8. ALERTA (EDUARDO MARTÍN ZURITA)
Mientras los seres sin labilidad duermen la siesta, él deposita, atento, la cabeza sobre la almohada. Las sístoles salteadas golpean en su conducto auditivo, adentrándose por entre las exóstosis, que sabe que son como un corcho puesto en una botella. Y los acúfenos un clamor parecido a un oleaje loco percutiendo contra la roca. La angustia le hace predisponerse al infarto, nunca masivo como un solo de batería, para poder continuar con sus exploraciones. La ataraxia le embroma. La ataxia le gobierna. Nota que le taladrará el trigémino y dolerá, dolerá muchísimo; más que un ojo atravesado por un alfiler. En el rabillo de los suyos ve destellos, y en la mirada advierte una gran gama de fuegos de artificio que evolucionan caprichosos en un cielo muy oscuro. La víbora de la esclerosis le muerde. Se necrosa. Hasta la última de sus celulillas va cuarteándose como la tierra africana, en el tiempo de sequedad virulenta, recorrida por el sombrío cangrejo. Sube galopante su tensión lo mismo que una columna de humo ardiendo; se asfixia, cadáver ya, sobre las tres y media, de un entrevisto derrame cerebral fruto del viaje al interior de su quebradizo organigrama biológico. Rendido, se duerme. Parece.
¡¡Oh!! Magnífico como cuentas ese viaje de no retorno.
Enhorabuena.
Hola, Sara.
¡Oh, oh, oh! Esta sí que es buena. Tenerte por aquí, por mi humilde rectángulo, y con esas palabras que me dices salidas de una boca en un rostro tan sugestivo, tan bello. Te agradezco esas palabras, no puedes imaginarte la fuerza que me confieren, viniendo de tan gran escritora como lo eres tú.
Un beso agradecido y felices estivales vacaciones. Muy felices.
El último viaje, ese inexorable que nos espera a todos, cuando el soporte orgánico que nos sustenta falle, viene plagado de señales previas, que pueden ser delimitadas con variada y rica terminología médica, con la que has aliñado este magnífico texto. Todo ello sucede mientras los allegados del protagonista, duermen la siesta, ajenos a todo, igual de caducos que él, aunque aún no les ha llegado el momento. Ya dicen que al final siempre estamos solos. Esa es también la idea de mi propuesta este bimestre.
Decir que se trata de un relato muy trabajado sería quedarse corto. La descripción detallada y a ratos casi poética, como esa cuarteada tierra africana, convierten el resultado en una interesante mezcla.
Un abrazo y suerte, Eduardo
Ángel, mi buen, mi gran Ángel, el escritor encomiable, el exégeta prodigioso.
He jugado a contraponer la teórica placidez de una siesta despreocupada con esa otra versión, no por ingrata, menos real del ser carcomido, seguramente terminal. En la terminología, el contrapunto de los términos médicos con la prosa poética. Como has captado, faltaría más.
Tienes razón en lo de la soledad, toda, y nada más y nada menos que la razón. Por estar solos, hasta a la hora de escribir así nos encontramos, aunque emborronemos folios en un café o en el banco de un parque.
Agradezco en lo que valen tus palabras, pues valen mucho, y significan también mucho para mí. Me envalentonan humildemente.
Felices vacaciones cuando te alcancen y que seas por siempre feliz y que lo veamos y lo leamos. Un abrazo muy muy fuerte.
Hola, Juan, siempre dilecto.
Lo que mola es tu prosapia, tu magna sabiduría paseada como siempre con acierto. Como nunca tan oportuna. Me he esforzado, sí, y a juzgar por tus palabras, con mejor resultado que nunca. benditas palabras de un ser bendecido y/o bendito. Uno hace lo que puede y nada más. Busqué los contrastes entre la plácida, reconfortante siesta, para unos, y lo terrible que puede resultarle a otro que está a lo que está, que le importa lo que le importa. Los bellos términos médicos, tan acústicos (aunque el cachondo aquel dijera que eran palabras en griego o en latín con las que los médicos nos asustan), al lado de las metáforas que entroncan con la poesía. Si el logro te ha parecido tal, ya me vale. Me vale mucho. Es un honor ya en sí mismo considerado.
