100. Destinos.
Después de trescientos kilómetros recorridos apenas hablando del tiempo y del tráfico nos dimos cuenta de que nos habíamos olvidado la conversación. Ya era tarde para dar la vuelta, así que decidimos continuar confiando en que aparecería.
Al llegar al hotel rebuscamos en las maletas pero nada, allí no estaba. No apareció, como tampoco aparecieron las bromas, ni las risas, ni las miradas cómplices. Faltaba también la libido, ni rastro, aún contando con total intimidad, silencio y jacuzzi en la exclusiva suite.
Salimos a cenar y por momentos parecimos haber recuperado el diálogo. Un espejismo: entre familia, trabajo y dudas las frases se fueron acortando hasta convertirse en monosílabos. Acabamos nuestros platos fijándonos envidiosos en otras parejas que sí disfrutaban. ¿De qué hablarán? ¿De qué se reirán? ¿De nosotros, tal vez?
Convencidos de la complicidad del alcohol pedimos unas copas. La música atronaba en aquel local latino, y tras varios mojitos bailamos, reímos y creímos volver a ser aquellos veinteañeros que bailaban y bebían durante horas sin dejar de hablar, de besarse, de acariciarse, de contarse cosas, de vivir…
Durante el desayuno hablamos de futuro y de nuevos destinos: a partir de mañana cada uno buscará el suyo.
Oh que penita…ni siquiera había un recuerdo en el que recrearse y por el que poder tirar del hilo de nuevo?
La rutima es la única que puedé matar al amor. Lo has reflejado muy bien en tu relato. Suerte y buena noche.
Así es Mercedes, la rutina en algunas ocasiones nos da seguridad y en otras nos devora.
Gracias por tu lectura y por tu amable comentario.
Y quizás sea mejor así. Bienvenido a ENTC, Álvaro. Me gusta tu propuesta. Suerte y saludos.
Gracias a vosotros por la oportunidad y por vuestra amabilidad.
Gracias a vosotros Jesús por la oportunidad y por vuestra amabilidad.
Alvaro, triste realidad contada con ingenio y originalidad. suerte y saludos
Muchas gracias Calamanda, un cordial saludo.