77. ALMA DE KAYAK
Con los pies descalzos, Lucho cargaba en su hombro un largo bote de resina color azul, subía como tantas veces la vieja rampa de madera, chorreaba agua.
Sus ojos color musgo, su piel bronceada, delataban su naturaleza de hombre de río.
Mientras tanto en sus recuerdos alguien le enseñaba a mover sus brazos a ritmo y le proponía correr su primera competencia con solo 8 años.
La voz de Esteban lo detuvo.
-Profe, cuando bajamos? es la hora-
-Ya salimos- dijo
Dejó su bote en el galpón de colores y tomó las llaves de la lancha.
Junto bajaron al agua.
Los tiempos y los sueños se entremezclaron en las cabezas de ambos, tan unidos estaban que el cansado río se movía y removía acompasado.
Antes del ocaso, el kayak y la lancha viajaban de vuelta, otra vez las rugientes maderas serían el camino obligado hacia el fin de la jornada de entrenamiento.
Con pocas palabras y mucho sudor se miraron cómplices, amaban el río, la soledad del palista, las costas arboladas.
Con un brazo en el hombro del niño, el profe le dijo –Ya es tiempo, correrás tu primer competencia-.
Dos infinitos niños de río, con alma de kayak, sonreían.
Hermoso y poético relato el que nos traes, Marcela. La amistad, gracias al deporte y la vida, entre un niño y un adulto que también fue niño. Suerte y un saludo.
GRACIAS JESÚS ERA ESA LA IDEA TAN SIMPLE COMO ESCENCIAL
Hola Marcela, que bonito e inspirador relato nos cuentas, amistad entre un profesor y su alumno con el bello escenario del río.
Felicitaciones y la mejor de las suertes.
Emotiva y sentimental historia. Dos etapas de la vida que confluyen en el mismo río. La amistad y amor a la naturaleza.
Me ha dejado un buen sabor de boca.
Suerte, Marcela
Muy tierno relato, en lo mas simple reside lo verdaderamente importante, tú lo reflejas muy bien en la compenetración del niño con su profesor y en la unión de ambos con el río.
Un abrazo
marcela, trasmites sensaciones muy reales y bien ambientadas. Suerte y saludos