DIC85. EL ÁRBOL DE LA FELICIDAD, de Antonio Ortuño Casas
Con mi familia me divierto más que nunca los últimos días de cada año y los primeros del siguiente. Me divierto más que el resto del año y no celebramos nada que nos imponen; lo hacemos porque creemos en el futuro haciéndolo realidad en cada presente.
Caminamos sin prisas por las aldeas, montes, ríos, ramblas y valles que rodean nuestra comarca; subimos, bajamos, descansamos debajo de los árboles endémicos, incluidos pinos y cipreses que estas últimas generaciones vienen plantando para las siguientes, volviendo a llenar nuestra tierra de ellos, que otras antes habían desnudado sin pudor para adornar y lucir con esos árboles sus salones luminosos, en pro de una celebración figurada.
Terminando el año repetimos el rito de plantar otro árbol cada uno de nosotros, que nos encargaremos de cuidar el resto de nuestras vidas. Y cuanto más adultos nos venimos haciendo más responsabilidades nos vamos echando encima, siendo el regalo más preciado que recibimos cada vez que cada fin de año plantamos uno nuevo.
Este fin de año, en la madurez de mi vida, presiento que luzco radiante con mi familia, y con ella sembrando felicidad.
Antonio, me parece que describes una manera preciosa y diferente de celebrar la Navidad y bastante más productiva que el consumismo al que estamos habituados. Un bosque es el regalo más hermoso que se le puede hacer a un hijo. Suerte!!!
Una navidad natural, de naturaleza. Hoy día ya está protegido y no se permiten cortar los árboles. Y sí, una familia que cree en la madre naturaleza más que en cualquier otra creencia inventada. Muy bien escrito.
Una verdadera navidad con un sentido protector de la Naturaleza. Me gusta su fondo.
Recibe mis saludos.