48. Domingos (Arantza Portabales Santomé)
Pienso en como eran los domingos cuando vivíamos en la ciudad. Desayunábamos en silencio. Tú leías el periódico y yo hacía zapping en la tele de la cocina. Tú salías a correr y yo me quedaba leyendo en el salón. Comíamos en casa de tu madre. Tú veías el partido mientras yo ojeaba una revista. Casi siempre íbamos al cine. Luego, tomábamos algo en la de Luis. Nos acostábamos tarde, tras ver la tele un rato. Y no me amabas.
Pienso en como son los domingos ahora. Igual que los lunes Y que los jueves. Siempre hay algo que hacer. Madrugamos. En esta época toca prepararnos para la vendimia. Yo alimento a las gallinas. Tomo un café en casa de Susana. Hago mermelada de tomate. Los tomates vienen todos juntos. Tú vuelves a las dos, justo para comer. Me cuentas que las uvas están casi a punto. Y que mañana bajarás al pueblo a contratar jornaleros. Y dormiremos la siesta. Y llamaremos a tu madre. Nos sentaremos en el porche. Poco. Ya refresca. Daremos un paseo, con Laika, la perra que me regalaste aunque sabes que no me gustan a los perros. Tampoco aquí. Tampoco aquí, me amas.
(Relato fuera de concurso)
¡Menuda fama tienen los domingos! Es una pena que entre tanta actividad dominguera solitaria no le fuera posible encontrar un rato para plantear alguna posible solución a su desencanto. Parece que un simple cambio de escenario no siempre supone un acicate para alcanzar lo deseado, pues no siempre coincide con el anhelo del otro y, no digamos, si uno no sabe lo que quiere. Muy bueno tu texto. Saludos.
Dos párrafos y dos mundos, rural y urbano. Los mismos personajes, situaciones diferentes, pero nada cambia. Respeto y rutina, pero falta ese algo más, la chispa que hace que la compañía no sea una simple acción mecánica entre las demás que se ejecutan durante el día. Los domingos, ese oasis entre la vorágine, es cuando más restalla ese desencuentro. La crónica de un desencanto con tu estilo intenso y peculiar.
Un abrazo, Arantza
Arantza, conviertes en literatura cualquier escena cotidiana.
Eres muy habilidosa.
Besito virtual
La rutina de la vida, sea cual sea el escenario. ¿Demasiado ajetreo? Desayunar rápido. La tele. Correr. Leer. Comer con la suegra. El partido… La vendimia, las gallinas, Café con Susana. Los tomates. Las uvas, Contratar jornaleros… Las ocupaciones diarias se han llevado por delante el amor, la convivencia, la comunicación… Si es así, coincido. Las cosas no ocurren porque sí.
Un saludo
Hola Arantza. Me ha gustado que, huyendo del tópico de la naturaleza bucólica, hayas retratado el alma humana, que es tanto o más fría, en un paisaje urbano como en uno rural. El cambio auténtico es el interno. Te felicito. Un abrazo. 😉
¡Buenísimo!
Un admirado abrazo
Muy buen relato de los vivires de una mujer no amada.
Felicidades enredados con suerte.
Arantza, que tristeza trasladas a esta historia con tus atinadas palabras. Suerte y saludos