Un abrazo cum laude y provechosas vacaciones o, mejor dicho, pretervacaciones. Todo ello con mi admiración ilesa, perenne.
Eduardo, duro relato en el que nos describes, lo terrible que es lo que le ocurre al protagonista, con fatal desenlace, durante lo que debería ser una plácida siesta. Todo un viaje interior, por su deteriorado cuerpo, que detallas con abundante terminología médica, paso a paso.
Sin palabras me has dejado. Ya no será lo mismo la ansiada siesta.
Felices vacaciones y mucha suerte, aunque sé que no la necesitas.
Besos apretados.
Hola, Pilar.
Duro como la vida misma el relato. Lo que para unos es de una manera, para otros lo es de otra muy diferente. Como si habitaran en mundos diversos. Con o sin fatal desenlace.
Mi suerte es teneros, como a ti: ENTC se ha convertido en una costumbre en mi vida. Espero que tus siestas continúen, si te echas, siendo placenteras. Y sin palabras no quiero dejarte, aunque de eso andas más que sobrada y puedas sufrir un repentina ausencia. Y de sabiduría. Y de imaginación, maestra de haikus, poeta. Ojalá la suerte que no me deseas, por presuponerla, te acompañe siempre a ti, en tus vacaciones y fuera de ellas. Siempre.
Un beso oriental.
Un viaje al interior de un cuerpo carcomido por la enfermedad. Con bisturí de neurocirujano diseccionas las palabras y con escarpelo forense remueves nuestras entrañas. Enhorabuena, Eduardo, espléndido relato. Si fuera jurado, sin dudarlo, lo trasplantaría al libro. Abrazos y suerte.
Hola, Salvador.
De qué manera has dado en la diana. Estoy siempre conque un texto es del lector en cuanto se publica y, desde ese instante, su opinión es la que cuenta. Un viaje el interior de un cuerpo carcomido por la enfermedad o no, es decir, cabe también que estemos ante enfermedades imaginarias, ante un hipocondríaco, que se está recreando en tales enfermedades y sufre como ninguno, casi hasta la muerte. Sea lo que el lector quiera o vea, a su gusto.
Lo del libro se agradece, ya sois dos, y con mucho peso específico a mi parecer. Seguramente yo haría lo mismo con tu relato, tan metafórico, como lo califico en el comentario que te dejé.
Bueno, pues eso, que gracias, y unas felices vacaciones estivales si las tienes. Y a ser feliz y a tratar de parecerte a tus sueños.
Un abrazo así de grande, intenso, inmenso.
Hola, pero cuánto madrugamos este mes!!
No estoy en condiciones de añadir nada a lo que ya, tan acertadamente, te han dicho. Bueno, sí, sólo una cosa: yo también voy a necesitar Agua del Carmen.
Menudo homenaje te has pegado esta vez, amigo… felicidades y suerte.
Hola, J. Ignacio.
Madrugo casi siempre, es uno de mis tantos defectos. Soy un prisillas, vaya. Eso sí, espero morirme tarde, añudo y poco achacoso, de muerte natural, dulce, porque todas las muertes son naturales aunque quizá ilegítimas.
Mejor un «pelotazo», un cubata, un combinado, lo que quieras antes que Agua del Carmen.
El homenaje lo tengo con vuestra presencia y vuestras palabras, aunque el calor me haya envalentonado al parecer.
Gracias y felices vacaciones veraniegas. Y un abrazo grande.
Caray, Eduardo, menudos temas te atraen. He preferido no buscar el significado exacto de algunas palabras no demasiado habituales fuera de su entorno de uso, si se dice así. No me hace ninguna falta, se entiende perfectamente. Además, así se capta mejor la musicalidad de algunas frases y se disfruta más drecorrido por tu texto; magnífico, como tienes por costumbre. Poco más puedo decir. Solo que muchos saludos, un abrazo y suerte (estoy desconocido).
