28. La sombra de Clara (Juana Mª Igarreta)
Elijo muy bien las calles por las que me muevo. Procuro que estén poco transitadas, aunque ello me suponga hacer largos recorridos para llegar a los sitios. Pero ella siempre se las apaña para sorprenderme en cualquier esquina.
Aquella tarde, mientras los demás esperaban fuera, yo me colé en el internado. La mayoría de las alumnas estaban pasando el puente con sus familias. A Clara nadie había ido a recogerla. No era la primera vez que nos veíamos y me costó muy poco convencerla. De hecho, cuando la llevábamos en la furgoneta camino de la bajera, no me soltó la mano ni un momento. Pero yo era de los más jóvenes y no tenía poder de decisión.
No conservo aquellas amistades. Sin embargo, la imagen de esa chica de cuerpo menudo vestida de colegiala, que vive en esa misteriosa sombra de cuello volteado, me persigue.
Tengo que acostumbrarme a pasar de largo, sin volverme. Igual que aquel día cuando, esquivando la mirada de sus ojos suplicantes y obedeciendo órdenes, me fui a casa, consciente de que los gritos ahogados en una boca sellada no traspasan las paredes, y para el mundo exterior no existen.
Tremendo relato en todos los sentidos.
Muchas gracias, Toribios, por leer y comentar. Un abrazo
calmosamente , nos vas introduciendo en una historia terrible, en la que, primero, la acción y,luego, la inacción del protagonista gregario (seguramente debido a sus juventud), ante la brutalidad de sus compañeros, no permiten que pueda desenvolverse con tranquilidad en su vida de adulto. A causa de esa sombra siempre presente y dispuesta a recordarle su acción equivocada. ¿Se merece ese castigo? ¿un error de juventud debe marcar nuestras vidas? Unos opinarán una cosa y, otras, otra. Parece lógico. Pero lo que parece no tener vuelta atrás es el sufrimiento de la niña. Consigues hacernos reflexionar con tu relato, Juana. Muy buena cosa, por cierto. Suerte y un abrazo.
Celebro haberte hecho reflexionar, Jesús. Supongo que un error de este calibre sí debe de marcar de por vida. Gracias por tu interesante comentario. Un abrazo.
Historia escalofriante que me lleva a algunos casos realesa por esclarecer, algunos por desgracia ya muy antiguos pero aún presentes en las noticias. Besos y suerte, Juana
Sí, desgraciadamente, la realidad nos trae demasiados casos similares. Y como bien dices, algunas familias afectadas ni siquiera tienen el consuelo de ver a los autores entre rejas. Mil gracias por comentar, Ana. Besos y suerte también para ti.
Si hay algo que nos acompaña siempre es nuestra sombra. Parece que la dejamos atrás, pero es persistente y a veces nada inocua, de un gris o negro que atormenta. La mala conciencia no se borra fácilmente. La acción directa o la omisión consciente son igual de graves. El nombre del personaje femenino está bien elegido, pues contrasta con la oscuridad de lo que le sucede y la que siente uno de los culpables.
Un abrazo, Juana. Suerte
Ojalá todos los culpables de hechos similares sintieran el peso de la conciencia, un remordimiento que no les dejara ni un momento de sosiego. Pero me temo que a muchos de estos malvados el corazón se les ha petrificado y ya ni siente ni padece. Sí, elegí el nombre con la intención de que la inocencia de la niña contrastara con la sombra de ella pidiendo justicia. Muchas gracias, Ángel, por tus palabras, y otro abrazo para ti. Supongo que a la suerte ya estás acostumbrado, pero es muy merecida.
¡Qué duro Juana! El relato que nos traes pesa en la conciencia.
Mucha suerte con esta dura y real historia, algunas me vienen a la mente.
Sí, por desgracia ocurren cosas así de terribles. No hace falta imaginar demasiado. Agradezco mucho tu lectura y comentario. Un abrazo, Maribel.
jope, qué duro y cómo duelo. Suerte para tí, para la niña llega tarde.
Gracias por tus palabras, Luisa. Suerte también para ti. Un abrazo.
Juana Mª, la situacion es dificil y la cuentas con sencillez y un ritmo calmado. Suerte y saludos
Gracias por tu valoración, Calamanda. Suerte también para ti. Saludos.
Juana, un relato estremecedor. Enhorabuena y mucha suerte.
Besos apretados.
Sí, no estoy acostumbrada a escribir cosas tan duras, pero es lo que me inspiró esta enigmática sombra. Mil gracias por comentar, Pilar. Besos apretados y mucha suerte también para ti.
Hola, JUANA. Muy bien plasmado este secuestro contado desde el punto de vista de uno de los perpetradores, que hasta el día de hoy vive acosado por «la sombra de Clara».
Un texto tremendo que, pese a ello, se deja leer.
Cariños,
Mariángeles
Sí, sé que es un relato duro y que, por desgracia, hay demasiados casos parecidos en la realidad.
Agradezco mucho tus palabras, Mariángeles. Cariños también para ti.
Un relato duro, Juana, y muy bien hilvanado. Una historia que se alarga en el tiempo y que no tendrá final. Estremece pensar en la tortura de la culpa.
Suerte y abrazos
Sí, la verdad es que se tiene que vivir muy desasosegado con esa sombra y ese cargo de conciencia siempre detrás. Pero nuestros actos, o la falta de ellos, deben tener consecuencias. Muchísimas gracias por tus palabras, Anna. Suerte para ti y abrazos de vuelta.
A la conciencia no se le puede cerrar las puertas. Su sombra es persistente en el tiempo y lacerante en el ánimo. Muy buen relato, Juana, que nos hace reflexionar sobre la importancia de nuestros actos. Abrazos y suerte.
La pena es que a algunos depravados ni siquiera la conciencia parece pesarles. Aunque pensándolo bien, si han llegado a tal grado de insensibilidad, supongo que también será un impedimento para ser mínimamente felices. En el fondo dan pena. Prefiero creer que son los menos, y que la mayoría serán capaces de llegar al arrepentimiento. Mil gracias, Salvador, por tus palabras. Suerte y abrazos también para ti.