74. El viaje de Lucas
El Rey Dragón agachó las cabezas. Lucas bajó a través del cuello, usando las escamas del bicéfalo para decelerar la caída. Frente a ellos, el Mar de Niebla se perdía en el infinito. Acababan de llegar de la Tierra del Fuego. Gracias al chico, los dragones pudieron repeler el ataque de los gigantes de cristal. Su Majestad, como recompensa, prometió transportarle donde Lucas quisiera. Pero ambos sabían que el tétrico mar era impenetrable. Para alcanzar la Torre Etérea, se debía atravesar el inmenso azul con el único apoyo de unos remos. Si alguien intentaba hacerlo de otra forma, vagaría para siempre sobre el oleaje, sin encontrar jamás puerto.
Veinte minutos más tarde, Lucas estaba exhausto. El agua semejaba acero líquido. De repente, un sonido tintineante se escuchó en la lejanía. Parecía aproximarse a gran velocidad. Segundos después, una mano se apoyó en su hombro. El chico dio un respingo…
—Es hora de cerrar. Ya has escuchado la campana, chico —le dijo la bibliotecaria con una sonrisa.
Lucas cerró los ojos. Revisó las batallas vividas y las tierras conquistadas, y pensó en los imperios por descubrir. Sonrió. Mañana reemprendería el viaje.
Ojalá todos los chicos y chicas fueran como tu protagonista y leyeran mucho para que su imaginación nunca se atrofiara. Para poder resolver las batallas de la vida.
Muy bonito tu viaje. Sobre todo por lo que implica.
Saludos mediterráneos.
No es mal vagón para emprender el viaje… además, me pirro por los dragones…
Suerte maestro!!
Abrzssss!!!
Un libro siempre será un vieja y la posibilidad real de vivir otras vidas en esta, con unos gastos mínimos.
Muy majo el texto, que se acaba con una sonrisa.
Raúl, que bien representas la maravilla que representan los libros. Suerte y saludos