Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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71. ARMARIO OLÍMPICO (Ton Pedraz)

Ningún otro corredor preparaba la final del día siguiente, sólo él y yo coincidimos sobre el tartán de calentamiento. Activaba la musculatura de mi tren inferior, mientras él, durante los progresivos, impregnaba con la estela de su aroma una calle contigua. Simulamos varias salidas. Observé de reojo su primero de triple, comprobando que él hacía lo propio durante mis dominadas. Cuando la tensión provocativa en sus músculos humedecidos desordenó mi vuelta a la calma entrelazamos las miradas. Entonces, sin desentrañar un por qué, caminé detrás de él hacia su vestuario.

Desnudos sentí cómo el agua tibia se filtraba entre mi espalda y su pecho de ébano, mientras mis manos, desnortadas, vueltas hacia atrás, regulaban el vaivén apresurado pero rítmico de sus glúteos.

La tarde siguiente, el pistoletazo me hizo saltar desde los tacos de salida. Volando hacia la meta me pareció sentir de nuevo el compás cálido de su respiración sobre mi nuca. Enseguida la gloria olímpica. Nuestras banderas sirviéndonos de envoltorio durante la vuelta de honor. El podium, los flashes, una oportunidad de oro juntos ante las cámaras, y esa mirada suya implorando que volviésemos cuanto antes a lo más recóndito de nuestro armario.

 

11 Responses

  1. Jesús Garabato Rodríguez

    Con tus descripciones consigues que veamos, con claridad, esa tirantez muscular, esos efluvios rezumantes, esas miradas turbadas, ese deseo correspondido… Un buen homenaje al amor en toda su carnalidad. Enhorabuena y suerte. Saludos

  2. Martín Zurita

    Hola, Ton.
    Precioso texto que pone de relieve la carrera por el amor de dos atletas, de pieles de color diferente, que les sirve para triunfar en la que realizan compitiendo por el tartán. La gimnasia del amor como el mejor de los calentamientos. El triunfo, en definitiva, de lo no reprimido. Enhorabuena, suerte y un abrazo.

  3. Salvador Esteve

    Las endorfinas y el esfuerzo hacen florecer los sentimientos reprimidos, pero los flashes los devuelven a la realidad del miedo y de la vergüenza de ser uno mismo. Muy buen relato, Ton, con unas imágenes de medalla. Abrazos.

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