Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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7. DE VUELTA (Eduardo Martín Zurita)

Lo primero que hice al salir de la cárcel fue comprarme un traje de payaso. Odiaba aquel uniforme tan gris, tan triste, que tuve que vestir años y años. La noche la pasé en un cilindro, hueco, de hormigón. Espalda contra espalda, el hombre tubular olía a sobacos, peor que mi compañero de celda. No obstante, conseguí no desvelarme. Soñé con la ciudad; con decirle a la gente: «Estoy aquí por buena conducta, amigos».

En la perfumería me maquillaron de payaso. El espejillo me chivó que mi gesto continuaba dominado por la angustia.

Entré en un bar para degustar felicidad. Tuve que conformarme con un café. La gente, como antes, no hacía más que mirar el horizonte del televisor. Al arlequín, ni puñetero caso. «Aquí me tienen», grité, «Soy una bella persona». Y nada. Bueno, mi vecino de barra, un tipo tosco con gafas oscuras y cargado de hombros, torció la cabeza hacia la izquierda. Apuré el café, haciendo mucho, muchísimo ruido. La boca me sabía asquerosa. El chepudo cayó fulminado y la popular ni se inmutó. Un camarero tecleaba apurado en el móvil mientras yo esperaba tranquilamente a la policía. El mango de la cucharilla estaba lleno de sangre.

55 Responses

    1. Martín Zurita

      Hola, Nani.
      Gracias por tu comentario. Sí, Nani, tienes razón. ¿Pero quién es culpable? Seguramente la sociedad que mira para otro lado. Al menos es culpable en un grado más alto que el propio delincuente que vuelve a delinquir.
      Besicos muchos también para ti y feliz todo para siempre.

  1. Jesús Garabato Rodríguez

    Nani se me ha adelantado con los refranes, yo iba a decir eso de que el que nace para martillo… Como ayer no se podía comentar (lo mismo me pasó a mí, al tener que corregir y editar el texto) me quedé sin incidir en lo de que las prisas suelen malas consejeras y que creo que lo demostraba el hecho de que los textos de algunos de los que estabamos ansiosos, en el buen sentido, por publicar temprano adolecen de errores varios, aunque puede que livianos. Excepto el tuyo, así me lo parece realmente: bien escrito, pero «sin remilgos» y contándonos una historia coherente y reconocible. No puedo negar que me ha gustado mucho y que, de los relatos tuyos que he leído, considero que es el más «asequible». Un abrazo, Eduardo.

    1. Martín Zurita

      Hola, mi gran Jesús.
      Yo también ejercí de prisillas. Peo es lógico. Ahora el sistema lo impone así. Ojalá no baje el número de comentarios. En fin… Las puyas del bueno de Ximens han cobrado al parecer virtualidad operativa. Tiendo a despojar de poesía los textos. Algo queda porque si no soy incapaz de escribir. Pero aspiro legítimamente a figurar en el recopilatorio y creo que este es el camino, qué le quieres. El uso de la técnica, que no desconozco. Lo que ocurre es que pensaba (y pienso) que las reglas están para conculcarlas artísticamente. Caballero Bonald, nunca me cansaré de repetirlo, dice que las tramas están escritas, todas, desde los griegos. Que lo que importan son las palabras. Añado que con Shakespeare, el desenvolvimiento de los caracteres humanos. Coherente, reconocible, asequible, la obrita: menos poética. ¿Igual de emocionante? Un abrazo al son de tu mágico laúd y de tus dedos ágiles.

  2. La sociedad es cruel, cada uno intentamos buscar nuestro sitio, pero cuando vienen mal dadas no es fácil adaptarse y de alguna manera nos deja al margen.
    Un abrazo Eduardo!!

    1. Martín Zurita

      Hola, Juancho.
      Muchas gracias por tu comentario, sagaz, como siempre, muy atinado. La sociedad margina, a los delincuentes y a los que no lo son. Es una máquina de marginar. Es una gran delincuente ella en sí misma. Todos, luego nadie. Este es un cuento de desamor, de indiferencia más bien. Y con esos ingredientes termina ocurriendo lo que acontece. Que el protagonista vuelve al principio.
      Un abrazo grande.

  3. Espléndido remate final que nos hace ver que lo de la buena conducta interesada no garantiza comportamientos futuros y que la cabra tira al monte, claro.
    Prieto apretón, Eduardo, y suerte.

    1. Martín Zurita

      Hola, Rafael.
      Grcias por tu comentario y por tu valioso tiempo empleado. Interesante sesgo interpretativo el que apuntas. Pero, perdóname, maestro, con todos los respetos, creo que los tiros van por otro lado. A este pobre hombre, que se ha portado bien en el talego, padeciéndolo, no le hacen ni puñetero caso fuera. El quiere sociabilizarse. Los otros se lo impiden con una actitud pasiva. Suele ser cierto el aforismo «El mal son los otros». El protagonista, delinque al fin para volver a la cárcel donde, con todo y con eso, le tienen presente, mucho más en cuenta. De todas formas, lo de siempre: interpretaciones varias, texto interesante, supongo.
      Prieto apretón para ti. Me encanta el aumentativo.

