68. MUJER DIEZ CON ATENUANTES (Rafa Olivares)
—Pues mira, Tomasa, te cuento; esa madrugá, como toas, me levanté al canto de los gallos. Prendí la leña del horno que había dispuesto la noche de antes, amasé la harina y la puse a cocer. Luego le eché hierba fresca a los conejos y alpiste a las gallinas antes de recoger los huevos de la puesta. Ordeñé las vacas y saqué al camino las cántaras pa cuando pasaría el furgón de la lechera. Marché al prao con las cabras pa que pastasen mientras daba riego al bancal de hortalizas, podaba los almendros, recogía los frutos que apuntaban a madurar y segaba los cereales del sembrao. De vuelta a la casa, ya atardeciendo, iba a rastrillar la maleza del patio cuando mi Manolo, que se acababa de levantar, me pidió que le rascara el espinazo. Con diez años ya de casados me venturaba lo que vendría de seguido, y que aluego después enfilaría pa la taberna a echar la partía de toas las noches. Si le pasé por el lomo el rastrillo fue porque lo tenía a mano y maliciaba que procuraría mayor alivio. ¡Y vaya si procuró! Solo por eso me dieron este descanso. Tres años y un día.
Pues qué lastima que no le diera la comezón lumbar al Manolo mucho antes, para que, así, la pobre pudiera disfrutar un tantico más de ese maravilloso descanso sin sufrir los rigores del duro trabajo campesino y, lo más importante, al fresco. Enhorabuena y suerte. saludos.
Un descanso justo y bien merecido.
Gracias, Jesús.
Saludos.
Tres años y un día pasan rápido, se merecía ese descansillo, seguro que sí…
Estupenda versión la que nos traes de una mujer rural. Me ha gustado, mucho.
Un abrazo Rafa y suerte.
Se le van a hacer cortos, ya verás.
Gracias, Rosy.
Un beso.
Un lenguaje rural muy conseguido de su protagonista, a través del cual, haces un repaso a todas las labores del campo.
Saludos cordiales, Rafa
Si así te lo ha parecido me das un alegrón; no he tenido ocasión de estudiar los giros y peculiaridades del rico lenguaje rural.
Gracias, María Jesús.
Besos.
Una mujer que supo multiplicarse por diez y hasta por cien, pero que, como cualquiera, merecía un descanso. El problema ahora es, durante esos tres años y un día, saber quién se ocupará de sus múltiples quehaceres, el marido ya no puede, aunque antes tampoco quería. No sé si sus circunstancias serán tenidas como atenuantes para reducir ese tiempo de descanso, aunque la verdad, casi está mejor en prisión, con pensión completa y mucho tiempo libre.
Gracias por ese fino humor que nos regalas siempre.
Un abrazo, Rafa. Suerte
Tu breve análisis siempre descubre mucho más entre líneas y amplifica y enriquece la historia.
Gracias, Ángel.
Un abrazo.
Una muy interesante ironía sobre el inmenso trabajo de las mujeres en el campo (y en casa). Acompañado de un lenguaje muy apropiado. Entre estar sometida, y encima pedirle que le rasque el espinazo…, para largarse a la taberna a echar la partida, mejor descansar tres años y un día. Vamos a esperar que el día ese no se alargue demasiado, que en cuestiones carcelarias, cualquier cosa puede sobrevenir.
Refrescante, Rafa. Enhorabuena
Gracias, José Luís. Si en algún medio se reproducen en mayor medida los estereotipos machistas es sin duda en el rural y por ahí me ha llevado la inspiración.
Abrazos.
Hola, Rafa.
Una mujer que estiraba las horas del día para estar a todo. Una buena ministra del tiempo habría sido tu protagonista.
Lástima que la condena impuesta sea tan liviana. Al menos, a mí así se me antoja.
Un abazo y suerte.
Una todoterreno con un descanso merecido pero corto, sin duda.
Gracias, Towi.
Besabrazos.
¡Y tan de diez! Suerte. Un saludo.
De diez y matrícula. Gracias, Ana.
Un beso.
Ayyyy, Rafa! Y yo pensando ¿cómo irá a terminar esta historia tan cotidiana? Pero claro, así, como tú sólo sabes, amigo. ¡Bien por la seño! Merecido descanso, caray. Sólo que en chirona, la pobre… Felicidades, mi querido amigo. Siempre tan genial. Abrazo grande!!!
