16. La falta de memoria
Extrañada miró la habitación, no le sonaba de nada. Aquella estancia era muy bonita, tenía una mesita, una cómoda y al fondo una mullida cama con un cabecero de forja, pero lo que más le gustaba de aquella habitación, que apenas recordaba, era un enorme ventanal desde el que veía el campo. Y entonces le volvía a la memoria una pequeña casa de ladrillo, con cuatro pequeñas estancias y una pequeña cocina de leña; se acordaba cuando se levantaba antes de que cantara el gallo y salía a ordeñar a las vacas, a repartir la comida a los diferentes animales que allí moraban, y a volver feliz, para preparar el desayuno a su marido y a sus cuatro hijos. Les despertaba y les preparaba para ir al colegio, y que lo hicieran con ilusión y con todo el material que precisaran; sus molidas manos ya lo pagarían.
Pero eso ya pasó, ellos crecieron y se marcharon a la gran ciudad; donde el estrés y los mil trabajos para llegar a final del mes les quitaban tiempo para cuidar a una anciana; y entonces recordaba, que aquel lugar era su nuevo hogar, que aquel asilo era el premio por su esfuerzo.
Creo que tiene mucho mérito que nos muestres una escena triste, emotiva, y, también, tan real, y consigas que casi no sintamos esos sentimientos «negativos» debido a la delicada forma en que nos cuentas los recuerdos felices y no tan felices de la vida de tu protagonista. Enhorabuena y suerte. Saludos..
Muchas gracias Jesús por tus palabras.
Saludos.
Toda una vida de sacrificios, ¿para qué?, se puede preguntar tu personaje. Los hijos, hiperocupados, la ingresan en el asilo y allí se siente tranquila y en paz. Aprovecho para reinvindicar los asilos como lugares positivos y necesarios para nuestros mayores, en contra de lo que opina mucha gente.
Felicidades. Un abrazo.
María José
Muchas gracias María José por tu comentario.
Muchas gracias Ana por tus palabras.
Muy bien estructurado el relato desde su título, hasta esa frase final tan triste como rotunda. Felicidades, Rubén, me ha gustado mucho. Un saludo.
Muchas gracias Inma por tus palabras.
Pienso como Maria Jose que los asilos no son un aparcadero. No veo una historia triste, veo una buena solución para todo el mundo. Según lo describes parece un buen sitio
Gracias por tu comentario Luisa. Saludos.
Rubén, esperanzador final en tu historia. Se merecia ese lugar, si, parece que se encontraba bien en él. Suerte y saludos
Muchas gracias por tu comentario Calamanda. Saludos.