47. Prohibida la entrada
Martín observa a unos curiosos tipos desde los ventanales del café. Con los ojos perdidos en el vacío, como animales encerrados en una jaula de cristal, parece que miran pasar el poco tiempo que le queda a la prórroga de sus vidas. Suerte que Andrea no pueda ver tan deprimente retrato, antes de entrar. Ella lo suelta, despliega su bastón y atraviesa la puerta giratoria con tanta decisión, que al empujarla se enreda en un traspiés desafortunado. Algunos parroquianos hacen ademán de levantarse, pero las gafas oscuras de la chica los detiene y dejan su cuerpo desparramado en el suelo, no sea que venga pidiendo limosna y los ponga en un aprieto. Martín ignora el cartel de la fachada y cruza el umbral para socorrerla. Andrea se sacude el vestido y, tras recuperar su dignidad, vierte unas palabras de las que se arrepiente cuando ya han salido de su boca: «Sois todos unos perros». Entonces acaricia el lomo de su amigo, le susurra unas palabras amables, y se marcha de aquel tugurio sin saber que su fiel compañero se está preguntando de qué raza serán tan extraños semejantes, y por qué a ellos sí los dejaron entrar.
Nos muestras en tu relato, tan apegado a la realidad, una suerte de fábula que nos enseña muchas cosas sobre la forma de actuar de unos y de otros, sean perros o personas. Suerte, Pablo. Saludos.
Muchas gracias, Jesús.
No he visto un animal más fiel que un perro guía, y quería escribir un relato sobre ellos.
Un abrazo.
Muy bien narrado Pablo y contundente. Una situación en la que el perro es el más humano. Mucha suertr y u abrazo
Gracias, Jero. Un perro guía es la fidelidad personificada y, a veces, deberíamos aprender de ellos.
Un fuerte abrazo y gracias por pasarte por aquí.
Fidelidad y humanidad, dos cualidades aplicables al mejor amigo del hombre (y de la mujer), pero no siempre a los humanos. Es lógico que ese animal noble, que no entiende de carteles ni normas extrañas, sólo de sentimientos, acuda sin dudar a socorrer a quien lo necesita. Él está muy lejos del comportamiento de esos seres egoístas e insolidarios. También es comprensible que Andrea se arrepienta de utilizar «perro» como expresión con la que se desahoga, un adjetivo que, en modo alguno, merecen esos sujetos, incapaces de ver más allá del estrecho mundo en el que han elegido vivir.
Un relato que deja en evidencia el abismo que puede existir entre unos seres y otros, con independencia de su especie.
Un abrazo grande, amigo Pablo. Suerte
Gracias, Ángel. Como ya he hablado del tema fidelidad, apuntas algo que también quise meter en el relato y es el uso de la palabra «perro» despectivamente. Algo común y mal utilizado. Aquí, además, podríamos meternos en los diferentes animales con los que se puede nombrar una persona y, nos daríamos cuenta, de lo machista que es nuestro lenguaje,
Ejemplos: Es un perro viejo o ers una perra vieja no tiene el mismo significado en un hombre que en una mujer, no digamos si llamas a un hombre zorro, y a una mujer, zorra.
Queramos o no, el lenguaje es machista cuando comparamos los humanos con los animales, algo grave, bajo mi punto de vista.
Quise poner mi granito en este relato con ese «insulto», que Martín no entiende como tal.
Un abrazo, amigo.
Pablo, tu relato hace pensar en los comportamientos incomprensibles de los humanos, de los que consideramos nuestros «iguales» y, por contra, nos señalas el del perro lazarillo, adiestrado para ayudar y poseedor del gran corazón que otros (humanos o no) no tienen. Enhorabuena.
Un abrazo.
Gracias, María José. Como he dicho antes aproveché el tema propuesto para escribir a un animal que admiro profundamente.
Un beso.
Hola, Pablo.
Afirmar que los humanos son animales, no me cansaré de repetirlo, constituye una discriminación y un insulto para con estos últimos. El perro guía pone de manifiesto el desconcierto de infinidad de canes ante el comportamiento de los humanos, esa presunta raza superior, que no se compadece con las circunstancias adversas de sus semejantes. texto, por lo demás, muy bien escrito. Me gusta la propuesta. Un abrazote.
Gracias, Martín. La raza humana tiene defectos de fábrica que los distingue de un animal tan fiel como el perro guía, o cualquier otro, como la envidia, la codicia, el odio… y muchas más. Menos mal que estos defectos no están presentes en los entecianos.
Un abrazo.
Desde luego, el hombre no es el mejor amigo del perro, y menos del propio hombre. Los perros no cargan con prejuicios, ni juzgan por apariencia o condición. Los hombres carecemos de la nobleza del instinto, que hemos manipulado a nuestra conveniencia gracias al ‘don’ del raciocinio.
Tiene muchos matices tu relato, Pablo, y todos bien amalgamados entre la fluidez que consigue aplicar a la narración tu inconfundible sello.
Buen relato, amigo.
Un abrazo.
Gracias, Antonio. Como sueles hacer, has sabido captar todo lo que quería transmitir en mi relato.
Un gusto leerte.
Un abrazo.
