37. Suicida en Nueva York
Cuando cercené el cordón umbilical que me unía a mi tierra y emigré en busca del sueño americano, no imaginé que despertaría subido a la cornisa de la última planta de un rascacielos. Allí arriba la realidad es que eres una mota insignificante de polvo. Y, si miras hacia abajo, no verás a gente ansiosa esperando el veredicto de si saltas o no, solo los contornos difusos de los vehículos atascados y de las personas yendo de un lado para otro mientras miran una y otra vez su reloj, sin percatarse de que no van a llegar a tiempo para disfrutar la vida. En lo más alto de la ciudad, solo tú, las nubes y los rayos de sol alumbrándote como si fueran los focos de un circo. Incluso cuando saltas al vacío y caes en la calle de pie y sigues caminando con tu maletín lleno de despechos, nadie se inmuta.
Por mal que le fuese a tu protagonista en su lugar de origen, se le consideraría más y mejor que en el de destino, sería conocido, hijo de alguien, sería alguien, no como en esa ciudad impersonal, frenética, inhumana, donde ni siquiera el milagro de que un individuo se precipite desde un rascacielos y salga ileso es digno de consideración. Buen humor, contraste y surrealismo para contar las impresiones de un emigrante en la gran ciudad entre las grandes.
Un abrazo y suerte, Lorenzo
Muchas gracias, Ángel, eres un gran comentarista, escritor y estoy seguro que aún mejor persona.
Hasta para morir hay quien lo tiene complicado. Curiosa forma la de mostrarnos, en tu relato, la invisibilidad que muchos sufren en las grandes ciudades, donde todos parecen solo pensar en si mismos. Enhorabuena y suerte, Lorenzo. Un saludo.
Gracias, Jesús, me gusta lo de la invisibilidad que has remarcado.
Hola, Lorenzo.
Me gusta esa metáfora inicial y luego lo bien que reflejas la indiferencia social ante alguien que lo está pasando tan mal que se encuentra instalado en la idea del suicidio. Qué certero eso de mirar y mirar el reloj sin darse cuenta «de que no van a llegar a tiempo para disfrutar de la vida», seguramente el más sueño de los sueños americanos: hedonismo puro y duro, hasta el paroxismo. Muy buena propuesta la de tu texto. Felicidades. Un abrazo. Me suenas mucho del REC y del concurso de los veranos en la SER.
Gracias por tu análisis, Martín, no sé por qué pero tu nombre también me suena de la SER, creo, aunque ahí ya se me cerró el grifo jaja no creo que vuelva a tener tanta suerte. Abrazos.
Lorenzo,si, esto es lo que ocurre en el día a día, aunque nos duela oirlo e incluso lo protagonicemos. Se lee estupendamente y llega. Suerte y saludos
Gracias,Calamanda.
La individualidad dentro del anonimato. Alguien que, pudiendo ser uno más, una mota de polvo, no se siente así. Lo fantástico cierra el relato con una magistral vuelta de tuerca: un hombre que cae de pie desde un rascacielos sin que se inmute nadie.
Poco más que decir, salvo que es una joya de micro, de esos que disfruto leer.
Un beso grande,
Mariángeles
Muchas gracias por tu comentario y me alegra mucho que te haya gustado. Un beso.
De tu relato, Lorenzo, se desprende una realidad que no se puede rebatir: el ser humano cada vez importa al resto de los humanos. En las enormes ciudades ocurre pero cada vez es más frecuente ningunear al que pasa a nuestro lado. Triste pero cierto. De todos modos, tu relato surrealista deja la válvula de escape de un cierto optimismo y eso me gusta.
Un abrazo.
Me encanta el punto optimista que has sacado del micro, gracias.
La prisa, el vivir sin vivir, sin percatarnos de lo que está pasando ahora a nuestro lado. Me gusta mucho, Lorenzo. Soy muy fan de tus relatos.
Un abrazo
Y yo muy fan de ti!! Gracias!
Confieso: he usado el comodín del público para confirmar que estaba en lo cierto, que tu relato es fantástico en todos los sentidos.
Jaja, Edita, muchas gracias.
Muy buen relato ácido. Me gusta el final de salir caminando después de haberse «suicidado».
Abrazos
Muchas gracias, MAría.
La ciudad, deshumanizada, engulle los sueños y las esperanzas de una vida mejor. El frenético materialismo robotiza los sentimientos y pasamos a ser cuerpos traslúcidos. Al final, hay que dejar el maletín de los despechos en la consigna del olvido y darle un golpe de timón a tu vida. Gran micro, Lorenzo, aderezado con un toque personal de humor mágico. Abrazos y suerte.
Muchas gracias, Salvador, qué gran comentario; eres un figura en todo.
Hola Lorenzo,
me ha gustado mucho el micro, sobre todo el final. Con ese punto de irrealidad pones el acento en lo que verdaderamente irreal, ese universo de zombis. Abrazo y suerte!
Gracias, Asier, siempre estás ahí. Un abrazo fuerte.
Suicida en Nueva York o Nueva York en un suicida…
Hay realidades que si las miras ese arriba solo son pequeñas motas de vida y vidas que se pierden cuando quieren vivirlas deprisa.
Me encanta leerte, siempre te quedas con un buen maletín de sensaciones.
Un beso Lorenzo.
Yo digo lo mismo de ti hasta en los comentarios.
Enhorabuena!