106. DULZURAS
Coge aire, piensa un deseo y sopla las velas. 7, 8, 9, 10… cada año una más. Como tiene que ser. Sus amigos aplauden, su madre le besa cariñosa y su abuela se seca una lagrimita del ojo. Del derecho. El izquierdo lo perdió durante la guerra y por ese no llora, lo que a Santi le hace muchísima gracia.
Don Santiago recuerda con orgullo y nostalgia esos cumpleaños y su infancia feliz. Tardó años en darse cuenta de que, una vez sopladas las velas y hecha la foto, lo que su madre ponía para merendar eran galletas maría y leche aguada. ¡Qué bien imitaba la nata y las guindas! ¡Como presumía él de sus tartas de chocolate (barro, ahora lo sabe) y sus San Marcos de barniz!
Uno de sus deseos recurrentes en esos años era conocer a Superman o Spiderman. Ahora, mientras contempla a su nieto tomar un trozo de Selva Negra de la pastelería más prestigiosa de la ciudad, se congratula a si mismo por haber sido el hijo de una Super Woman
Tan lleno de dulzuras como de ternuras. Muy buena propuesta, Aurora.
Suerte y besos.
Mujeres que son capaces de sacar petróleo de las piedras, de dar a un niño lo que más necesita: ilusión, aunque sea con los medios más precarios. Tu protagonista tampoco decepciona, al cumplir a la perfección aquello de «es de bien nacidos ser agradecidos». Él por su parte, como no debe ser de otra forma, da lo mejor a su nieto y valora que lo ha tenido más fácil.
Un relato entrañable, acorde con el título.
Un abrazo y suerte, Aurora