Qué delicia de relato, Pablo, no te imaginas lo mucho que me ha gustado. Especialmente porque tratas un tema en el que, aunque se van consiguiendo retos, aún va muy despacio. ¿Cuándo entenderemos, de una puñetera vez, que si eres ciego y quieres tomarte un café, comer en un restaurante, viajar en tren, en el metro, no te puedes separar de tus ojos?
Maravillosamente narrado, inteligente, con un sentido común y un olor a laurel, que quita «er sentio».
Gracias por escribir cosas así.
Un abrazo.
Rosy, gracias a ti por esas palabras que tanto me alegran. Muy satisfecho de que te haya llegado mi relato.
Un beso muy fuerte.
De cine, Pablo, de cine es esa toma primera de la pecera de cristal de los que esperan impávidos su final. Luego el relato, como en contrapicado, nos muestra su miseria insolidaria desde los ojos vacíos de la invidente; para el final, la cámara se vuelve introspectiva y en plano subjetivo deja que sea el perro quien nos ofrezca, como noble animal, la reflexión pertinente.
Se encienden las luces y aplausos (muchos). Si no lo ruedas tú, lo hago yo con el móvil.
Me alegra leer nuevas historias tuyas. Un abrazo grande.
Tu comentario, Manuel, sí que es de cine. Me has demostrado que eres un director a la altura de John Ford, Berlanga o Billy Wider: mis tres genios favoritos.
Un abrazo.
Un relato con gran carga social. La cuestión final que has planteado a través del can da que pensar. Suerte !!
Gracias, Juan Antonio. Es lo que buscaba, que hiciera pensar. Me alegro que lo hayas visto así.
Un placer que te pases por aquí.
Un abrazo.
Lealtad, empatía, cariño, son conceptos que para la raza bípeda son cada vez más extraños. Martín tiene razón, si el cartel impide entrar animales en su acepción irracional, el bar debería estar vacío. Muy bueno, Pablo. Abrazos y suerte.
Gracias por tus palabras, Salvador. Martín es el más sabio, y fiel, del relato. Me alegra que te haya gustado.
Un abrazo muy fuerte.
Muy buena la visión humana a través delos ojos de un perro.
Seguro que nos ven así, encajados en nuestras jaulas, en nuestras colmenas y tras los cristales de un café, donde sólo está permitido la entrada, a una sola especie, y muy oportuna la crítica a quienes lo permiten.
Suerte, Pablo y un saludo cariñoso
Muchas gracias, María Jesús. Esperemos que, poco a poco, no les demos motivos para que nos miren así.
Un beso.
Pablo, tu relato contando mucho dice aun más. La vision del animal de aquel ambiente es muy buena. Suerte y saludos. feliz 2017
Gracias, Calamanda. Por lo general intento que el relato diga cosas, pero que sugiera aún más. A veces lo consigo y otras no. Me alegra que hayas percibido ese trasfondo.
Un beso.
Una visión de la actitud muy buena en tu relato. La fidelidad tiene nombre de perro, aunque se haya deshumanizado para nombrar despectivamente a las personas.
No me extraña que Martín se pregunte cómo es posible que a él le prohíban la entrada y a esos seres sin consciencia les dejen estar en esa jaula de cristal.
Fantástica crítica a una sociedad sin lealtad.
Un abrazo grande Pablo.
Mi poetisa preferida por aquí. ¡Qué ilusión!
Te doy la razón en todo lo que escribes, Belén.
Mil gracias por pasarte por aquí y dejarme este comentario tan generoso.
Besos
Eso me pregunto yo… Porque a algunos «perros» los dejan entrar en los locales. Con razón se alaga la nobleza de los canes. Ellos no tienen maldad.
Veo que elegiste el mismo tema que yo, el ciego con su perro lazarillo.
Me ha gustado mucho, Pablo. Es una crítica muy buena a la sociedad bajo varios puntos de vista. Muchos besos y suerte.
Muchas gracias, Olga. El problema ya no solo es que dejen entrar a cierto tipo de individuos en locales, sino que para insultarlos se les llame perros, cuando eso sería un piropo.
Un besazo.
Querido padrino de ENTC, Pablo, potente el micro que lanzas, con interrogantes que tienen respuestas racionales, capaces de ser contestadas por un perro, aunque no sea animal racional.
El título le va de lujo. El nombre del perro, me encanta y sobre todo, cómo has ido definiendo al animal, haciendo que empaticemos con él.
Me gusta mucho la frase de Andrea: «Sois todos unos perros». Tantas acepciones para la palabra perro…
Enhorabuena, muy buena propuesta.
Un beso grande. Y no te deseo suerte, porque no la necesitas.
Malu.
Verás, Malu. Te tengo que admirar, sí o sí. Y es que lo primero que se me ocurrió para montar el micro en torno a él es ese insulto tan injusto: el de llamar a alguien perro. Y alrededor de la frase que te gusta, fui creando el relato. No puede ser más certero tu comentario. En cuanto a la elección del título, pues me alegro de haber acertado. Y en cuanto a lo de padrino de Entc, pues vaya honor, que pedazo de ahijada tengo. Ojalá pueda llegar a la altura de una Madrina que tengo yo en otro blog, que esa sí que vale.
Mil besos.