106. ¡Adiós mamá y papá!
Era una tarde calurosa a mediados de septiembre que apuntaba hacia el final del verano. El tren hacía parada en su andén correspondiente. El chirrido de las ruedas produjo un escalofrío propio de quien llega por primera vez a un lugar desconocido. El temor a lo nuevo. El miedo a defraudar las expectativas que tu familia deposita en ti cuando comienzas una vida de independencia y alejado de ellos.
Cargado con dos grandes maletas, arrastraba esa pesada carga bajo un calor insolente y despiadado. Me dirigí a la parada de taxis más cercana. En ciertos momentos, la proximidad se convierte en un concepto relativo.
Una parada de taxis desierta. Tocaba esperar. A lo lejos vi aparecer un Toyota Prius, uno de esos coches híbridos con un motor mixto a gasolina y otro eléctrico. El conductor me saludó y se dirigió a abrirme amablemente la puerta del maletero. Pero antes de abrirse, me llamó fuertemente la atención una frase que tenía inscrita en la parte trasera, justo por encima de la placa de matrícula. Con grandes letras de color verde agua podía leerse: “en la vida hay que aprender del pasado, soñar con el futuro y vivir el presente”.
Hola, José María.
Buen texto el tuyo. Qué mejor manera de despedirse de papá y mamá, y de esos miedos y vacilaciones: temores, miedos, que el aforismo, precioso, que llevaba el taxista inscrito en su vehículo. Qué sensación de calma y de esperanza debió infundirle a ese joven. Una vez escuché decirme a una mujer taxista, mientras coincidían nuestras miradas en el espejo retrovisor: trabaja como si fueras a vivir para siempre; vive como si hoy mismo fueras a morirte. Justiniano decía: «El ayer para el hoy y el hoy para el mañana». Te felicito por tu relato y te deseo compacta felicidad. Un abrazote.
Bonita lección la que nos trasmites con la sencilla y efectiva escena que nos muestras, José María. Enhorabuena y suerte. Saludos.