29. Cuando vivir es una hermosa imprudencia (Antonio Bolant)
A menudo, la muerte deshace encrucijadas y, en su caso, también el trazo que había unido los borrones de su vida lastrada por un matrimonio prematuro, por un sujeto que la trató con la distancia de un desconocido y la exigencia de un dueño.
Llevaba tantas horas de velatorio que el pésame de todo un pueblo pesaba como una losa. Cansada del lenguaje de los llantos, de escuchar pueriles consejos propinados a tientas, buscó en el baño un momento de respiro donde refugiarse de los reojos de conmiseración y de los mudos ecos de los murmullos. Se apartó el velo, se humedeció la nuca y al alzar la cara, por primera vez, se detuvo a contemplar la resquebrajada tierra cincelada en su rostro que le reflejó una viudez resignada a conformarse con las sobras del destino.
Alertadas por su tardanza, algunas plañideras decidieron ir a buscarla, pero sólo hallaron un velo negro al pie de una ventana abierta.
Qué hermoso, Antonio, lo que has escrito. Es una pena, como en la historia que nos cuentas, que muchas mujeres, sobre todo en ambientes clausurados en su atavismo, tengan que esperar a la muerte, la suya o la de otros para poder alcanzar la paz o conseguir volar, aún a riesgo de represalias verbales o de otro tipo. Muy bueno. Enhorabuena y suerte. Saludos.
Como digo, la muerte, en ocasiones, es una liberación. En cualquier caso es un reinicio necesario a escala global. Sin ella, la vida no sería posible.
Gracias por tu comentario, jesús.
Un abrazo.
Antonio, ya me tenías sumida en una honda tristeza hasta que, al final, se me ha cambiado la cara. ¡Bravo por la viuda, que muestra una valentía inesperada, tras una vida de sometimiento al «amo», al escaparse a esa realidad carente de alicientes! Lo malo es que haya tenido que esperar tanto para tomar esa iniciativa, aunque nadie duda de que es muy dificil tomarla y, más, en el ámbito rural. Me encanta la frase: «la resquebrajada tierra cincelada en su rostro». Me ha gustado mucho todo el relato. Felicidades.
Un abrazo.
¡Ole! por ese cambio de cara. Me alegro de que te hayas sacudido la tristeza inicial para describir tan bien la esencia del relato.
Gracias por tu comentario, María José.
Un abrazo.
Hola, Antonio.
Me gusta mucho tu propuesta. Contiene un texto cargado de simbolismo del bueno. El velo. El velo negro. Innumerables las cosas que puede ocultar un velo: algunas las apuntas. Esos murmullos. Dueño, personas propietarias de otras personas. Y esa ventana abierta a la esperanza tras la negativa a presenciar el entierro. Das con formidables uniones de palabras que resultaría prolijo enumerar. Saltan perfectamente a la vista, para acariciarla. Norabuena. Un abrazo.
Es cierto lo que apuntas, Martín. El velo es casi un personaje principal que toma todo el protagonismo al final.
Gracias por describir de esa manera mi relato.
Un abrazo.
Como un cuadro perfecto. Claroscuro doliente. El velo negro al pie de la ventana, de repente, lo llena de luz.
¡Felicidades!
Magnifico comentario, Luz. Prácticamente un relato en sí mismo. Mil gracias.
Un abrazo.
Después de leer ese primer párrafo, tan rico en detalles y lleno de contenido, me he quedado pensando que sería difícil mantener ese nivelón, pero luego me he encontrado con otro párrafo y con dos líneas finales, que me han dado argumentos para no abandonar nunca en este mundillo, donde además de tratar de escribir lo mejor que uno puede, disfruto y sólo yo sé cuanto con lo que hacen otros. Los «reojos de conmiseración» son para nota, igual que «la tierra cincelada» en el rostro. De una u otra forma se ha liberado a través de esa ventana, aunque quisiera pensar que sigue en el reino de los vivos, pero lejos de aquel mundo tan cerrado y opresivo en el que apenas le era permitido respirar. Bravo por ella, que ha elegido la «hermosa imprudencia» de vivir. Felicidades a ti, Antonio, por este buen texto.
Un abrazo fuerte
Ángel, Cuando enfocas con tus comentarios, llenas de luz hasta el relato más sombrío. Gracias por el regalo de tu atención.
No temas, ella sigue entre los vivos precisamente porque dejó de morir. Y tú, nunca comentas la imprudencia de dejar de escribir. Ni se te ocurra.
Gracias, compañero.
Un abrazo.
Yo quiero pensar que ha huído, a pesar de esa viudez resignada a conformarse con restos que le transmite el espejo, aunque si la situamos en el entorno rural que se le supone, lo más probable es que haya buscado la libertad de otro modo. En cualquier caso es un relato muy hermoso y trabajado que me ha encantado. Enhorabuena Antonio.
Gracias Eva. El espejo le dijo dos palabras: Olvídate y vete. Y le hizo caso.
Me alegra que te haya gustado y te agradezco mucho que me lo hayas dicho.
Un abrazo.
Dejas el relato abierto para que el lector vuelva sobre él y agarre al vuelo ese título que lo completa: «Cuando vivir es una hermosa imprudencia» como la de huir por una ventana.
Excelente relato, Antonio, cuya lectura se disfruta.
Un saludo.
Con el título pretendí no dejar dudas sobre el destino de nuestra protagonista, esa ventana debió ser enormemente tentadora.
Gracias Manoli por pasarte y dejar tu comentarios.
Un saludo.
HOla, Antonio.
