31. Episodio I (Susana Revuelta)
Parecía tan hambriento, tan desplumado el pollo aquel, que Calimero enseguida se sintió conmovido.
—Toma esta lombriz —le ofreció, gustoso— que yo acabo de nacer y aún no tengo apetito. —Y con las tripas rutándole, vio cómo el cuco engullía su desayuno sin decir gracias ni nada.
A continuación, este abrió el pico hacia el cielo, piando como un energúmeno, exigiendo más. La mamá iba y venía, agotada, trayendo más insectos para aquel grandullón que abultaba el triple que ella. No aprobaba Calimero los modales del primogénito, pero siguió compartiendo con él sus miguitas, por ganarse su cariño y sentirse menos solo. Era extraño que no hubiera más huevos allí.
Cuando se notó saciado, el cuco se repantigó todo lo largo que era. A punto estuvo de tirarle fuera del nido.
—Eh, no empujes —protestó Calimero.
Pero el cuco ni se inmutó.
—Mira, canijo —eructó, señalando con un ala el suelo—. ¿Ves esos huesos y plumas de ahí abajo? Pues como me cabrees mucho te mando a reunirte con tus hermanitos, ¿estamos?
Lloroso, Calimero se acurrucó en una esquinita y antes de cerrar los ojos se ajustó el cascarón a la cabeza, por si acaso.
Y menos mal.
Susana, me has recordado mi infancia, mira que era majete el pollito, con su cascarón en la cabeza. Viéndolo desde hoy, la verdad es que es un personaje demasiado bueno, así le iba al pobre, alguna vez hay que dar un golpe en la mesa, no queda más remedio, con tanto energúmeno por ahí. Otro se hubiera rebelado contra el condenado cuco, pero él no, por más que sepa ver y hasta proclame la injusticia. Quizá esa actitud le mantenga vivo, de momento, pero a qué precio.
No sé cómo lo haces, pero siempre me arrancas una sonrisa y, sobre todo me sorprendes.
Un abrazo, Susana
Yo creo recordar que este personaje me gustaba mucho como dibujo, pero era un agonías y no me encariñé con él. De todos modos, al buscar un personaje en la cabeza para el cuento, surgió este. Y por hacer algo divertido, un antagonista a la altura, jeje.
Gracias, Ángel, por tus palabras.
Un abrazo.
Comparto tu visión de Calimero, Susana, aunque reconociendo que, aunque nos cueste admitirlo, todos en algún momento de nuestras vidas somos o hemos sido ese pollito que no acaba o no quiere salir del cascarón porque el mundo es demasiado injusto. También el intento de encontrar una solución a medias, al quedarse con el casco puesto y en una esquina, es más habitual de lo que se cuenta.
Tu texto me recuerda las fábulas con advertencia implícita: si es más grande, no te metas, jaja.
Me ha gustado mucho.
Nadie me quiere porque soy pequeño y negro, ¡Es una injusticia!. Susana, nostalgia, aunque no te gustara mucho mira como te acordabas de él.
Lo veía con mi hermana pequeña y disfrutaba. Tu, encima, le haces sufrir, ja ja.
Un beso
Susana, el personaje es tan tierno¡¡¡ pero la forma de presentarlo en tu historia está a su altura. Suerte y saludos
¡es una injusticiaaaaaaaaa!!
pobre Calimero!! Si es uno de mis más favoritos, Susana, me siento muy identificada con él, por pequeñaja y atontá!
Un besote