102. VACACIONES EN LA COSTA (Margarita del Brezo)
Querido padre:
Por fin estamos en la costa. El viaje fue más complicado de lo previsto. Belinda sufrió una indigestión, ya sabe cuánto le gusta el pescado, y Rosaura se lastimó el hombro arrastrando su pesada maleta, como es tan presumida…
El hotel es precioso, del color de las gaviotas, y con unas puertas que se abren solas al acercarte. La calle está plagada de bares, ¡y todos llenos, no vea qué ambiente! Desde luego hambre no vamos a pasar. También hay infinidad de tiendas con sombreros y cremas para protegerse del sol, libros blandos y alargados con muchas fotos y flotadores enormes que, por lo visto, son la última moda. Belinda ha comprado uno con forma de delfín y ya son inseparables. Rosaura no ha podido resistirse a una pamela de flores. Y yo le llevo unas postales del pueblo. Le van a encantar.
Por la tarde estuvimos en la playa. La gente se quedó petrificada cuando nos quitamos la ropa. ¡Cualquiera diría que no han visto nunca una sirena! Después de nadar un par de largos, nos fuimos a pisar asfalto, ¡es divertidísimo!
Le seguiremos contando.
Ah, no olvide tomar sus pastillas.
Su hija que le quiere
Norberta
Y suerte tuvieron las bellas Belinda, Rosaura y Norberta de que no les pasara lo que a muchos de sus «congéneres» cuando, accidentalmente, recalan en la costa y tienen la desgracia de que los bañistas, aun con buena intención, se abalancen para tocarles y jugar con ellos, produciéndoles estrés y causándoles daños irreparables e, irremisiblemente, la muerte. Aunque me da que me he puesto demasiado serio, tu texto me gusta y me resulta muy simpático. Enhorabuena. Suerte y un saludo, Margarita.
Jesús, estás al pie del cañón, en verano y en invierno, haga frío o calor, así que puedes ponerte todo lo serio que quieras. Y no me cabe duda de que tienes toda la razón, además. Por suerte, como dices bien, esto es puro cuento, de los de final feliz.
Gracias, como siempre, por el tiempo que dedicas a leer y comentar.
Un cálido saludo.
Me ha sorprendido el final. Estaba esperando que estuvieran en una playa nudista llevando como atuendo solo un flotador.
Genial!!!
Esa tampoco es mala idea, aunque estas pobres sirenas lo tienen complicado. Me alegra que te haya sorprendido, María Dolores, o mejor dicho, ¡campeona! Enhorabuena otra vez y muchas gracias por pasarte por aquí.
Hola, Margarita.
El viaje entronca a la perfección con el género epistolar, tan, por desgracia preterido: contar lo que se ha visto y se ha oído de primera mano. Tu texto es el de una prosa robusta, y con pinceladas muy originales, que pasa de narrarnos la sorpresa de Belinda, Rosaura y Norberta (qué nombres tan preciosos)ante el ambiente de una ciudad o pueblo playero a la sorpresa mayúscula de los bañistas y de nosotros los lectores. Esta carta al padre de la sirenita Norberta no tiene desperdicio. Mi gran enhorabuena por ella, un beso y feliz lo que queda de verano.
Me admira la capacidad que tienes para ver el lado positivo de las cosas, y de las cartas, y además la generosidad añadida para decirlas. No es fácil, ni lo uno ni lo otro.
Echo mucho de menos las cartas, ese «contar de primera mano» del que hablas; de hecho me animé a participar en «lugares públicos» porque la gente a la que escribía laaargas epístolas (me enrollo, y de qué manera cuando conozco al receptor de mis letras) no paraba de repetírmelo.
Pero vamos a lo importante: gracias, muchas gracias. Feliz verano para ti también y un beso.
¡Me encantan los cuentos! El que nos muestras resulta tierno y divertido. Aparenta sencillez en su elaboración, pero solo es eso, «apariencia». Para narrar como lo haces tú hay que saber hacerlo… Te felicito, Margarita.
Un abrazo.
Hola, María José.
A mí también me gustan los cuentos, aunque solo en los libros, claro 😉
Es verdad que me lleva mucho tiempo escribirlos y luego, cuando los leo, me parecen tan simplones… Así que no te imaginas cuánto me alegra tu comentario.
Un montón de gracias por tus ánimos y un gran abrazo.
¡Cómo me ha encantado tu micro!, me imagino las escenas como si fuera un espectador de ellas, y como si fuera el papá imaginándoselas. Saludos, Antonio
Hola, Antonio.
Agradezco mucho tu comentario. Las sirenas te mandan recuerdos; ya han regresado al mar y dicen echar mucho de menos la ciudad.
Un saludo
Tu texto tiene esa magia antigua de las cartas, con sus postales y sus recuerdos que combina, además, con la magia de las sirenas. Me imagino a esos turistas con la boca abierta, quizás hoy, ni siquiera reaccionarían, acostumbrados como estamos a todo tipo de montajes, jaja.
Muy buen micro, que despierta nuestra fantasía y nos devuelve al mundo de las leyendas.
Un beso y muy feliz verano, Margarita.
¡Qué momento cuando abrías el buzón y tenías carta! Podría ser una definición de felicidad. Las postales tampoco estaban mal, aunque las pobres eran tan lentas que yo solía llegar antes que ellas, pero también tenían su encanto, sobre todo cuando las elegías para «según quién» y te tirabas parte de las vacaciones dando vueltas al expositor. En fin…
Pero en estos tiempos presentes leer comentarios como el tuyo también me llenan de alegría.
Muchas gracias, Manoli, y feliz verano para ti también.
Un beso.
Hola Margarita. En un principio el relato me parecía un poco monótono, pero llegó el inesperado giro final y consiguió darle sentido a todo lo demás y dejarme un buen sabor de boca. Muy ocurrente. Un cariñoso saludo.
Tomo nota de lo que me dices, Barceló, a ver si en próximas historias consigo evitar la monotonía. Y agradezco que, a pesar de ella, hayas continuado la lectura porque como el principio no enganche…; y también tu comentario.
Un saludo cariñoso
Margarita, con que habilidad nos llevas hasta el final tan bueno. Suerte y saludos
Gracias, Calamanda. Unos deseando ir al mar y otros, a pisar asfalto.
Un saludo