  4. Ángel Saiz Mora

    Dicen que todo el mundo merece una segunda oportunidad. Es de suponer que los psicólogos y profesionales del centro en el que estuvo recluido el protagonista sopesaron que ya la merecía. Al margen de ello, a menudo, todo depende o se desencadena a partir de un simple detalle. Si el individuo a su izquierda en la barra hubiese tenido una actitud más empática quizá todo habría sido diferente. Parece intuirse que todos los males de este hombre y su actitud brutal podrían venir de una necesidad de afecto no satisfecha, ello le llevó a realizar acciones no permitidas por la sociedad, a las que ha vuelto a reincidir en su intento fallido de retorno. Ponerse en la mente de un asesino implacable nunca es fácil, comprender que todos necesitamos del calor de los demás es mucho más sencillo.
    Seguro que todos los posibles temas literarios llevan inventados desde el principio de los tiempos, que en su actualización y en la manera de narrar está la diferencia. En un giro en tu estilo, con un lenguaje más directo, que no menos elaborado, has creado una trama de lo más interesante con un sorprendente final.
    Un abrazo fuerte, Eduardo, y suerte en esta nueva era enteciana

  5. Martín Zurita

    Admiradísimo Ángel, y querido.
    Es pasmosa, prodigiosa, a parte de tu facilidad para escribir, la que tienes para interpretar los textos por todos los recovecos y rincones. Lo que comentas del mío no puede estar más acertado. Hay que pedirle a Jams que instituya un premio al mejor exégeta enteciano: te lo llevarías de calle. Los detalles, sí. Lo que parecen menudencias para muchas mentes y corazones son transcendentales, y definitivas, para otras. La actitud del vecino de barra del expresidiario viene a ser la gota de agua que colma el vaso. La peor mirada es la indiferencia. Y esa indiferencia sumada a la de tantos otros precipita, sesencadena la conducta criminal del hombre que ha penado en la cárcel, hasta soportando malos olores. El traje de preso simboliza todo ese sufrimiento que engendra en el convicto odio. El final quise cuidarlo de manera especial. Y para que devolviese al título, enlazara con él. Ese esperar tranquilamente a la policía revela que este hombre, desengañado de la sociedad, de su falta de aprecio por su esfuerzo en rehabilitarse, quiere ser detenido, juzgado y DEVUELTO a presidio, donde lo van a tener más en cuenta. Se siente fuera de sitio en la ciudad. DE VUELTA a la sociedad y DE VUELTA a la cárcel. Pero no de vuelta de todo. Sigue siendo vulnerable. Lo que a la cárcel le llevara la primera vez ya es cosa del lector. Pero si estuvo encerrado años y años seria por algo grave. Y probablemente enlazado con la falta de aprecio por parte de los demás. De sus padres acaso, hermanos, familia, vecindario, profesores, qué sé yo…
    Un abrazo muy fuerte, Ángel, Ángel del alma.

  6. Esperanza Tirado Jiménez

    Tanta ansia a veces no es buena. Pero todos buscamos degustar felicidad, aunque sea en taza pequeña. Y con sacarina.
    Me ha encantado ese final.
    Suerte Eduardo

  7. Martín Zurita

    Hola, Esperanza.
    Te supongo feliz en tu reinado, por llamarlo de alguna manera. «Como si llegaran a buen puerto mis ansias», canta Joaquín Sabina. El hombre quería eso. Degustar una taza un poquito dulce. Pero no pudo ser. La vida es así, no la he inventado yo, como en la canción, ni él, el protagonista. Una lástima el final, porque el hombre estaba cargado de buenas intenciones.
    Gracias por tu comentario y un beso muy fuerte, enteciana de honor.

  8. José Ignacio Blanco

    Hola. No sé por qué me has recordado aquella pelicula en que un viejito, que se habia pasado toda su vida encerrado, cuando por fin le liberan se niega a volver al mundo. Es un mundo que no conoce, que apenas recuerda. Y eso le asusta. Costaba creer que aquella buena persona, tan apreciada incluso allí dentro, hubiera sido capaz de hacer nunca daño a nadie. Lo siento, no recuerdo cómo acaba la escena, creo que hace algo para que le vuelvan a encerrar, alguna tontería como no presentarse a su agente la condicional, probablemente. Pero está claro que su peor condena, el mayor castigo que le pudieron imponer, fue devolverle la libertad.

    Aquí lo dejo. Texto impecable donde los haya, y tema difícil donde los haya. Un abrazo por duplicado.

  9. Martín Zurita

    Hola, J.
    Disculpa que te reduzca: lo hago con cariño. Me encanta tu erudición vital-colorista. Siempre encuentras alguna relación del texto con la música o con el cine, además de con la propia literatura. Con tu amable y sagaz comentario engrandeces mis renglones. Gracias por ello, amigo. Clavas la sustancia del cuento como dardo en el círculo más pequeño de la diana. El miedo a la libertad. Esa magnífica obra de Erich Fromm. El expresidiario mío es más violento que el viejecito que rememoras. Hay personas muy sensibles a la falta de afecto por parte de los demás. A no significar nada de nada para ellos. Me viene a la cabeza la frase de Rimbaud: Le moi cést ailleurs. Lo mío está alrededor. Qué ejercicio tan hermoso de desapego. De negación del yo. También una frase de un relato de Jorge l Ferrer Vidal-Turull, algo así como que el personaje no era ya nada sino en los demás. Está claro que aquel tipo tosco estaba en el momento y lugar inadecuados y que su gesto colmó la tolerancia a la indiferencia del expresidiario, que no se conformó con un delito menor, no, se desquitó a lo grande para volver a su casa: el penal. El tema se las trae, sí. ¿Existe el delincuente nato? o dicho de otra manera ¿Todo delincuente es susceptible de rehabilitación y reinserción social? ¿Cuánta parte de culpa tiene la sociedad de la existencia de delincuentes? ¿No es muchas veces legítima defensa a comisión de un delito? No suele llegarse a fondo en el discernimiento de la intencionalidad del delincuente en la comisión de un acto antijurídico, culpable y punible. Se da de lado, mucho, a la psiquiatría. ¿No sería conveniente revisar los arcaicos y sacrosantos códigos penales: ese mínimo común ético para garantizar la convivencia? En fin…
    Un abrazo elevado a la duplicadísima potencia como poco, J. Si te desagrada lo de J. me lo dices y te trato de José Ignacio. Tú verás.

