65. Condiciones intrínsecas (Salvador Terceño)
Mi abuelo murió diciendo que ningún payaso reía de verdad.
–Son intrínsecamente tristes –dijo. Y expiró.
Él siempre los había considerado grandes profesionales. Era su tema recurrente. Incluso así, nos costaba creerle, pero lo encajaba bien.
–Seguid a uno tras una función y observad su comportamiento –decía.
Pero era solo una niña y ningún circo frecuentaba nuestro pueblo.
Luego el tiempo lo devoró todo.
Cuando crecí, emigramos a una ciudad sucia, bastante miserable. Papá apenas trabajaba. Bebía demasiado y mamá y yo acabamos buscándonos la vida. Mamá conseguía dinero fácil pero cada día envejecía un mes. Yo robaba lo que podía.
Mamá murió de repente de una meningitis y me quedé sola. No pensaba meterme ninguna polla en la boca, así que compré un abrigo y una pistola. Me sentaban de fábula. Habitualmente, subsistía a base de monederos y carteras. Cuando debía meses de alquiler, me acercaba a alguna barra, asomaba el revólver y pedía con educación el dinero de la caja.
El día de acción de gracias me acerqué a la barra del Harry’s de Lincoln Avenue y, cuando iba a sacar mi pistola, tropecé con aquel payaso. Tenía la cara más triste que había visto en mi vida.
Qué triste y duro tu relato, Salvador!! ¿Porqué todos vemos la tristeza en el payaso?
Buen relato. Suerte.
Besicos muchos.
Nani, lo primero que me planteo como escritor es intentar ver las cosas de otra forma e intentar contarlas a mi manera. Eso incluye ver o buscar más allá de donde alumbra el foco.
La trusteza, por desgracia, está por todas partes.
Muchísimas gracias! Un beso
Igual que un frigorífico está frío y hasta congelado por dentro, pero caliente en el motor de la parte trasera, algo parecido le debe de suceder a los que hacen reír de cara a la galería y luego tienen escapes de fría congoja. No creo que sea un tópico. Valga esta reflexión barata como idea general asociada a tu relato. En lo que se refiere a la trama, la guinda es que el payaso del final es el padre de la delincuente sobrevenida, quizá alcohólico, pero también heredero de un oficio, de ahí ese rostro más triste que nunca al reconocerla. En la vida se producen esos juegos circulares, todos tenemos unas condiciones que, queramos o no, nos empujan a según qué cosas. La existencia, también, a menudo, no da para muchas risas.
Un relato intenso y muy bien llevado, Salvador.
Un abrazo y suerte
Ángel, tus comentarios son siempre un bendito complemento para mis relatos, un apoyo logístico impagable, pues los enriquecen y los hecen crecer, aportando todo eso que el límite de palabras y el oficio literario nos aconsejan recortar.
Gracias mil y un fuerte abrazo
Un relato circular, por redondo y porque principio y fin se dan la mano.
Muchas gracias, Edita. Es como uno de esos pendientes, un arete… circular, pero abierto…
Gracias!!
Salvador, bien llevada esta historia con final muy abierto. Suerte y saludos
Muchísimas gracias, Calamanda. El cuerpo me pedía no mirar solo al payaso… El final abierto creo que puede ayudar a escapar de tanta claustrofobia…
He visto q has punlicado. Te leo.
Besos y gracias