88. Resurrección
Indefinible edad, patillas descuidadas, cintura en carnes: mi víctima. El peregrino. La vida a lomos de un viejo Cadillac persiguiendo mi fantasma, de fracaso en fracaso, durante miles de millas por los tugurios del desierto, hasta este cruce de la 49 con la 61 para entregar su alma al diablo.
Aún del otro lado, me miro en sus pupilas. Cegadas por el brillo de las lentejuelas y el bourbon barato, miran sin verme; abstraídas en culminar su fláccida erección en la boca de la prostituta que hace las veces de abnegada admiradora, derrama sobre ellas su luz roja el aviso intermitente del camerino.
Tres minutos.
Momento para encarnar mi estrella sin cuerpo en su cuerpo vencido de rey sin reino e insuflar mi espíritu en su sangre desde el más allá. Atusar a tiempo mi tupé ante el espejo y aceitarlo.
Al ritmo de Jailhouse Rock, ya soy en él cuando pisa el escenario. Son mis caderas las que vibran enfundadas en su traje de ajustado satén. Prehistórico pájaro blanco abre sus alas. El público enloquece. Estoy vivo de nuevo.
“Tell me dear, are you lonesome tonight?”
No temas, nena, baila conmigo bajo el cielo de Memphis.
Hola, Manuel.
Nadie puede (o debería no) sentirse triste ni solo esta noche en Esta Noche te Cuento si lee tu texto. Un espléndido homenaje al gran Elvis de tu pluma y por su garganta y caderas resucitadas que nos acompañan una vez más. Dos temas magníficos «Jailhouse Rock» y «Are you lonesome tonight?», para qué más y mejor exponente. La descripción del cantante fracasado al que Elvis Presley, El Rey, presta cuerpo y voz, ese peregrino, su víctima (esto es supergenial) es para quitarse la chistera. La propia de Elvis también. La tensión dramática es galopante y la atmósfera del relato conseguidísima. El lenguaje es del todo congruente con la intención perseguida por ti, el autor: un Elvis que le hace un favor a su víctima, tan poca cosa, insuflándola su genialidad, y al tiempo se sirve de ella, de la víctima, y, redivivo, triunfa nuevamente. A quién no le gustaría ser así victimizado. «El público enloquece. Estoy vivo de nuevo», nos asegura, nos aseguras. Era cierto aquello de que los viejos roqueros nunca mueren. No era una leyenda urbana. Mi más muchísima exponencial enhorabuena y feliz estiaje. Un abrazo muy fuerte.
Martín, puedes estar seguro que con tu espléndido comentario voy a bailar todo el rato al ritmo del incombustible Elvis. Me alegra mucho que halles tan acertado lenguaje y ritmo dramático, pues ha sido una ardua tarea encajar las piezas de manera que fluyera el más allá con espíritu de rock en el presente decadente del peregrino.
Cuarenta años después, Elvis sigue vivo y esperando víctimas para poder revivir al ritmo de sus caderas.
Muchas gracias por tus generosas palabras. También te envío un fuerte abrazo estival.
Aunque no soy demasiado aficionado a Elvis ni a todo lo hortera que parece rodear su memoria y las acciones de muchos de los que lo idolotran, sí que disfruto con bastantes canciones suyas -imposible negarlo-, incluso con las demasiado edulcoradas para mis oidos mal acostumbrados. Lo que no tiene nada de edulcorado es tu maravilloso texto. ¿Qué más se puede decir después del magnífico y cariñoso comentario de Eduardo? Pues que enhotabuena, suerte y saludos.
Cierto, Jesús, Martín me ha puesto a bailar con paso de rock. Da gusto entrar en la página y encontrarse con vuestros comentarios. Te agradezco también tu amabilidad. Yo tampoco soy nada mitómano y, aunque me gustan muchas canciones de Elvis y sobre todo, el ritmo del rock and roll, ni de cerca despliego el entusiamo de uno de sus fans. Sin embargo, me resulta muy curioso todo lo que envuelve la leyenda que lo proclama vivo.
De vuelta, un abrazo grande con ritmo, Jesús.
Manuel, lo primero decirte que esta resurrección es genial. Y empezando por ese acertado título. Ya que eso es lo que ocurre cada noche en muchos clubes y antros de Memphis y otros lugares del mundo. Cuantos artistas ya en decadencia, incluso el mismo Elvis, que dicen que no ha muerto, resucitan cada noche al Rey, y esos cuerpos vuelve a contonear las caderas. Y por un instante se sienten eso, reyes de la vida. Aunque la realidad sea la descrita por ti en el primer párrafo de una manera admirable.
Un texto que encierra el sabor de las buenas letras utilizadas y administradas por el genial ritmo de tus manos al escribirlas.
Muy bueno, me ha gustado.
Un abrazo, Manuel.
Hola, Javier, qué bueno verte por aquí, tus palabras siempre generosas para con mis letras, son una alegría. Me satisface que te guste y que hayas apreciado el ritmo, porque le he dedicado mucho tiempo a pulir ese engranaje para que el paso de cuerpo ausente a cuerpo presente no chirriase y resultara fluido dentro de esa atmósfera tan especial. Leyendo tu comentario siento que ha merecido la pena trabajarlo tanto.
Te mando un abrazo grande; gracias, Javier.
Manuel, los compañeros te han dicho tanto y tan bueno sobre tu relato, que solo puedo decirte que «El Rey» ha vuelto. Tras su «Resurrección» le deseo ¡Larga vida al Rey!
Enhorabuena por un relato tan especial.
Besos apretados.
Recién llegado de tu relato, donde te he dejado un abrazo grande, vengo a este mío a dejarte un beso apretao, Pilar. No podemos negar que son placenteras nuestras letras. ¡Larga vida a las palabras!
Manuel, no es la primera vez (y espero que no sea la última) en que te leo, y siempre llego a la conclusión de que escribes muy bien, que me gusta lo que ofreces a los lectores. Esta «Resurrección» no defrauda, en absoluto. Muchas veces he pensado en el efecto «mito», en cómo un personaje, al morir físicamente, se convierte en una especie de ser sobrenatural, lleno de perfecciones. Es muy curioso. Te agradezco que me hayas traído esa reflexión.
Un abrazo fuerte.
Hola, Mª José, me alegra mucho que aprecies las letras de este aprendiz entusiasta de microrrelatista. La historia responde a la curiosidad que despierta en mí el poder que ejercen los mitos sobre las masas, que incluso después de muertos, su imagen sobre la sociedad se agranda y se perfila eterna e indestructible.
Gracias por tus palabras, un abrazo grande.
Manuel, está fenomenalmente retratada la actitud del idolo. Suerte y saludos