79. SerodañoS
Justo cuando la luz deja de iluminar las algas, los serodaños salen del trabajo. Después, al llegar a casa exhaustos pero orgullosos, cenan bajo el brillo de hermosas estrellas marinas. Reconocerás fácilmente a los serodaños porque caminan erguidos, con la frente muy alta, sobre el fondo arenoso. También porque viajan en mero (en vez de en metro), se arropan con una manta raya, y les gusta la música coral. Las mañanas de los domingos las pasan jugando al escondite con sus hijos entre anémonas y erizos y, al atardecer, se sientan a descansar sobre un banco de peces. Allí suelen hablar de su antigua familia, de nuevos y viejos sueños, e incluso a veces comparten aquellos duros recuerdos de su infancia. Pero son los serodaños, sobre todo, gente positiva y hospitalaria. Por eso, cuando ven llegar a otro de los suyos cayendo inerte desde la superficie, en lugar de entristecerse, le insertan sus nuevas branquias, le sonríen, y le dan un cariñoso abrazo. Para que se sienta como en su hogar.
Alberto, me parece precioso tu relato, con esa mirada amable y esperanzadora en el escenario de una gran tragedia. Además, muy bien narrado.
Suerte y abrazo.
Hermoso y esperanzador cuento, en el sentido clásico, el que tenemos la suerte de que nos muestres, reflejado en el azogue especular de esos mares que son todo vida, incluso cuando albergan la muerte. Muy bueno, Alberto. Un saludo y suerte.
Cuando los SoñadoreS se adentran en el mar, algunas veces, se transforman en «SerodañoS». Me gusta la fornma en como nos lo cuenta. ¡Suerte!
Saludos.
Si dicen que el ser humano es capaz de adaptarse a todo, por qué no imaginar que también sería capaz, incluso, de formar parte de un medio para el que su cuerpo no está preparado. Un relato lleno de positividad, en el que los damnificados en un naufragio, a los que habíamos llorado y dado por perdidos, tienen una nueva vida, que no parece mala.
Un saludo, Alberto. Suerte
Alegoría sobre la muerte dada la vuelta, convertida en vida, aunque esta solo sea un sueño.
Muchas gracias Rafa, Jesús, Beto, Ángel y Edita por vuestras palabras. Espero que sí, que en otra vida, acuática, real o ficticia, existan serodaños que nos muestren cómo se debe tratar al «nuevo», venga de donde venga.
Alberto, es un cuento grito. Me ha gustado mucho (salvo la aclaración “en vez de en metro” que le quita fuerza). El título me encanta. Yo creo que debe estar en el libro. No más.
Muchas gracias Javier, por el consejo, y por el apoyo. Es un refuerzo muy muy positivo. Un abrazo
Hola, Alberto.
Me encanta el título, que lleva implícito mucho significado. Creas una atmósfera muy bien amueblada semánticamente. Es una fantástica teoría de la acogida. Un final feliz, que, particularmente me encanta. Eso del «buenismo», que tan poco se lleva y resulta denostado. Siempre lo escabroso, siempre el lado oscuro, cansa. también hay que narrar las buenas cosas. Me gusta tu texto. En lo formal, me sumo al reparo del maestro Ximens: mira que habré escrito gracietas… y lo que me queda. Pero es una grietecilla en un sólido muro. Enhorabuena. Un abrazote.