84. Vincent y Paul
Así como los girasoles buscan el sol, mi vida fue siempre un escudriñar la luz a cualquier hora y atiborrarme de colores hasta saciar mi hambre cromático.
Por cinco francos diarios y miles de sudores para pagarlos, alquilé una modesta habitación en Arlés, ideal para mirar las estrellas y curar mis males. Los pinceles brotaban en mi cabeza y los trazos parecían tener vida propia, algo que nunca me preocupó tanto como a mis perturbados psiquiatras.
Para restar soledades y sumar matices, compartí estudio con Paul. Acababa de volver de Tahití y en un yo te retrato a ti, tu a mí, sucedieron los meses hasta que ella se nos cruzó en una casa de lenocinio. Nuestros egos se citaron en duelo. Él y su destreza con la esgrima acabaron con mi oreja. Todo se tiñó de rojo. Rojo burdel, rojo como mi pelo, como su ira.
Raquel, imaginativa version de esta conocida historia de una vida atormentada. Suerte y saludos
Vincent y Paul: agua y aceite, yin y yang que, lejos de estar en equilibrio, terminaron perdiendo: uno la oreja y el otro, la amistad. No sé si ese asunto de polleras fue cierto o ha sido aditamento creativo tuyo, RAQUEL, pero sea como fuere el efecto es vibrante, digno de dos pintores
…(completo el comentario) te decía que el vibrante efecto es digno de Vincent y Paul, dos pintores que se las traían y aún selas traen.
Cariños,
Mariángeles
A mí me parece un relato exquisito Raquel. En fondo y en forma. Genial.
Mucha suerte!! 🙂
Excelente «repaso» a estos dos artistas. Buena apuesta Raquel.
Un abrazo y suerte.
Me encanta, ese choque de trenes parecía cuestión de tiempo. La historia…que ni pintada.?
Mucha suerte.