    1. José Ignacio Blanco

      Puedes llamarme como prefieras; no hay problema por eso. Además el aprecio es mutuo.

      En lo que planteas, poco te puedo aportar. Sí que tuve trato con un expresidiario hace años, y no era mal tipo ni mucho menos, pero tenía una especie de atracción por el desastre. Vaya, que no te sabría decir si él buscaba los líos o los líos le buscaban a él, pero el caso es que siempre se acababan encontrando. No es una historia larga, porque murió joven, pero tampoco es momento ni lugar.

      En fin…

      1. Martín Zurita

        Vale, J., pues no te apeo el tratamiento. Es triste eso de la atracción por el desastre. Buen título para un relato o una novela. La familia de Pascual Duarte, me viene a las mientes enseguida. «Yo, señor, no soy malo», decía Pascual al director del penal. Y es verdad pura que hay personas gafes, o que sin buscar el mal, éste les localiza y llega a ensañarse con ellas. Que no se harta, vaya. Ser bueno es complicadísimo: se roza los límites de hacer el primo. Y ya sabes aquello de que Dios dijo que fuéramos hermanos pero no primos. La palabra «primo» se usa mucho en las películas americanas. El Golpe, por ejemplo. Morir joven es otra desgracia, aunque se dejara un cadáver bellísimo, como le ocurriera a James Dean. En fin… Eso dice mi hijo, Edu, y le aseguro que es toda una conclusión, hasta filosófica. Por mi parte, abuso del En fin…
        Qué bonita (disculpa el sarcasmo) definición de delito nos dejó Carlos Binding: acción típicamente antijurídica, culpable y punible. Si no lo digo reviento.
        Espero ávido tu texto. Confío en que aparezca tu nombre tras el título. Un abrazo grande.

        1. José Ignacio Blanco

          Lo tienes ya rulando por ahí, aunque me temo que es ‘anónimo’; una manía mía, qué le vamos a hacer. No obstante te daré una pista: ¿conoces la balada de Bonnie y Clyde?

          1. Martín Zurita

            Creo que sí: Bonnie y Clyde que linda parejita, tan joven y bonita pero ya tan malvada. La película, inolvidable. Creo que la pista es de recibo.

  10. Blanca Oteiza

    Martín, a veces hay gente que reincide una y otra vez. Aunque también es cierto que en la sociedad va cada uno a lo suyo y no piensa en el prójimo. Quizás tú protagonista si hubiera sentido un poco de cariño, el desenlace hubiera sido otro, nunca se sabe.
    Buena historia.
    Un fuerte abrazo

  11. Martín Zurita

    Hola Blanca.
    Es como dices: hay personas multirreincidentes. Pero no es menos cierto que la sociedad tiene su parte (a veces mucha, muchísima) de culpa en que se den las cosas de esa manera. Estoy convencido, luego los personajes se le van de las manos al autor, de que con un poco de cariño el protagonista del relato no hubiera tenido esa conducta si no otra bien distinta: hubiera brazado al tipo tosco, a todo el mundo, hubiera hecho payasadas aprovechando su traje de arlequín, por ejemplo. Siempre nos conformamos con el tópico «Es lo que hay» Pues debería ser de otra manera. Pero que podemos hacer por la causa cada uno. Verdaderamente muy poco. Escribir, que es lo que hacemos. Es raro un texto que no contenga una queja, una propuesta de mejora de la sociedad, de la convivencia, explícita o implícitamente plasmada.
    Muchas gracias por tu comentario y un beso muy fuerte.

  12. Parecia un poco sobreactuado, tanto hablar de lo buena que era…; y ahí lo tienes, un gesto insignicante y vuelve a las andadas en unmomento. Encaja y a la vez sorprende. Esa es la verdad.
    Felicidades en cualquier caso

  13. Martín Zurita

    Hola, Luisa.
    Gracias por tu comentario. Hablaba de una realidad: consiguió rehabilitarse penando. Para eso está la pena en esencia. Se sentía orgulloso de ello, de haberlo conseguido. Quería la comprensión y el afecto de los demás. Tamaño deseo, al parecer. Imposible, pues fueron muchos los que le mostraron su indiferencia. Su desapego. La ciudad ya no era para él, la cárcel sí. Y ese gesto insignificante, ese vientecillo, sin embargo, precipitó la gran marejada.
    Feliz todo para ti siempre y un beso.

