DIC61. ANTONIO SE PROPUSO NO CELEBRAR AQUELLA NAVIDAD, de Mª del Rosario Val Gracia
Cuando era un niño no sabía lo que esas fiestas encerraban, ahora de mayor se cuestionaba… porqué precisamente en Navidad a sus padres les preocupaba tanto traer a la abuela a casa, para luego aparcarla todo el año en la residencia. Tampoco se explicaba la repentina amabilidad de los del quinto.
Se preguntaba porqué siempre en Nochebuena, se cenaba lo que parecía un bebé recién salido del vientre de su madre… dormidito en una bandeja.
No comprendía lo del abeto muriendo lentamente y sin remedio fuera de su hábitat.
Porqué cada Navidad, algunos de los muchos regalos que traían los Reyes Magos a sus hermanos y primos, terminaban en el desván sin estrenarse, y algún otro, pasada la época en la que ya no les hacía tanta gracia, abandonado sin piedad en la calle.
No entendía que atiborrasen al frigorífico… días después mucha de esa comida iría a parar a los contenedores de la esquina.
Tampoco entendía el despilfarro de luz y de colores… cuando a pocos kilómetros de allí, había gente viviendo a oscuras, gente pasando penuria.
Y porque así pensaba y lo proclamaba, le llamaban rarito. Como si él estuviera diciendo algo que no fuera cierto…
Pues lo que dice es muy cierto, y además demuestra que era un niño inteligente y coherente. Pero eso. realmente es raro.
Saludos y suerte Mª del Rosario.
Mi Antonio es un poco raro lo sé, pero pienso que todos deberíamos ser un «poquito» como él. ¡Ay si existieran más Antonios, otro gallo cantaría!.
Gracias por comentar.
Un abrazo.
Antonio tiene mucha lógica en todos sus razonamientos, a ver si aprendemos algo de él, porque la navidad tiene más de todo lo que mencionas en tu relato que de otros componentes. Un saludo y gracias por sacudirnos la conciencia un poco, Mª Rosario.
Gracias Ana, esa es la intención de Antonio… sacudirnos la conciencia.
Me ha dicho que con este relato, no pretende otra cosa.
Un beso.
(Por cierto, te llamas como mi hija).
Olé por Antonio; estoy con él.
Derrochamos demasiado en estas fiestas sinpensar en el verdadero espíritu de las mismas.
Genial relato.
Aplausos para la autora.
¡Towanda!….siempre me sorprendes
Gracias por animarme. Eres un cielo.
Un beso.
Hola Ana, tienes razón, corren malos tiempos para el «malgasteo». Aún así la frugalidad casi nunca hace acto de presencia en una sociedad tan consumista como la nuestra.
Un beso y encantada por tu comentario.
¡cuanta razón encierra este relato!, las incongruencias navideñas que diluyen el autentico sentido de la celebración.
Gracias por tu comentario.
Un saludo.
Hola, Rosy! Pues verás, yo como no malgasto nunca nada, no puedo estar en desacuerdo con Antonio. Si TODOS empezásemos por nosotros mismos no estaríamos avocados a contemplar tanta miseria (sobre todo moral).
Un abrazo 🙂
Seguro que de conocer a Antonio harías muy buenas migas con él.
La pena Sbm, es que las ciudades ya lucen como siempre, los abetos al calor de la calefacción, ya adornan salones. Muchos de nuestros mayores, dentro de nada, temerán «su vuelta», los lechones y lechales invadirán cocinas, algunos perritos regalo navideño, perecerán el próximo verano en las carreteras españolas, … ¡en fin!
Gracias por venir hasta aquí…
Un abrazo tan grande como mi pinar.
Hola, amiga-de-la-que-me-siento-orgullosísima (¿a que parece un nombre lakota?)
Es un gran relato. En este caso raro tiene su acepción de excepcional. Hay muchos niños así pero, por desgracia, la mala educación, el mal ejemplo de los que les rodean a menudo destruyen su empatía.
Yo recuerdo siempre la Navidad de 1956, cuando sin haber cumplido aún los 6 años, encabecé una protesta secundada por mis hermanos (5 y 3 años recién cumplidos) y nos negamos a comer carne porque nos habían regalado un cordero que, «misteriosamente» había sido devuelto a su madre. No nos lo creímos y esa Navidad hicimos huelga de no comer carne. Mis padres no volvieron a aceptar un regalo de un animal vivo. Con el tiempo, ese rescoldo ha dado paso a mi forma de vida vegana
Mercedes… ¡qué grande!
Quizás estés dando con el famoso motivo por el cual las fiestas navideñas se asocian a discusiones familiares, por esa visión que el niño del relato tiene: la hipocresía del amor impostado. En fin, triste lo que narras. Hay Antonios por el mundo, no te quepa duda.
Pocos Antonios, Ximens, pocos…
Agradecida por tu opinión.