98. En clave de sol (María Elejoste – Mel)
Nuestra partitura tiene veinticinco páginas, cada una es de un tipo de papel y melodía diferente y aún así conseguimos seguir el compás. Las primeras son adagios de baladas a dúo, después las líneas y barras se entremezclan y crean tonalidades en un allegro vibrante. Le siguen en moderato unas hojas de cuadritos escolares, con pentagramas emborronados de tanto tachar y recolocar esas dos pequeñas corcheas por las que solemos discutir. A veces nos ha pasado que un aire frío se ha colado en el salón y nos ha desparramado notas por el suelo e inflado las pausas. Y nos miramos piano a ver quién de los dos es el primero en restaurar la armonía desenredando las plicas de esas esferas blancas y negras que lo son todo. Una vez di una patada al atril. Aprendí que el silencio es el sonido más estridente, y que los intermedios sirven para respirar, para reescribir las cadencias graves en pizzicatos de violines a la luz de las velas. Hemos añadido folios vacíos con la ilusión de estrenar nuevos acordes, repetir los mejores estribillos y vibrar el tempo que nos quede. No podría vivir sin la música. Siete notas bastan.
María, cuanto sentimiento de apego por la música trasluce esta historia. Suerte y saludos
Hablas de la música, como una metáfora de la vida. Casi describes una relación de pareja.
Estupendo