  14. Calamanda

    Martín, el no hacer aprecio dicen que es uno de los mayores desprecios; tu lo cuentas muy bien. Dificil realidad la de tu personaje y su vena sensible. La mayoría somos una panda de individualistas que vamos a lo nuestro; sálvese quien pueda¡¡¡¡
    Feliz año, salud y amor para Edu y cómo no, para ti y tu familia. Suerte.

    1. Martín Zurita

      Mi fiel y dilecta Calamanda.
      Qué magníficamente sintetizas la entraña del cuento. El refrán viene al pelo. No hay mayor desprecio que no hacer afecto. Y si a eso le añadimos esa vena sensible del protagonista. Zas, el café, se convierte en un cóctel molotov.
      Tus deseos para conmigo y los míos está a la par de tu capacidad de síntesis, la superan-
      Feliz todo para ti siempre. Y para los tuyos. Un beso muy sentido, amiga mía.

  15. Eduardo, me parece que tu protagonista ha podido comprobar que la buena conducta no le sirve de mucho fuera de la cárcel. Rechazado e ignorado prefiere volver a su celda donde se siente seguro y en familia.
    Muy buen relato. Mucha suerte.
    Besos apretados llenos de poesía, amigo.

    1. Martín Zurita

      Hola, Pilar, amiga, poeta. O poetisa.
      Te digo como a Calamanda, no se puede sintetizar con más acierto la sustancia del relato. La vuelta la ciudad del protagonista expresidiario estaba presidida por la angustia (de hecho a mí el payaso de la foto me parece que tiene gesto de angustia, de asco, de repugnancia antes quede tristeza), como si se oliera lo que iba a tener lugar: ese desprecio e ignorancia por parte de los demás. Eso le hace delinquir a lo grande para volver a presidio y, seguramente, terminar allí sus días.
      Besos como los tuyos, a los que se une mi admiración, Pilar.

  16. Barceló Martínez

    ¡¡¡Feliz año!!! mi apreciado Eduardo.

    Creo que el cambio que se ha producido en la forma de proponer los temas, a través de estas fotografías, nos va a influir mucho a todos en la forma de escribir. Pudiera parecer algo sin importancia, pero yo ya he podido apreciar ciertos matices distintos en muchos autores. Y es que inspirarse en una imagen predeterminada no es lo mismo imaginar algo por mecanismos propios. La observación de algo condiciona la forma de procesar la información.
    A mi me ha pasado algo al empezar esta nueva modalidad y es que, al escribir mi texto o al leer el de los compañeros, lo hago condicionado por la fotografía. Ello conlleva que lo que cuento o lo que me cuentan, me cuadre o no en función de si en algún momento veo esa imagen reflejada, aunque solo sea fugazmente, en la historia. Eduardo, tal vez no te has parado a pensarlo, pero igual no han sido las prisas en publicar lo que ha modificado tu forma de escribir el texto.
    De una manera o de otra, tu historia me gusta, me encaja perfectamente al mirar la fotografía y me cuenta una historia verosímil y muy interesante, además, te queda muy bien este nuevo registro, aunque, por favor no dejes nunca de deleitarnos nunca con tu poética narrativa.
    Un abrazo de mil colores.

    1. Martín Zurita

      Hola, Barceló, mi amigo.
      Como en tu texto, das en la diana valorando el mío. Qué listo eres, qué inteligente. Tienes razón, Ángel, es diferente escribir un texto sobre una fotografía. Algo (o mucho) viene ya dado. Y aciertas también en lo de las prisas condicionantes o no del modo de escribir. No ha sido la premura, es un propósito directo: he querido, como José Hierro, despojar el texto, en lo posible, de poesía, aunque alguna hay por ahí. Y sigues en la línea opuesta al yerro cuando expones que se tiene que reflejar algo en el texto (o mucho) de lo que aparece fijado en la fotografía. Abundando en esto último, te confesaré que lo que más me llamó la atención de la foto fue la expresión del payaso que, como he dicho en el comentario precedente, me parece más que triste, un gesto de angustia, asco o repugnancia el que se le dibuja en el semblante maquillado. De ahí partió la concepción del texto. Ojalá vuelva la sección de micro poesía. Siempre digo que la poesía fue lo primero, porque históricamente fue así, y es lo primero. Y, para mí, lo más bello posible en escritura. Como tiendo a la hipérbole, a ser excesivo, digo que la novela es una mala poesía, jajaja. Los textos deben tener poesía. Otra cosa es la mente del lector, capaz o no de dejarse seducir por lo que no entiende de primeras. La poesía es un ataque directo al corazón que también tiene el cerebro. Las abstracciones poéticas son mucho. Ee «luz ilesa» de Ángel (tu tocayo( González, refiriéndose a la eternidad. Ese «lo que ha ardido ya nada tiene que temer del tiempo», esa poesía aforística, del mismo. Esa «sed sin principio, de Carlos Murciano. Ese «quién hace cada vez a los seres menos creados», de Claudio Rodríguez. Ese pasarse la cacofonía por el arco del triunfo, también de A.G.: …»¿Qué ES ESo que va volando? SOlo Soledad Sonando. So, SO, SO, SO. Y cómo suena, amigo. Ahora toda mi poesía es para la gran, la inmensa NURIA RUBIO, sí, así, con mayúsculas. Qué pedazo de persona.
      Bueno, menuda chapa te he largado. Que publiques cuanto antes. Te lo estás mereciendo. Y mereces igualmente, aunque solo fuera por lo bien que escribes y lo majo que te demuestras, no figurar en ningún censo apocalíptico, antes al contrario: salvarte de todas todas, como tu Vicente y otros tant@s. Felicísimo todo para ti siempre, amigo. Y un abrazo poético.