María, no te preocupes por los tres años y un día en chirona, que se le van a hacer cortos.
Besotes.
Me he tenido que reir, por la ocurrencia de la paisana, que desde luego no era para menos porque su Manolo, vaya prenda tenía que ser el muchachito.
Seguro que consiguió una pena mejor o tal vez, le vino bien descansar un poco ahí esos tres años, igual hasta escribió un libro con sus memorias o estudió un Ciclo de grado superior porque carrera, carrera… no creo que le diera tiempo.
Jajaja
Muy bueno Rafa. Felicidades y buen día.
Ese Manolo era mucho Manolo; todo un mito entre los más reputados machos hispánicos.
Gracias, Mercedes.
Un beso.
Parece que le va a sacar partido a la situación, porque pena, lo que se dice pena,… no parece que siente mucho, la verdad.
jejeje
Tres años de vacaciones no son como para sentir pena ¿no?
Gracias, Luisa.
Un beso.
Una mujer como esta no se va a arredrar por una temporalidad a la sombra. Como dices, seguro que en un plis vuelve a poner todo en orden, incluso a su Manolo.
Gracias, Ana.
Una mujer diez sin duda, fuerte y laboriosa, lástima que su marido sea un vago y no la aprecie más que para rascarle un ratito y otro le haga alguna faena en el lecho.
Bien hizo la señora y bien merecido el descanso, una condena que seguro aprovecha para detener ese tiempo de trabajo tan poco recompensado.
Como siempre una maravilla leerte. Bien conseguido el lenguaje y las imágenes que nos ofreces.
Un abrazo grande Rafa.
Gracias, María Belén, por tus siempre generosas palabras. He tratado de hacer un modesto homenaje a esas mujeres tan luchadoras y, a menudo, tan poco reconocidas.
Besotes.
Una vez más, leerte me ha hecho pasar un rato divertido. Esa primera frase ya prometía. 🙂 Mientras avanzaba leyendo, pensé que la buena mujer le diría a Tomasa, para rematar la conversación, que no le había cundido nada el día. Lo que no me esperaba era ese final, no por la actitud de Manolo, bastante habitual por esos pagos del señor, sino por la diligencia con la que la moza maneja el rastrillo. Ahora a disfrutar de su merecido descanso. Muy buen relato y muy conseguido ese aire rural. Felicidades, Rafa. Un beso.
Una mujer de «rastrillos tomar», no hay duda. Celebro que te diviertan mis historias.
Besazo para Inma.
Jaja merecido ese descanso Rafa, que me he fatigado leyendo todo lo que en un momento has relatado con esa gracia del acento rural, una mujer diez, no cabe duda, como de diez es para mí este relato.
Mucha suerte con él.
Besos.
Mientras descansaba esta mujer tuvieron que contratar a diez peones para hacer su trabajo. Gracias por tu comentario, Yashira.
Un beso.
Genial, esta mujer un poquito llevada al extremo en su reacción, es un claro ejemplo del peso que han aguantado las campesinas. Muchas sacaron adelante sus tierras y a esos maridos inútiles. Por no hablar de la prole que atesoraban.
Muy buena la clave de humor porque nos dejas con la sonrisa irónica que se agradece.
Un abrazo.
Gracias, Asun, por comentar. Casi cualquier situación, por sería y grave que pueda ser, permite su tratamiento literario desde una óptica con cierta guasa, sin que por ello el trasfondo quede diluído.
Besote fuerte.
De los pocos relatos sobre este tema que te dejan sonriendo. Muy bien.
Felicidades enredadas con suerte.
Feliz me dejas con tu comentario, María.
Gracias.
Un abrazo.
Pobre mujer Rafa. ¡Menudo descanso y que bien lo has contado!! Felicidades y suerte.
Besicos muchos.
Durante una temporada parece que va a estar aliviada y tranquila.
Gracias, Nani.
Muchos besicos.
Hola Rafa
Contundente historia. Me gusta tu estilo llano y el lenguaje salado…aunque te has pasao de frenada!
Mucha suerte!
Yo no, es al personaje -mujer de mucho brío- a la que se le fue el rastrillo, digo la mano.
Gracias, Francesc.
Merecido descanso y magnífico relato, Rafa. Me he reído, pero también me he admirado «de lo bien contao que está».
Suerte y abrazos,
Cuánto me alegra que te haya provocado unas risas. Todo un premio.
Gracias, Anna.
Un beso.