Creo que hizo todo lo que pudo hasta que decidió que ya no iba a hacer nada más. Sirvió, cuidó, amó a la manera que él le impuso y se marchó. Toda una vida llena de cosas que no fueron buenas para ella y un paso al frente, quizá el primero, para disfrutar del resto de años que aún le queden, que desearía que fueran muchísimos.
Maravillosa narración, Antonio.
Besos y mucha suerte.
Efectivamente, ahora le tocaba a ella y nada mejor que dejarlo todo atrás para volver a empezar. O mejor, para empezar, si el volver.
Me alegro de que haya gustado, Towanda.
Un abrazo.
Darse cuenta, eso es lo importante. No importa cuanto se tarde en conseguir el objetivo. Al final la merecida libertad pasó a recogerla.
Muy bien escrito tu micro, y descrito. Saludos y suerte.
Dicen que más vale tarde que nunca y ella decidió subirse ‘in extremis’ al último vagón
Gracias Mercedes. Un saludo también para ti.
¡Bravo! Bravo por tu protagonista que, tras humedecer su nuca colmada de borrones, alza con decisión la frente, salta por la ventana, y se regala la vida. Y bravo por ti, porque no se puede narrar con tanta maestría y tanta elegancia. Mi más sincera enhorabuena por esta preciosidad, Antonio. Un gran beso.
y ¡ole! por ti, salerosa. Por resumir con tanta belleza mi historia. Me ha encantado.
Muchas gracias Inma. Un pedazo de abrazo.
Muy buen relato, Antonio, o al menos a mí me lo ha parecido. Sencillo, pero bien contado, con expresiones que me han encantado por el reflejo que hay en ellas de una sociedad acostumbrada a la apariencia y a cumplir con el “qué dirán”. Por destacar algunas que a mí me lo parecen: “el pésame de todo un pueblo” (como si todo el pueblo le tendría afecto), “los reojos de conmiseración”, “el lenguaje de los llantos” o “los pueriles consejos propinados a tientas”. Y encima, son las plañideras las que se preocupan por su tardanza. De todas formas, en esto, yo no separaría la sociedad rural de la urbana. El relato es un compendio de expresiones muy literarias e intencionadas. Me ha gustado y me lo guardo, Antonio. Valdrá la pena releerlo pasado un tiempo. ¡Ah!, permíteme una ironía, el final. Yo me hubiera largado, al fin y al cabo, tampoco hubiera perdido nada dejando atrás ese entorno. Y que sea viuda y tenga la marca de la tierra cincelada en su rostro, no quiere decir que sea vieja para seguir tirando otro ratito.
Suerte, creo que merece estar entre los finalistas.
Es curioso lo que puede hacer el tono y una lectura a la carrera. El tono fatídico que domina la narración no invitaba a hacer alguna tontería final, pero lo arreglaste haciendo que huyera por la ventana. El velo negro y la ventana abierta de la última línea. Curiosamente, eso es además lo que esperaba yo que hiciera tu protagonista. En fin, esto es lo que ocurre cuando se quieren hacer demasiadas cosas a la vez, ya lo dice el refrán: el que mucho abarca, poco aprieta. Insisto, mucha suerte, Antonio. Es un buen relato que merece estar entre los finalistas. Un saludo.
Si dejas que la vida pase con anodina indiferencia siendo testigo mudo de tu propia existencia, solo la muerte, como tu genial relato nos evoca, puede dar el golpe de timón necesario para navegar por otros mares. Enhorabuena y abrazos, Antonio.
Enormemente agradecido por la atención dedicada a la lectura de mi historia, José Luis. Y más aún de que te hayas tomado la molestia de regalarme estos fantásticos comentarios
Muchísimas gracias por todo.
Un abrazo.
Fue testigo mudo hasta que decidió gritar en silencio, Delante de todo un pueblo.
Gracias Salvador por pasarte y dejarme tu comentario.
Un abrazo.
Hola, Antonio, cuando he terminado de leerlo, me he preguntado… ¡y qué digo yo ahora de este microrrelato!
Cosas de la talla de… ¡magistral, impresionante, qué barbaridad, vaya una joya! o también, ¡qué envidia que yo no consiga escritos como este…!
A sus pies.
Uff, ¿qué decirte, Rosy? me has abrumado con tu comentario. Muchísimas gracias, te aseguro que me has sonrojado hasta la yema de los dedos.
Un abrazo.
Antonio, muy oportuna esa ventana que dejas abrir a tu protagonista. Suerte y saludos
Esa ventana es mi co-protagonista. Lástima que nuestra viuda no pudiera llevársela consigo.
Gracias por tu comentario Calamanda. Un saludo.
En este caso, piensa bien y acertarás. Esta es una historia con final feliz, aunque medie la muerte, o precisamente por ella.
Gracias por pasarte y dejarme tus impresiones, Ana.
Un abrazo.
Un relato muy bello colmado de simbolismos.
Mucha suerte y abrazos.
Gracias María. Me alegro mucho de que te haya gustado.
Un abrazo para ti.
Esa imagen de borrones de vida es una delicia.
Cuando has dado todo en vida, cuando no se te ha tratado con el amor merecido, cuando todo acaba entre unas lágrimas de plañideras fingidas y unas palabras carentes de sentido, es el momento de volar libre, dejar atrás las sombras y comenzar sin velos negros un nuevo comienzo.
Una maravilla leerte siempre, tienes delicadeza en tu manera de escribir y fuerza en cada imagen que proyectas.
Un abrazo grande con la ventana abierta hacia tus letras Antonio.