  17. Barceló Martínez

    Se coló un «nunca» de más. Ja,ja,ja, no pretendía ser reiterativo, pero ya que está me reitero en esa idea.

  18. Salvador Esteve

    Cambiar gris por colorido, cambiar esperanza por realidad y querer vivirla con el entusiasmo del que empieza una nueva existencia, reconfortado otra vez con su espíritu. Pero la sociedad no le deja adentrarse en la felicidad y secciona con indiferencia su entusiasmo. Gran relato que nos hace reflexionar sobre la importancia de sentirnos integrados y de reconocimiento como individuos. Abrazos y suerte, Eduardo.

    1. Martín Zurita

      Hola, Salvador.
      Uno de tus comentaros enjundiosamente sucintos. Remachas con clavos de oro y martillo del mismo metal. Amén.
      Un abrazo muy muy grande, amigo. Espero tu texto con avidez y espero que no me ocurra lo mismo que con el de Juan y José Ignacio.

  19. No sé qué más decir después de tantos y tan magníficos comentarios. Sigo con el refranero: Aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Cada loco con su tema y cada lobo por su senda. Genio y figura hasta la sepultura.

  20. Martín Zurita

    Hola, Juan, queridísimo.
    Desde mi reconditorio (eres la bomba) vuelvo a implorar tu benevolencia: Veo menos que un gato de escayola. Ya tienes mi comentario loco en tu celdilla rectangular.
    Bueno, agradecerte el comentario se quedaría muy cortito. Tú haces literatura, y de la más guapa, comentando. En ENTC hay buenos escritores y mejores exégetas. ¿Concomitancias con «La vuelta» de Carlos Murciano? Qué más quisiera yo. Pero, bueno, estudié Derecho y en especial Derecho Penal y eso tenía que salir por algún lado. Y ha roto por aquí. Es verdad que el presidio está presente en el maravilloso cuento citado y que el pescador es un expresidiario también. Pero es pescador tiene amor cuando vuelve a su casa. El exconvicto al que he dado vida «literal» no necesita amor, necesita cariño, estimación. Pienso que se hubiera contentado con un amor a reducida escala. Pero la historia es terca y se repite lo que le sucediera: esa mortal indiferencia de los demás, de los otros, de sus conciudadanos. Y esa angustia -repito que el gesto del payaso a mi se me antoja de eso, de asco, de repugnancia más que de tristeza, y eso que no veo bien- es superior a él. Le puede, le hunde, como las bordadas a los navíos. Y reincide. Ni vestido de payaso llama la atención, ni gritando su verdad verdadera llama la atención. Solo la del camarero para denunciarlo. Cuando lo escribía se me instaló en la boca ese amargor. Todo el mundo tiene su punto estimable. La indiferencia es matar. Acaso actuó criminalmente pero bajo el amparo de la legítima defensa cuando menos putativa. Podí haberse conformado con romperle las gafas o la nariz al tipo tosco. Pero quería que le saliera una «ruina», y morirse presidiario. Desde luego su reacción es exagerada al mismo tiempo que yo soy excesivo. Pero yo entiendo a este hombre. No te preocupes, camino del lado de la ley, claro está, pero entiendo a ese hombre. ¿le disculpo? Pues no. Habría que preguntarle por su infancia y por su adolescencia. ¿Por qué se delinque si uno no es un delincuente nato? Esa es una de las preguntas que no tiene respuesta. Y, como he dicho, en los juicios se escucha poco a la psiquiatría. Tenemos que ir a un Derecho penal de autor y no de resultado. Le apunté a los pies y le di en el corazón: asesino. le apunté al corazón y le di en los pies: lesionador. Al cabo la ficción ahí se queda, pero tirando de nosotros con sus dedos implacables. Metiéndonos, honda, la cucharilla en la garganta.
    Felicísimo, tu amigo y admirador, Eduardo.

  21. Martín Zurita

    Hola, Edita.
    Realmente el refranero es un argumento de peso. Pero la indiferencia duele hasta la muerte. A veces, como para matar. Eso le ocurrió al hombre de mi relato. Está claro que se excedió, que se pasó un montón de pueblos. Pero… También hay delitos, se llamarían pecados claro, por omisión. Delitos morales que no te llevan a la cárcel. Como los de la sociedad con este pobre desgraciado. En caso contrario, los penales ocuparían ciudades y ciudadelas.
    Gracias por tu comentario y un beso grande.

  22. A algunos individuos les es más fácil venirse abajo que mantenerse a flote… Eduardo, no sé si te parecerá agravio o piropo, pero creo que es la primera vez que no tengo que releer un relato tuyo para entenderlo, a la primera. Esta vez, si lo he hecho dos veces, ha sido para complacerme ¡dos veces!
    Un abrazo y un deseo ¡mucha suerte!

