40 – Y llegó el final…
Una sirena resquebraja la noche portuaria. Mientras, los viajeros se acomodan.
El barco, cual torre de babel tendida sobre las aguas, parte rumbo a oriente; tres mil personas agitan los pañuelos despidiéndose de su vida cotidiana.
Acunados por el vaivén del mar; nobles y villanos, prohombres y gusanos, compartirán temporalmente su destino, mientras agitan las caderas en clase de salsa.
El sol les uniforma con un elegante tono dorado que lucirán, cual medalla, a su vuelta.
Cada día, en cada puerto, el barco vomita su preciosa carga volviendo a engullirlos al caer la tarde.
El periplo concluye en mismo lugar en que comenzó y entre prisas y sonrisas se produce la diáspora.
Cuando la sirena vuelva a aullar anunciando otra la partida de otra remesa humana, nuestros amigos, ataviados con corbatas, buzos, delantales o uniformes, regresaran a su vida, ansiosos por contar a propios y extraños sus experiencias.
Por una semana todos olvidaron que “cada uno es cada cual”
Marga, si, si, así es, como tu lo cuentas. Suerte y saludos