Hola, Jesús.
Tienes razón, me atraen los temas digamos kafkianos. Pero más que otra cosa por la pretensión de ser original: salirme de lo acostumbrado. No es malo tu proceder, no hay que buscar las palabras pues o hay una metáfora que las explica o el propio contexto en el que están insertas y se desenvuelven. Lo de «magnífico» y el «como tienes por costumbre» me prestan fuerzas para seguir escribiendo. No te creas, dices mucho y si no mas, acaso sea por el calor.
Gracias por haberte pasado y un abrazo muy entrañable y, de nuevo, felices vacaciones.
Muchas veces me he preguntado yo, ignorante en medicina, cómo reacciona nuestro cuerpo ante ciertas enfermedades terribles, lo que lleva a que un virus se mute en otro y se propague velozmente. Parece una frivolidad lo que voy a contarte, querido Eduardo, pero ahora, que estoy tratando de eliminar una gripe impertinente, me sobrevienen muchas preguntas sobre esa y otras enfermedades, realmente graves. En tu texto me sobrecoge esa última palabra: «parece». ¡Tantas veces parecer dormido se convierte en una terrible noticia!
Enhorabuena por este relatazo, Eduardo.
Besos y abrazos.
Hola, María José.
La gripe no podrá contigo ni de coña. Eres grande, eres fuerte. Me consta. Y voluntariosa. Eres atómica. Eres música. Y eres muy sagaz. Pues sí, en ese «parece» seguro que reside la clave de bóveda del relato. Ese colofón a descifrar, que pones de relieve, con tu instinto altamente literario. Lo de «relatazo» de veras que lo agradezco, no podrías imaginarte en qué cantidad o medida, pero es así, me inviste de una fuerza desmedida, me abre el apetito de agradar, de deslumbrar si me alcanza.
Un besote de los enormes y, de nuevo, felices vacaciones.
Hola Martín. No voy a engañarte, me has dejado de piedra. Me encanta que me hagan investigar palabras y te has quedado a gusto con esos tecnicismos médicos, que has sabido encajar a la perfección, cual relojero experto, en el mecanismo de un relato minucioso de precisión milimétrica. Suscribo el clamor popular: al libro de 2017 directo. Merecidas felicitaciones y abrazos veraniegos.
Hola, Ángel, Barceló.
«Despetrifícate», porfa. Bueno, bueno: ojalá lo del libro. Lo que me gusta es que te haya gustado el relato. La palabra «perfección» me colma por entero. «Precisión» también. Gracias, amigo, generoso amigo mío. Lo del «clamor popular» ya consigue extasiarme «minuciosamente».
Tu relato podría acompañarle, en mi opinión, con todo merecimiento. De modo que te felicito de nuevo desde aquí. Ganas con cada impulso. Me encanta que sea de esa manera. Gozo leyéndote, disfruto de lo lindo. Abrazos veraniegos para ti, campeonísimo.
Un tremendo preámbulo de la muerte que duele tan sólo de leerlo. Me imaginé a una persona mayor que siente todas esas terribles cosas y no puede siquiera pedir ayuda a los suyos, esos seres sin labilidad que lo más probable es que estén durmiendo la siesta a un palmo de él y se den cuenta de todo cuando ya sea muy tarde.
Más que bien usada esa jerga médica (mi viejo era médico, así tengo el oído bastante entrenado en ese aspecto). Te felicito, MARTÍN.
Cariños,
Mariángeles
Hola, Mariángeles.
Pues si te imaginaste una persona mayor, sea; saber imaginar rematadamente bien. Pero hay personas jóvenes, o maduras, muy tocadas, muy carcomidas. Parece que cuadra mejor una persona mayor, pero que cada cual imagine lo que quiera, de lo más libremente. Los seres sin labilidad, los mundos contrapuestos, antagónicos tantas veces. Y ese viaje del otro al centro de sí mismo, a los tiras y aflojas de la carne, a la auscultación casi del alma.
Tu padre era médico, seguro que por eso no enfermas tú. No enfermes nunca, por favor.
Gracias por tus felicitaciones. Y un beso que sea capaz de nadar hasta tu rincón favorito.
Hola, Eduardo.
Este mes te has abierto en canal con esos términos del argot médico y esa lírica que tan bien manejas para hablarnos de un enfermo terminal (tal vez de esclerosis) y del duro viaje que, ineludiblemente, ha de emprender solo y no con la paz que sería deseable.
Y consigues que, tanto las palabras médicas como la lírica, duelan…, que palpemos la angustia de tu personaje.
Es sobrecogedor cuando dices «La ataraxia le embroma. La ataxia le gobierna. Nota que le taladrará el trigémino y dolerá».
Te deseo mucha suerte.
Unos abrazos abiertos como soles.
Hola, Towanda.
Me he abierto en canal, sí; se conoce que necesitaba hacerlo así. La terminología médica me fascina, acaso sea un galeno frustrado por el pésimo asimilar mío las «ciencias». Es palpable su engarce, en el texto, de dicha jerga con la prosa poética. Como la contraposición del mundo de los sin labilidad con el de los muy nerviosos o inquietos o inquietados o muy enfermos.
El beso fuerte que te dejé en tu comentario, lo amplío poquito a poco y por partes para que te llegue más potente todavía.
Eduardo, podemos verlo apagarse poco a poco gracias a la minuciosidad de detalles tan concisos y acertados que ofreces. Este viaje ultimo lo has bordado. Suerte y abrazos
Hola, Calamanda.
Repito muy a menudo la misma cita de Sthendal: «Sólo en los detalles hay originalidad; sólo en los detalles hay verdad». Y si son concisos, mejor que mejor. las formulaciones que tienden a generales explican poco, resultan poco elocuentes. Me encanta que te haya gustado este último viaje, que, a tu entender he bordado; lo cual me llena de fuerzas.
Un beso muy grande y felices vacaciones estivales.
Hola, Eduardo. Menudo arte te das para describir al detalle todo el proceso; tan real que he sentido una enorme penita. Ya se me iba a escapar hasta una lágrima… Te lo has currado. Siempre digo que lo que hace vibrar funciona. Un abrazo y suerte.
Hola, María José.
Los detalles son fundamentales, y tienen que ser precisos. A esta pauta me atuve al redactar el texto. Sí, es verdad: la realidad suele terminar dando penita, como sucede también en tu relato, que lleva también a la lágrima o a las lágrimas desatadas, en el tuyo mezcladas acaso con la rabia. Bueno, creo que sí, sin falsa modestia, que me lo he currado de lo lindo. Como creo que tú también y la gran mayoría de nosotros los entecianos, que no mandamos nada por el mero hecho de manda. Me encanta que, aun con fondo triste, el relato te haga hecho vibrar (tu texto a mí también), como espero, insisto, tus vacaciones estivales. Un beso muy fuerte. Y muchas gracias por tu comentario.
Llevo días intentando encontrar palabras para glosar tu relato… Y todo para quedarme con lo que pensé la primera vez que lo leí: «Dolorosamente bello». Duele leerlo. Duele sentirlo. Es una maravilla.
Enhorabuena y mucha suerte, Eduardo.
Hola, Nuria.
La maravilla lo eres tú, que te tiras días buscando palabras con las que glosar unos humildes renglones. Si son una maravilla para ti, si son dolorosamente bellos, si duele sentirlos, es que has leído el texto con suma atención. Y la enhorabuena es para ti como lectora introspectiva que eres.
Gracias por tu comentario y tus buenos deseos. Un beso fresquito y felices vacaciones veraniegas, muy muy felices y provechosas.
Eduardo, un relato que no deja indiferente, con ese final tan inesperado en mi caso. Muy coseguido. Felicidades y suerte.
Besicos muchos.
Hola, Nani.
Un gusto volver a encontrarme contigo, aunque no te ponga cara; seguro que la tienes muy guapa. Me colmas hasta el tope del ahogo ataráxico con «muy conseguido». Ese final inesperado, y que no deja indiferente, ya lo apuntó Mª José Viz, y está en el texto. Verás, me gustan los relatos con plurales interpretaciones. Una primera inmediata y otra más profunda, más sagaz, más mediata. El personaje de mis renglones es un «malade imaginaire», es un hipocondríaco. Ya lo insinué en alguna respuesta a cierto comentario. No se ha muerto, vaya, se ha dormido. O quién sabe. Es un final más que abierto con el que has conectado. Nada conclusivo. Gracias por ello. Besicos muchísimos y que deseo refrescantes. Felices vacaciones, Nani, y muchas gracias por tu comentario.
Martín, narras magistralmente ese viaje por el interior del cuerpo.
Suerte y saludos.
Hola, Blanca.
Tú sí que eres magistral. Es un viaje al interior, ciertamente terrorífico. Gracias por tu comentario, un beso muy fuerte y muy felices vacaciones estivales. Bueno, y siempre.
Se me ocurre, Martín, que dormir es, también, morir, según nos narras de manera tan espectacular y apabullante, pues por un momento se siente uno asaltado del mal, compungido, preso en la red de palabras y términos que van cercando la vida.
Un relato de arquitectura cincelado sobre unos cimientos técnicos impresionantes. Suerte con él. Saludos.
Hola, Manuel.
Alguien dijo que el sueño es un entrenamiento diario para la muerte. Puede que el sueño sea muerte para no vivir dormidos la vida. La muerte es tema tan serio y tan vivo, tan pujante… Lo peor de todo es la muerte en vida, pienso. Y el irse matando uno mismo con el cerebro. Gracias mil por tus comentarios, que alteran mi moral y la instalan muy por lo alto, muy arriba por los suntuosos senderos. Los poemas de tu blog son muy bellos. Un abrazo muy fuerte y felices vacaciones veraniegas.
Colocas tal cantidad de palabras sin sentido para mí que me echas del relato. Tu vocabulario me sobrepasa. No gozo de lo que sospecho que es un divertido relato de un tipo que tiene las cañerías maltrechas que le suenan ante el sueño. En fin, ya sabes, problema mío. Por otro lado muchas gracias por avisarme de las cacofonías, mis exostosis no las detecta. ¿Qué es exostosis?
Hola, Javier.
Bueno, lo del gozo, como todo en la vida, o casi, va por barrios. No te echo del relato, te sales tú solo. Entiendo que la «jerga nosocomial», como dice Juan, es inherente al texto y a la intención del autor. Sin esas palabras, sin sentido para ti, para mí el relato carecería de sentido. No son palabras para el lucimiento personal, antes muerto que sencillo, no, son congruentes, vienen a cuento. Los puntos de vista, lo de siempre. Exóstosis son quistes en el conducto auditivo. Gracias a ti por lo del bloqueo de comentarios y a JAMS por solucionarlo.
Un abrazote.
Guau, Eduardo!! Pedazo de relato!
Preciosa la descripción de un fatídico viaje. Trabajado vocabulario, médico y no médico, con acertadas comparaciones, para irnos metiendo en la evolución del enfermo hasta el fatal desenlace -y acabas con suavidad-.
¡Qué bien contado! (esa tierra africana cuarteándose…)
Me ha encantado.
Un beso.
Hola, M. Carme, por mi tan apreciada, ya lo sabes.