    1. Martín Zurita

      Mi gran Rosy.
      Es un piropo, guapísima. Y venido de alguien que entiende de qué va la cosa. Pues muchas gracias, reina mía. El amigo Ximens, con sus puyas, me ha hecho reflexionar a base de bien. Y sujetar mi caos artístico.
      Tienes razón, el hombre se vino abajo. Había cambiado, o eso creía, pero la sociedad no. Y esa indiferencia, que él toma por menosprecio, esa indiferencia tan brutal, desencadena a la bestia homiciera. Sin tratar de justificar su conducta, ni mucho menos: la ficción es ficción, sí que me gustaría que los jueces, puesto que son hombres, juzgaran con humanidad, esto es, no siendo resultadistas sino buscando los intersticios más recónditos de la culpabilidad o no. Un poquitín de amor solucionaría tantas cosas… En fin…
      Feliz todo para ti siempre y un beso muy grande.

  23. María José Sánchez

    Hola, Eduardo, mi apreciado y gran amigo. Menudo arte te das a la hora de llevar los relatos por caminos llenos de curvas, para así ir sorprendiendo a tus lectores en cada giro. Confieso que pensé en la verdadera reinserción de este elemento, pero la rojez de la cucharilla me ha roto los esquemas. Hay un misterio en el aire que acaba casi masticándose.. Hitchcock te contrataría de guionista. Relato cum laude. Me ha gustado todo, todo y todo…
    Muchos besitos, campeón.

    1. Martín Zurita

      Hola, María José, dilecta amiga mía.
      Qué gentil eres conmigo, para eso eres mi amiga, qué narices. Tu comentario lo voy a enmarcar, no te imaginas el aire triple oxígeno que consigue insuflarme. Sorprender, qué verbo tan precioso, tú seguro que dirías preciso si lo afirmo yo, para aplicar a un relato, a un texto breve. Es un elemento sí, no cabe la menor duda, pero el pobre desgraciado ha hecho un esfuerzo, años y años, para cambiar, lo consigue en appariencia y hete aquí que la sociedad, los otros siguen igual, como antes, como siempre de indiferentes. Como poco es una atenuante que el expresidiario no pretende: lo que quiere es morir en prisión, su ámbito acogedor, su genuina sede. Donde va a ser tenido en cuenta, siquiera sea en los recuentos. Aunque le llamen por un número.
      Gracias de nuevo por tus palabras estimulantes y besitos miles para ti, ultra campeona.

  24. Eduardo, esta historia que versa sobre la inadaptación de los presos que cumplen largas condenas al intentar incorporarse a la sociedad, ha encontrado en el incómodo payaso una personificación muy ajustada y bien llevada por la intensidad del relato hasta el el coherente giro final. Te mando un abrazo y mi enhorabuena por esta potente historia.

  25. Martín Zurita

    Hola, Manuel, poetísimo y exégeta de los de luces más espléndidas.
    Gracias por tus palabras que me prestan alas para intentar el vuelo airoso en los escarpados territorios del microrrelato. Es una potente historia porque tú la lees y la ves así. Y si tú la ves así… El delito, la pena y el delincuente. La reinserción de los penados. El individualismo, el egoísmo exacerbado de la sociedad. Esa mortal indiferencia hacia el otro. Lo mío se encuentra alrededor, decía Rimbaud. No me cansaré de repetirlo. Otro gallo nos cantaría si mirásemos por los otros. Si nos interesaran. O dejaría el gallo de gallear. A ti te ha interesado el texto y ya me vale.
    Un abrazo bien bien grande. Y no te vas a quedar sin tu feliz para ti todo siempre.

  26. Eduardo, una gran historia, la historia de un perdedor de la vida. No encuentra fuera de la cárcel aquello que añoraba cuando estaba dentro. Prefiere retornar, a un lugar lúgubre y triste, pero donde es alguien.
    Muy bueno, Eduardo.
    Un abrazo enorme.

  27. Eduardo Martín Zurita

    Hola, Javier.
    Tu rotundidad en el calificativo me eleva, me llena de fuerza. Es la historia de un perdedor, claro que sí. Y no has podido sintetizarla mejor con esa capacidad tan tuya para escribir tan superbién lo tuyo y comprender hasta la hondura más intrínseca lo de los demás. Una auténtica paradoja lo de este pobre. Más bien una gran desgracia. Es la vida.
    Un abrazo muy grande para ti y feliz todo para ti siempre. Gracias, Javier, muchas gracias.

  28. Marta Trutxuelo

    Hola, Edu!

    Qué buen relato!!! Sabor agridulce me ha quedado a mí también al leerlo… mira que pensaba que iba a reformarse este pobre tipo… vaya!!!

    Por poner un «pero» al cuento… creo que por lo que se desprende de la imagen es una instantánea situada como muy cerca en los años 60… no hay móviles aún en esa época… es lo único que me ha chirriado un poco.
    Lo demás, como siempre, chapeau!!!
    Un fuerte abrazo y espero que hayas empezado muy bien el año.
    Marta

  29. Eduardo Martín Zurita

    Hola, Marta

    Me encanta que, en general te guste el texto. Con respecto a la pega que pones, te cuento. No he situado el texto en ninguna época especial. También hoy se pueden hacer fotos en blanco y negro. He pretendido dotar al texto de universalidad en el ámbito espacio-temporal. Esa cafetería o ese bar pasa perfectamente por uno de ahora. Y la gente. Y, sobre todo, lo sustancial que el relato plantea. Él expresidiario quiere convivir en sociedad, de hecho duerme con el hombre tubular al que le huelen que no veas tú los sobacos. Trae buena voluntad y la indiferencia de los otros desata su conducta criminal. Escribir sobre lo que una foto sugiera, no es, a mi entender circunscribirse al pie de la letra a lo que se ve en ella, eso sería describir una foto. Hay que enriquecerla y, modestamente, creo que es lo que he hecho, atenerme en algo, pero no en todo, enriquecer la foto con la historia y peripecia imaginadas. Espero te sirvan mis alegaros. Insisto, esa foto podía estar tomada hoy mismo. Es lo que hace más inmortales a los daguerrotipos, como dirían Borges y Juan Pérez. La vigencia. He intentado acercar la historia al presente para que causase mayor impacto. Ni el móvil ni el camarero están en la foto, que me los ha sugerido, que me he inventado yo, más podrían estar perfectamente. Y como no quiero que te chirríe nada. Si no te convence lo que te explico, me lo dices, haz el favor, y lo cambio. A mí no me gusta que me chirríen ni las rodillas, y lo hacen, jajaja.
    un beso muy muy fuerte.

  30. Eduardo martín Zurita

    Oye, Marta, perdona porque no te había dado las gracias, o en caso afirmativo de manera muy indirecta. Me gusta mucho que me llames Edu, ya te imaginas a quién me suena. Gracias muchas por ello también. Y me subyuga el que hayas suscitado mi reflexión. Que creo haber perfeccionado al hilo del comentario que he tenido el placer de realizar al relato de Calamanda Nevado. Las fotos tienen vocación de permanencia en el tiempo. Nunca podía ser más verdad, más cierta la sustancia, el alma de la foto que hoy día: la indiferencia manifiesta para con el otro. El individualismo a ultranza. Como le decía a Cala: ¿Por qué no puede llamarse un bar a 14 de enero de 2018 Turkey Dinner, en Madrid, Barcelona, Bilbao…? Para qué restringir a una época, a un tiempo concreto o a un lugar determinado esa sustancia. Son preguntas que ahí dejo. Hombre lo que si fue un lapsus fue aquella película de romanos en la que salía uno con un reloj en la muñeca. Pero esa, entiendo, es otra historia.
    Besos multiplicados.

  31. Marta Trutxuelo

    Buenos días, Edu!

    Perfectamente explicado y argumentado tu alegato… cómo se nota que estás versado en derecho, ja, jaaaa!

    Retiro mi «chirriamiento»… es que yo soy más literal y soy historiadora, y archivera, y escaneo y catalogo fotos antiguas, ja, jaaa… de ahí lo de mantener las referencias históricas, etc. etc. en el relato. Pero, oye… para eso tenemos licencias literarias, no? Como dice mi padre: «Cada uno baja de la bici como quiere… o como puede!».

    Que pases muy buena mañana, día y semana!!!
    Un besazo
    Marta

    1. Eduardo

      La que estás versada eres tú, princesa de los abogados, voy a entrar a ver si estás en el segundo arreón. De cualquier manera eres grande y has querido leer mi réplica, lo que a mis ojos te coloca todavía más arriba en el pedestal para ti que tengo en mi mente y en mi corazón. Eres grande y punto, princesa de los abogados, insisto, bueno y de todos. Persona que resuena en mis oídos como las barcazas por el Nervión, si quieres más armónicamente. No he encontrado casi mejor definición de la historia que la que nos legó Justiniano, el jurista, el glosador hermeneuta del Corpus Iuris Civilis: El ayer para el hoy y el hoy para el mañana. Tu padre es sabio como Justiniano, el tuyo, tu sabio padre, con su atinada tesis sobre la adecuación. Ya me has alegrado la mañana, Marta. Además eres guapísima, más completa que un abrigo largo. Pues también eres humilde. Y te agradezco de verdad que hayas reparado tanto en mi texto. Feliz todo para ti siempre. Repito mi frase y la repetiré hasta la saciedad. Y un beso muy muy muy grande y cariñosísimo.

      1. Marta Trutxuelo

        Oy-oy-oych!!! No sé qué onomatopeya escribir!!! Anonada aún soy, válgame Dioooos!!!
        ¡¡No me diga vuesa merced beldades tales, rendida soy ante vos!!!

        Y no me busques en los abogados, me han destronado, por ansiosa… mandé el primer día un relato y claro, no era digno de la selección, snif, snif… lo seguiremos intentando… tú también, eh?

        Muxu pottolo bat, Edu!!!
        Marta

        1. Eduardo Martín Zurita

          Qué curioso, a mí me ocurrió tres cuartas de lo mismo en los abogados: serví con la celeridad antes que con la perfección. Claro que lo seguiré intentando, abandona cuidados. Soy como los leones, necesito muchos intentos para cazar, un pésimo depredador, vaya.
          En lo de las beldades no exagero, acaso me quedo corto. Soy un cariñosón empedernido, qué le vamos a hacer, y más cuando hay realmente fundamento: razón de la justificada presencia de algo: unas letras, unos besos…
          Muchos muxu pottolo bat, Marta.

