron.