73. Superhéroes en tierra hostil (Alberto BF)
Bassâm no coleccionaba cromos de superhéroes, como el resto de sus compañeros en el orfanato de Nasiriya. Nunca valoró esos estúpidos disfraces, ni esas máscaras infantiles que ocultaban el rostro de vete a saber qué embaucador fracasado con necesidad de gloria “anónima”.
No, Bassâm no era así. Él era más de hazañas cotidianas, de mirar a los ojos a los adultos que de cuando en cuando aparecían por su destartalado edificio y radiografiar sus emociones, o de calmar con frecuencia el dolor de sus compañeros, enfermos de soledad, con una descarga indispensable de cariño. La criptonita para otros, él su energía ya la traía de serie.
Por eso la primera vez que vio a Farid supo que, tras una apariencia corriente, se ocultaba un ser sobrenatural con una fuerza interior fuera de lo común. Era diferente al resto, se trataba de un titán camuflado en cuerpo frágil que con sus grandes dosis diarias de vitalidad devolvió en pocas semanas la ilusión y las ganas de vivir a las veintiocho criaturas con las que convivía.
Actitudes tan subversivas molestaron a los villanos de la zona. Desgraciadamente, Farid nunca tuvo blindaje antibalas ni capa acorazada, para júbilo de los cobardes.
Nos muestras la otra cara de la vida: la de la cobardía, la bajeza moral, la cara de los villanos con toda su ruindad. Son la manzana podrida que estropea todas las demás. Y lo peor es que están por todas partes: en nuestros barrios y en nuestros colegios, desde la más tierna edad. Como las malas hierbas perduran en el tiempo sin que hallemos una vacuna que nos proteja de esta epidemia tan difícil de erradicar.
Me gusta la reivindicación de tu texto, a los que todxs debemos de sumarnos.
Un saludo, Alberto.
Hola, Manoli. Disculpa que no haya leído hasta ahora tu comentario, el cual te agradezco mucho.
Desgraciadamente, en días como el de ayer se pone de manifiesto que esta epidemia se sigue extendiendo, pero no podrá acabar con nosotros.
Un abrazo.