  32. ¡Anda! Pues parece que estar fuera no le gustaba mucho a tu protagonista, se ha dado prisa en volver a la cárcel, y eso que el traje que vestía era de lo más triste y gris, claro que más triste debió parecerle estar entre tanta gente, solo e ignorado, mira que de alguna manera lo entiendo. Pero hombre, no es necesario llegar a tanto ¿no? Habría bastado con apagar la tele para que le hubieran prestado atención, ja ja, aunque solo fuera para increparle.
    Muy bien tratado este tema en tu relato, queda claro y mucho, que a veces el ser más vulnerable puede llegar a ser el más peligroso, no vemos esa parte, es más fácil ver los hechos que lo que le ha llevado a ello, tú lo reflejas muy bien dando pequeñas pinceladas.

    Me encantó. Mucha suerte con él Eduardo, la merece. Un abrazo.

    1. Eduardo Martín Zurita

      Hola, Maribel, querida.
      Muchas gracias, amiga mía. También tú quieres alegrarme la mañana. Qué pedazo de mujeres hay en ENTC. Y qué análisis tan reguapo (las guapas soléis contagiar en todo vuestra hermosura)el que haces de mi texto. Qué ecuánime eres. Y qué sentido del humor y perspicacia. Hubiera bastado, al payaso, con saltar al otro lado de la barra y apagar el televisor para concitar la atención de los otros. Mira que rehago el texto. Y tienes razón: sin dejar de reconocer que su acto, el de matar o lesionar es muy deplorable, no lo es menos la actitud, tan común en nuestra hora, de pasar olímpicamente de los demás. Ese individualismo exagerado que tanto daño hace y mueve a algunos hipersensibles a pasarse de la raya. A mí me encanta que te encante el relato y me encantas tú, como persona, escritora y exégeta. Feliz todo para ti siempre y un beso muy cariñoso y admirado.

  33. María José Viz Blanco

    Mi buen amigo Eduardo, ante todo, te pido mil disculpas por no haberte comentado hasta ahora. Bien sabes tú la razón de mi tardanza… Tu relato me ha gustado mucho. Ese final me ha parecido genial. Es una triste realidad que la cárcel no hace mejores personas a quienes han vivido «fuera de la ley». Puede que haya algún caso, pero me temo que será una excepción a la regla.
    Me ha encantado volver a verte en Madrid y recibir tu generoso cariño. Espero que tú hayas percibido el que siento por ti.
    Un abrazo.

  34. Eduardo Martín Zurita

    Estás más que perdonada, María José. Claro que sí, que percibí ese cariño. No te quepa la menor duda. Sois boa xente. La mejor. Segurísimo.
    Gracias por tu comentario, muchas gracias. Puede que tengas razón con los fuera de la ley. Hay casos en que la pena reeduca: El Lute… Ponte a pensar que en la cárcel, dentro, también se puede delinquir. El hombre del relato no ha delinquido dentro y sí fuera. ¿Por qué? El hombre estaba ansioso, como temiendo la reacción negativa que se produjo por parte de sus conciudadanos. O neutra. Indiferente, en definitiva. Me viene a la memoria «La familia de Pascual Duarte, de vuestro paisano Cela. «Yo, señor, no soy malo», decía Pascual. Y el director del penal: «Bueno, Pascual, ahora a rozarte con todos». El protagonista de mi texto no supo digerir la postura de la sociedad. Ese pasotismo. Si el hombre del cuento os hubiera conocido, hubiera podido disfrutar con vuestro cariño, te garantizo que no habría delinquido nunca. Ni se le hubiera pasado por la cabeza. El corazón de los hombres: ese desconocido. Este es un hombre bueno, temperamental, te lo digo yo que lo he parido. La gente que tiene condenas largas no quiere salir del la cárcel, no quiere que le planten fuera. Por algo será. La sociedad, muchas veces, por desgracia demasiadas, da asco y genera angustia. «La ciudad parece un mundo cuando se ama a un habitante, canta Ismael Serrano». Pues fíjate si se ama a dos. En fin…
    Un beso muy muy muy grande, tanto como lo eres tú.

  35. Towanda

    Hola, Eduardo.

    Has creado un personaje con el que empatiza el lector, a pesar de ser «carne de talego». Creo que el ritmo de la sociedad nos lleva a no mirar a nadie de frente (y todo lo que eso trae consigo). Las ciudades están pobladas de millones de personas solas y es triste.
    Volviendo a tu personaje: le entiendo a la perfección.
    Un abrazo y muchísima suerte con este gran micro.

  36. Eduardo Martín Zurita

    Hola, Towanda.

    Me hace una ilusión grande el que aparezcas por mi reconditorio, como dice Juan Pérez. Me hubiera encantado que lo hubieras podido hacer con mi anterior relato, que titulé «Mágico» con el subtítulo o dedicatoria o como quieras denominarlo «A su diosa Towanda… El protagonista es mi hijo Edu. Pero bueno, la vida nos trae y nos lleva y hace con nosotros su voluntad como en la marejada del tango. Te lo perdono, imponderables aparte, porque te aprecio mucho, porque te quiero mucho, así de claro: soy un cariñoso empedernido, qué le vamos a hacer, pero sin intenciones morbosas, en plan puro, sano.

    Has hecho un comentario al que solo tengo que decir amén. Estaba deseando hacer las paces contigo. Y hacer las paces contigo, haberlo conseguido, genera en mi cabeza un alivio enorme: no soy rencoroso. De modo que un beso muy muy fuerte y feliz todo para ti siempre. Comentaré tu relato aquí y te comentaré y votaré en abogados, más que campeona.

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