102. La hermana que volvió de la capital
Al despertar las primeras luces, ya se distinguen las figuras de las dos mujeres y la muchacha ascendiendo la colina hacia los campos.
La joven debería estar en la escuela, pero desde que se convirtieron en la familia de un traidor eso es un imposible. Su padre, y Julián el panadero, desaparecieron cuando reclutaban los de un bando, y todas las semi-viudas los imaginan disparando contra sus hombres.
La tarea es ardua, no pueden acercarse al pueblo para aprovisionarse de nada, así que, a parte del propio autoabastecimiento, tienen que recorrer muchos kilómetros, acarreando pesados bultos, para hacer trueques en villas o aldeas donde no se les conoce.
Cuando la noche y el cansancio obligan, se retiran a la alcoba para un escaso descanso, pero Herminia recobra las energías mientras se despojan a la vez de sus faldas como en un juego morboso que jamás osó imaginar, y se abre como una flor para volver a sentir como la recorren esas rudas manos con las uñas llenas de tierra, pero limpias de sangre.
Si ya de por sí la vida en el campo es dura, a ello se añade el fantasma de la guerra, para dejar el pueblo sin hombres y a las mujeres en estado de semi-viudas, enfrentadas unas con otras bajo un odio posiblemente infundado, pero que hace que tres de ellas hayan de recorrer distancias casi inhumanas para obtener lo básico y sobrevivir. Poco tiempo les resta para solazarse, aunque la que ha regresado de la capital ha traído consigo algunas ideas nuevas, que parecen suplir otras carencias.
Un abrazo, Javier. Suerte
Gracias, Ángel, aunque se ve que aún intentando dejar claro el final no lo he conseguido.Creí,que el rudas y limpias de sangre sería suficiente pista.El título lleva un sentido e igual se hace engañoso.
Un abrazote bien fuerte por estar siempre tan cercano.
Esta historia que nos cuentas tan bien y, por desgracia, tantas veces repetida podríamos considerarla como una especie de daño colateral. Que por la acción de alguién cercano a ti las malediciencias de la gente que te rodea y vigila a ti y a tu familia te impidan sobrellevar tu vida con normalidad es algo bien triste. Regocijémonos, al menos, de que ambas hayan descubierto esos juegos que, por un momento, las liberan de los rigores de su vida. Suerte, Javier, y un saludo.
Claro, al ver tu respuesta al comentario de Ángel todo queda más claro. Pero, qué quieres, también me gusta nuestra interpretación más rompedora para la época y circunstancias adversas. Saludos.
Gracias, Jesús. Desde luego que vuestra interpretación, que ya pensé podría darse, tiene su punto de transgresión muy interesante, pero yo intentaba dar con ese otro de sorpresa final junto al posicionamiento antibelicista del personaje. Pero bien, dos caminos y que cada cual se quede con el que más le guste.
Todo lo demás que comentas es lo que vergonzosamente ha ocurrido en incontables ocasiones.
Un fuerte abrazo, compañero.
javier, coincido con Jesus, ayudan los comentarios. Bien ambientada y escrita tu historia-realidad. Suerte y saludos
Gracias, Calamanda. Pretendia esconder y dar buenas pistas al final para entender lo leido de distinta manera.
Un besete.
Reconozco que hasta que leí los comentarios anteriores no comprendí del todo la historia, coincido en que ambas interpretaciones tienen su interés. Quedó algo confusa pero rica en posibilidades y me gustó.
Mucha suerte Javier.
Gracias, Maribel. Me alegra que te gustara.
Abrazos.
Una buena historia, que resulta un tanto oscura. Sin los comentarios no la hubiera entendido. De hecho, tampoco estoy muy segura de que la interpretación que yo le doy a esas «rudas manos»(que la hermana sea el marido disfrazado), sea la correcta.
Suerte y beso.
Hola, Anna. Me gusta jugar con las pistas al límite y tal vez me excedo. Creía que el final lo dejaba todo claro, así, como ya lo has visto.
Gracias y besete.
Dura es la vida del campo y si además la guerra les deja sin sus maridos para ayudar en las labores, aún se hace más cuesta arriba las tareas diarias. Al menos parece ser que al caer la noche, ella se entretiene entre juegos morbosos y caricias polvorientas que les deben saber a gloria.
Un relato con pistas que hay que seguir muy de cerca para no perderse ningún detalle de tu buena historia.
Un abrazo Javier.
Gracias, MªBelén. Tal como lo has visto, dos historias en una, la dura y la reconfortante.
Un besete