Me encanta que te encante un texto de tema nada agradable que al parecer dulcifica el lenguaje. Lo interesante del relato, en mi humilde opinión, que coincide con la tuya y la de otros compañeros, Ángel Saiz, p. ej., es esa mezcla de la jerga médica nosocomial, que diría Juan Pérez, con la prosa poética, pero prosa al fin y al cabo, esas «comparaciones» que tan bien has detectado y pones en valor. La jerga médica es consustancial al texto porque el protagonista, por su personalidad, acaso patológica, conoce esa terminología. Si llega a fallecer o no lo dejo al lector concreto, pues el texto ya no es mío. pero perfectamente podemos estar ante un hipocondríaco que se termina muriendo al parecer. El final, a mi entender modesto, humilde, es abierto. ¿Se ha dormido, muerto metafórica y dulcemente expresado, o se ha muerto bien muerto? Y el «parece» se justifica porque juego conque las enfermedades sean reales o no: que las esté sintiendo sin padecerlas y recreándose en ese terrible viaje exploratorio de sus entrañas. Muchas gracias por tu comentario.
Un beso así de grande y así de fuerte. Y que todas tus cosas rueden a la perfección. Feliz verano.
Eduardo… me piropeas por jugar con la jerga jurídica (cuánta «j», por Diossss) y resulta que eres un mago que hace malabares con el léxico médico-anatómico-forense y no sé cuántas disciplinas más!!!
Chapeau, querido amigo!!! Además has aderezado la narración con una deliciosa lírica, para que no nos atragantemos ni nos salpique la sangre durante la evolución «in crescendo» del viaje interior de la enfermedad.
Me ha encantado, sí señor!!!
Que disfrutes de lo que queda de verano, Eduardo!
Un abrazo
Marta
Hola, Marta.
Gracias por tu generoso y precioso (cuanto oso anda suelto)comentario. Pues sí, había que aderezar el «enjuague» con imágenes para no cargar las tintas en la términología médica y pasarse de la raya, asfixiando el texto, vaya (hay «aya» donde las haya). En serio, que disfrutes también tú de lo que resta de estío y que lo hagas, y en adelante, con la felicidad junto a la arenilla de los bolsillos de los vaqueros, seguro que arena de playa (si es que el «aya»…).
Martín, es impresionante y desolador este viaje que nos narras. Me has dejado hecha polvo, cosa que no tiene nada que ver con lo bien narrado de tu relato. Felicidades y suerte.
Besicos muchos.
Hola, Nani.
Honorazo que me comentes por segunda vez. Estoy por asegurarte que en la próxima entrega seré algo menos desolador, pero es que ese puntito trágico me puede. Además, y por desgracia, coincide muchas veces con la realidad de las cosas, con los designios de la vida, del «fatum», con lo poquita cosa que somos.
Besicos multiplicados exponencialmente para ti. Y constante felicidad.
Reconozco que a la primera la jerga médica me ha tirado de espaldas. A la segunda, ya con el modo avanzado en On, he disfrutado lo que no está escrito de este duro viaje. Grandísimo relato, Eduardo. Felicidades.
Un abrazo.
Hola, Antonio.
Vaya, tu comentario me alegra por partida doble: que hayas aceptado la jerga médica en definitiva como parte sustancial del texto; te lo ha facilitado poner el modo en On, como tú dices. Y que lo «duro»: la vida está llena de dureza, ceda y de paso a la celebración, para conseguir la misma se escribe, al menos esa es mi intención, tenga el texto tinte alegre o dramático, la de proporcionarnos un género de placer muy alto. Muchísimas gracias por tu comentario y suerte, salud y felicidad para ti eternas. Un abrazo grande.
Eduardo, genial enlace de palabras que te angancha y te lleva al final de un viaje desolador.
Abrazos
Hola, Inés.
Abundando en lo que le digo a Antonio, tu comentarista predecesor: la vida tiene muchas veces tintes desoladores. La literatura, el atinado enlace de las palabras (el arte de juntar palabras, que diría Borges del hecho de escribir)nos ayuda en el viaje vital proporcionándonos una miel para el alma muy nutritiva, de las que más. Gracias miles por tu comentario. Un beso y felicidad sin medida para ti.