77. 10,00% (Carles Quílez)
Apenas quedaba ya una exigua décima parte del antiguo Juan. Sesión a sesión, complemento a complemento, la innovadora disfrazoterapia a la que se estaba sometiendo iba eliminando su depresión. La angustia que le impedía levantarse por las mañanas había desaparecido por completo, oculta tras el maquillaje blanco con el que el psicólogo había pintado su cara; de igual modo, las ganas de llorar que solían asaltarle de repente yacían ahora, amortiguadas, bajo los rombos estampados de su holgado traje de payaso, convertidas en unos minúsculos e inofensivos arrebatos de tristeza; y, gracias a sus nuevos zapatones, podía volver a caminar de nuevo con paso firme por la calle.
Muy pronto -no cesaba de repetirle el terapeuta-, el proceso habría finalizado por completo y podría darle el alta definitiva. Juan asentía, y aunque sabía que debería estar contento por sus avances, aquel diez por ciento de su antiguo yo que todavía permanecía dentro de él, le impedía volver a sonreír.
Nadie cambia, y menos totalmente.
El refranero, que suele ser muy sabio, tiene aquello de «el que tuvo, retuvo».
Saludos, Edita.
¡Qué bueno, Carles! Me gusta mucho esa disección que haces del personaje. Suerte, compañero.
Gracias, Esperanza. Aquí estoy, con el bisturí en la mano.
Saludos cordiales.
Me encanta tu estilo, el tema de tus historias y la sencillez con que las abordas. Un 10% de tristeza, me atrevería a decir que un 1%, es mucho. Si la tristeza es intensa y se agarra, aunque la cantidad solo sea una minúscula parte de nuestro interior, es la que manda y gana. Me parece tan original tu relato, tan redondo, que hoy, que estoy especialmente triste, me ha puesto un par de tiritas en el alma; porque qué buena terapia es leer algo que te llena, y escribir como tú lo haces. Soltar lastre de dentro en forma de palabras y dejarlas en esta mesita de noche en la que nos reunimos para disfrutar; para curarnos de las inclemencias de días grises..
¡Bravo, Carles!
Vaya, lo primero,lamento que etuvieras triste. Confío que fuera una tristeza pasajera y si es debida a causa de cierta resaca que yo me sé, alabada sea esa tristeza.
Lo segundo, agradecerte tus palabras de elogio hacia mis relatos. Abrazo grande, amigo Pablo.
Cúanta realidad rezuma tu historia. Lamentablemente, eso que puede que, para muchos, sea tan nimio, para otros, agazapado en su interior, es la piedra pesada y negra que le impide alcanzar la feliciad o, al menos, la tranquilidad. Me ha gustado, Carles. Suerte y saludos.
Vaya, lo primero,lamento que etuvieras triste. Confío que fuera una tristeza pasajera y si es debida a causa de cierta resaca que yo me sé, alabada sea esa tristeza.
Lo segundo, agradecerte tus palabras de elogio hacia mis relatos. Abrazo grande, amigo Pablo.
Seguro que nos costaría encontrar algo más relativo que el peso de la tristeza, pues algo ocurrido en una fracción de segundo, puede provocar una vida entera de sufrimiento.
Abrazo, Jesús.
Por seguir con los refranes, podemos decir, en alusión a este buen relato, que «el hábito no hace al monje» y «la mona, aunque se vista de seda, mona se queda». Solo por cambiar de atuendo y con la máscara de un maquillaje no desaparece por completo la esencia interior. Nunca estamos al 100% dichosos, o lo contrario, deberíamos aprender a convivir con ello, pero igual que esa circunstancia no tiene remedio, nosotros tampoco y siempre buscamos la quimera de la felicidad completa.
Una visión muy original, en un relato de evidente tono melancólico, del que también se puede extraer que conocer las limitaciones y asumir el realismo puede ser el principio de la sabiduría y hasta de alcanzar una cierta paz, nunca completa ni duradera, pero razonable.
Un abrazo fuerte, Carles. Suerte