Ronda 1 – Aquelarre 5
Los participantes con el alias : CATACUMBA– EMBALSAMADOR– ABISMO
deberán escribir un relato :
- Donde aparezca el pecado de la Lujuria.
- Plazo : hasta el domingo 17 a las 23:59 hora peninsular de España
- Extensión: 123 palabras Máximas (título NO incluido)
- Ambientado en el escenario : UN ASCENSOR
Dejad vuestro relato en este enlace
Podéis votar en este otro
ABISMO – Habitación 569
-Al quinto -respondo mientras se rozan nuestras manos al pulsar a un tiempo.
-¿Primera visita? -señala mi maleta, que reduce el espacio entre los dos.
-Sí -percibo su aroma tibio-. No esperaba este calor.
-Prueba a quitarte esto -me despojo de la chaqueta, seducida por su mirada-. No tendrás fiebre…
-¿Acaso eres médico? -le desafío a media voz.
-Pianista -su boca cierra la mía y sus dedos virtuosos me desabrochan la blusa. Cada botón, un suspiro.
En el espejo, su pelo revuelto a la altura de mi pecho. Marco el último piso y cierro los ojos.
Arranca notas de mi cuerpo mientras nos elevamos hasta el gemido final y yo acabo hecha música.
-Por cierto, soy cardióloga. Llama cuando te falle el corazón.
EMBALSAMADOR – EXCITACIÓN
Subía hacia mi apartamento cuando una mano detuvo la puerta del ascensor, a punto de cerrarse: entraron dos jóvenes que reían alborotados, con malicia. En-seguida, sin ningún miramiento y a quemarropa, comenzaron a tocarse y a besarse, exhibiéndose frente a mí. Quise recriminarles su falta de pudor pero el cosquilleo entre mis piernas hizo que me contuviera y solo atiné a pensar en la necesidad (urgente) que tenía de llegar a mi casa.
Cuando el elevador paró en mi piso me apuré hasta la habitación donde sabía encontraría a mi compañera, ¡necesitaba apagar el fuego que había encendido la lujuriosa pareja! Franqueé la entrada y allí estaba ella, en la cama, donde esperaba para complacerme, con su boca de plástico.
CATACUMBA – TRANSPARENCIAS
Coincidí con mi vecina en el Reina Sofía y, como siempre, sus tetas parecían estar en permanente inspiración. Casualidad, accidente, necesidad, ¡quién sabe! Lo cierto es que todas nuestras fantasías estaban a punto de cumplirse.
Las yemas de nuestros dedos coincidieron en la botonera del ascensor y una descarga eléctrica iluminó la cúpula de nuestra particular Capilla Sixtina. Y ahí nos sumergimos, en una cópula tan bestial y salvaje como efímera por la cortedad del trayecto. Ella, con los ojos en blanco, repetía una y otra vez el nombre del técnico que figuraba en la revisión técnica del ascensor, y yo, disimulando torpemente ante la mirada lujuriosa de los turistas que nos observaban al otro lado de aquel ascensor tan moderno y transparente.