25. Las ovejas negras
Se perfilaron contra la pared los miembros desordenados sobre sus siluetas enlutadas, anticipándose a las gestiones de última hora de la tarde, paseos sin rumbo fijo o carreras de vuelta de extraescolares del día siguiente. Lo hicieron por decenas, en cuanto el lobo solitario dobló la esquina, después de que hubiese comprobado que no había pivotes en esa calle peatonal.
Los lobos solitarios pueden sembrar el terror en cualquier momento. Para ello las personas son solo ganado marcado con las que hacer puntos para una causa.
Corto, intenso, actual e inquietante de verdad, por ser una ficción posible y temida.
Un abrazo, Asier. Suerte
Así es, Ángel, y cuando pasan un tiempo sin atacar se nos olvida que siguen ahí. Muchas gracias por pasarte, un abrazo.
Inquietante, directo y sugerente. Suerte, Asier.
Gracias, Antonio, como la vida misma que pasa del blanco al negro en segundos. Un abrazo
Y, esa tarde, decenas de niños vieron al diablo sobre ruedas.
8’75.
Vaya notaza viniendo además del máster de lo hiperbreve. Abrazo, Modes.
¡Qué inquietante Asier! Olvidamos que el lobo siempre está acechando. Ojalá no haya más esquinas ni calles sin pivotes.
Corto y preciso. Mucha suerte.
Pues sí, y ojalá no hiciesen falta esos pivotes que no dejan de ser meros parches. Muchas gracias por pasarte y por el comentario, Maribel.
Y el miedo se quedó flotando sobre los charcos! Me gusta, cómo no.
Felicidades.
Un abrazo.
Muchas gracias, Paloma, me gusta la idea de los charcos de miedo, te la robo 🙂 Un abrazo
Me ha encantado, Asier! Un tema necesario, muy bien trabajado, breve pero precisamente por eso posee una carga de intensidad enorme. Enhorabuena!!
Vaya, pues muchas gracias, Alberto! Encantado de que te guste, es un tema muy complicado de tratar… Un abrazo.
Esas sombras enlutadas merodean aún por algunas calles. Tremenda historia, Asier. Un hiperbreve que pone los vellos de punta.
Suerte y abrazos,
Muchas gracias, Anna, cuando caminamos por la calle ya ni distinguimos esos objetos que son pequeños bocados a nuestra libertad. Y ese, además, es el menor de lo males. Un beso!