NOV145. LA CIUDAD DEL FIN DEL MUNDO, de José Muñoz Albaladejo
 La ciudad del fin del mundo se alza prodigiosamente sobre un  terreno desconocido. Su ingente verticalidad se impone ante sus gentes  como un cruel tirano. Nadie sabe cómo llegó allí y nadie sabe cómo  salir. Nadie queda en ella que recuerde cómo es el Sol o la Luna. De  aspecto enfermizo, brillantes como el fuego, los edificios de la ciudad  ya no dejan ver el cielo. Sus luces permanecen encendidas sin cesar.  Abierta veinticuatro horas, la ciudad del fin del mundo no descansa  nunca. Ante este panorama, no es de extrañar que sus habitantes caminen  por las calles como muertos, sin alma, sin rumbo fijo. Simplemente  caminan. La ciudad los sobrecoge, los atemoriza. Se repliegan sobre sí  mismos y allí permanecen encerrados para siempre, desde que nacen hasta  que mueren. Nunca fuimos tan pequeños ni estuvimos tan muertos como  ahora.  Las formas de la ciudad se alteran, se distorsionan los  paisajes, los colores cambian y las perspectivas nos engañan.  Impotentes, vagamos por la ciudad del fin del mundo como quien ya no sabe a dónde ir: sin  hacer camino a cada paso, solo repitiendo el mismo una y otra vez, una y  otra vez, una y otra vez.
						
						

A medida que lo iba leyendo me iba dibujando una viñeta de cómic y luego otra, y otra, hasta ver a las personas deambulando sin rumbo por el mismo camino (¡qué contrariedad tan buena has logrado!). Enhorabuena de verdad. Un placer leer y ver tu relato.