111 . El Viajero Inmortal
El hombre siempre estaba en movimiento bajo la luz del firmamento nocturno. Cruzaba carreteras comarcales, atravesaba campos de trigo y maíz, se deslizaba por calles vacías de pueblos donde la gente se alejaba del mundo terreno a través del confuso velo de los sueños, se perdía en bosques de árboles señoriales…. Siempre viajaba hacia septentrión, rastreando a Polaris, la orgullosa cabeza celeste que deslumbraba a los viajeros con su blancura, la guardiana que los guiaba en la noche, el fuego inagotable de una antorcha divina…. Y despuntando el alba en su verde boreal, cuando la aurora destellaba sobre los suelos nevados, el hombre cavaba un agujero en la nieve, bajo las ramas más frondosas de cualquier árbol que encontrara en su camino, y se cobijaba allí, y entonces era él el que dormía. Pero en sus sueños seguía su camino, pues era el Viajero, y no podía parar de caminar porque el Tiempo no paraba de correr, y él debía caminar detrás de él como el viejo amigo que lo persigue, aceptando el hecho de que no quiera irse a dormir, pero aceptando también que debe obligarle a hacerlo para que renazca de sus cenizas porque debe volver a correr.
Jayro, esta sucesión de deberes crea ritmo al relato y nos lleva al final con espectación. Suerte y saludos
Gracias por tu halagador comentario, Calamanda. Cuando lo escribí estaba pensando en un personaje que debe ser viajero durante toda la eternidad, y eso me llevó a reflexionar sobre la muerte, y sobre la lejana, en el tiempo, leyendo greca que hablaba sobre las barcas, esos seres sobrenaturales que debían ayudarte a cruzar al Otro Lado, en su caso exacto al Hades. A este misterioso viajero al que decido personificar como Muerte le he añadido la compañía del Tiempo, que es algo que sí, y a la vez, no se puede matar. De ahí surge uno de los principales conflictos del relato. Espero que te haya gustado.