9. Turkey Dinner
Es un buen precio. Me parece bien que hagan ofertas de este tipo, sobre todo sabiendo que no todo el mundo puede permitirse una cena de «Acción de gracias» como Dios manda. La señora mayor que hay a mi derecha, por ejemplo. Está contando las monedas para pagar el café. Lo llevará justo. ¿La esperará alguien en casa? Lo dudo.
Me gusta observar a la gente que viene a esta cafetería. La mayoría tiene prisa, no sabe disfrutar de su tiempo. Llevan una vida gris, deambulando de aquí para allá, poniendo mala cara sin un motivo aparente. Qué pena. Deberían saborear cada instante de placer que emana de esa taza que sujetan entre las manos. Y sonreír. No cuesta tanto.
Yo gano si tú sonríes. Yo sonrío aunque tú no lo hagas. Regalo sonrisas y acepto monedas. ¿No me das? No pasa nada. Sonreiré igual.
La soledad me devora las entrañas como una alimaña insaciable, a la que solo puedo frenar con la esperanza de que esto cambie. Siempre hay alguien que está peor, ¿no? Esta noche tampoco me espera nadie. Pero, al menos, sí llevo sesenta y nueve centavos.
La soledad de las grandes ciudades, un mal que es como una peste moderna. Al menos, tu protagonista tiene la virtud de saber ver las cosas con cierta perspectiva, se toma la vida con filosofía y una sonrisa, aunque tenga los mismos o mayores problemas que el resto. La barra de una cafetería es un lugar donde las historias y las actitudes conforman un microcosmos apasionante, del que, a veces, ni siquiera nos percatamos.
Tu relato me ha recordado un poco, no sé por qué, aquel café-tertulia de La Colmena.
Un abrazo grande y suerte, Fernando
Esa soledad, Ángel, que todos hemos sentido en alguna ocasión, se acrecienta en ciertos ambientes y lugares. Me agrada mucho que nombres a «La Colmena», una de mis novelas favoritas, en donde también se refleja esa soledad interior que se siente entre multitudes, como también ocurre en «Manhattan Transfer», de John Dos Passos.
Un abrazo muy fuerte, maestro.
Fantástico, sencillamente fantástico. Bravo!!!
¡Guauu! Muchas gracias, José Ignacio. Un abrazo.
Fernando, esa mezcolanza de tipos es muy real y a la vez atractiva por lo que encierra, bien contado. Suerte y feliz año
Muchas gracias, Calamanda. La soledad es un tema que me atrae mucho.
Abrazos y besos.
Vivir al día es una opción, sin responsabilidades, sin ataduras, con lo justo para sobrevivir, bastante atractiva,aunque tiene también su precio. A veces muy alto. Suerte Fernando!! Abrzsss!!!
Muchas gracias, Juancho. El problema surge cuando vivir al día deja de ser una opción para convertirse en una obligación, como le ha pasado a muchísima gente en este país (y en otros, que la crisis no es de exclusividad española). El precio, en ese caso, es mucho más alto aún.
Abrazos de lagarto.
Soledad en compañía: la peor.
Acertada reflexión, Edita. Estoy de acuerdo contigo.
Un beso.
Hola Fernando,
Qué razón tiene tu protagonista, qué poco cuesta sonreír y cuánto cambia eso la vida de quienes te rodean. Él lo tiene muy bien asumido y predica con el ejemplo, me gusta ese aire que transmite, tiene poco, pero entrega, es generoso hasta con quienes no lo son con él.
Me ha encantado tu relato, mucha suerte con él. Abrazos.
Muchas gracias por tus apreciaciones, Maribel. A veces la felicidad se encuentra en lo que das, no en lo que recibes.
Un beso.
La soledad custodiada por la sonrisa, que regala para sobrevivir en un mundo hostil. La esperanza, aunque mermada, aún sobrevive. Me ha gustado mucho, Fernando. Abrazos y suerte.
Me alegra que te guste, Salvador. En este mundo tan globalizado y tecnológico estamos cada día más solos, aunque nos acompañe mucha gente alrededor.
Un abrazo muy fuerte.