127. El papel del galgo
Al parecer fue el tedio de las tardes en su oficina lo que lo llevó a adoptar la costumbre de dibujar despreocupadamente en toda clase de cuartillas figuras de objetos, plantas y animales mientras telefoneaba o tomaba notas de cualquier asunto. Cada vez con mayor esmero, de modo que llegó a alcanzar sorprendentes cotas de realismo, intensidad y plasmación del movimiento.
En cuanto a su obsesión por los galgos, pudo tener su origen en la vívida impresión que le produjo la retransmisión en directo por televisión del magnicidio del jeque-presidente Al Minsur. Sucedió durante una carrera de galgos a la que asistía cada año el prohombre. Los conjurados habían dispuesto un mecanismo mediante el que la liebre que adopta el papel de señuelo, cambiando súbitamente su trayectoria, era repentinamente propulsada hacia la tribuna de autoridades justo al pasar frente a ella, de modo que los galgos perseguidores se abalanzaron tras la presa y acabaron destrozando la garganta del desgraciado.
Hola, Ignacio.
Curioso papel el de los galgos, de asesinos de liebres a asesinos o bien de un sátrapa despótico vestido de prohombre o de uno bueno en el buen sentido de la palabra, movidos por conjurados que son terroristas o, por el contrario, libertadores de un pueblo. Sea como fuere y, literariamente hablando, me gusta tu propuesta, por bien escrita y original. Los animales deberían ser un fin, desde luego, y jamás un medio para nada que no fuera desenvolver una vida amable. Pero… Un abrazote.
Curiosa y sencilla forma de pergeñar un magnicio. Me gusta tu forma de narrarlo,como una crónica periodística, aparentemente sencilla, pero muy efectiva. Suerte, Ignacio. Saludos.
Ignacio, qué imagenes tan potentes. Suerte y saludos