SEP126. MADUREZ, de Sara Lew
“Ya no es momento de perderse” piensa Carla mientras tantea en la espesura el rumbo a seguir, pero el ocaso —que no espera— la encuentra en plena incertidumbre. El monstruo que la acompaña aspira gravemente ese aire cargado de aprensión y se ensancha.
Unos frutos rojos que relucen en el suelo la devuelven al camino, y ella avanza saboreando la estela rica y jugosa que dejan. El monstruo, contagiado de esa atmósfera apacible, suspira y se desinfla. Carla continúa así —como extasiada— hasta que la brisa nocturna se convierte en un viento fuerte y bochornoso, de esos que presagian tormenta. Entra en pánico al pensar que no hallará cobijo en medio del bosque, y el monstruo que va a su lado se expande. Truena y comienza a llover. El monstruo crece aún más, empapado de terror. Carla camina a trompicones, apartando la maleza mojada y las ramas zamarreadas por el viento, hasta que se topa con un barranco. Desesperada, no ve ninguna salida. Entonces el monstruo se hincha tanto que asciende convertido en un inmenso globo a punto de estallar, y ella se lanza al vacío, justo a tiempo de asirse de su cola. El monstruo, aliviado, suspira.
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Nos llevas de nuevo allí, «donde viven los monstruos».
Felicidades
La morada de los monstruos está más cerca de lo que imaginamos…
Gracias, Miguel Ángel. Un abrazo.
Un monstruo bueno ¡qué alivio!, y un camino de frutos, y miedo y magia y…, tanto en tan pocas líneas.
Genial.
Un abrazo.
Tanto que casi no me cabe en las doscientas palabras 🙂
Un beso, Yolanda.
Hermoso relato lleno de magia, donde el miedo se va convirtiendo en protagonista a cada paso y engordando a la vez que ese mostruo que no llegamos a saber qué es. Pero al final respiras aliviado porque el propio monstruo está ahí para salvarla.
Me ha gustado mucho Sara, espero que tengas mucha suerte. Besos.
Has dado en el clavo. El monstruo creado por nuestros propios miedos puede llegar a salvarnos. Así como en momentos difíciles creamos por los miedos e inseguridades esa energía tan densa a nuestro alrededor, también podemos crear, con buenos pensamientos, una atmósfera apacible que nos salve.
Gracias, Yashira. Y suerte también con ese texto tan bello y sensual con el que participas.
Un abrazo.
Muy bueno Sarita!!! Felicidades!!!! Un abrazo
Gracias, Lyn. Es una gran alegría para mí verte por aquí.
Un abrazo.
Un relato con aires de cuento tradicional, como ha dicho Ana. Mágico, poético, inquietante también…
Me ha gustado mucho, nos tienes acostumbrados a dar un giro inesperado siempre, nada es lo que parece…
Enhorabuena, Sara!!!
Un abrazo
Marta
Siempre me han gustado los cuentos tradicionales por todas las historias que esconden dentro de la historia que cuentan.
Gracias, Marta, por tu comentario. Un abrazo.
Karla queda incluso más bonito 🙂
Cuento para mayores. A mi la clave la da el título. Muy bien narrado ese transitar por la incertidumbre. El monstruo que parecía acompañar a la senderista para mi representa una idea, una concepción, una renuncia a una creencia. Al final, resulta que agarrándose a ese monstruo se salva. Puede representar el sentir de un creyente ante el monstruo del ateismo o a la inversa, o cualquier otra cosa. Fruta madura en la madurez. Buen trabajo. Sara.
Interesante lectura, Ximens. Es, efectivamente, un cuento para mayores. Para mí la madurez no significa no tener ya dudas ni incertidumbres, sino saber aceptarlas, aprender de ellas, trascenderlas…
Un abrazo.
De un relato mágico e imprevisible Sara, llega Ximens, que está arriba mirándome y me lo ha complicado todo.
Interesante y me ha gustado.
Un beso
Gracias, Epífisis. Carla podría ser cualquiera de nosotros transitando el camino de la madurez. Por eso el relato está abierto a tantas interpretaciones.
Un beso.
Le he dado una lectura adulta, tal y como nos sugiere el título, y he masticado la desazón de tantos monstruos que nos acompañan cotidianamente. Lo bueno es que alguno que creemos tal es el que, condenándonos s los ojos del mundo, nos salva a los propios.
Profundo, psicoanalítico y reflexivo.
Un abrazo, Sara.
Es una pequeña alegoría de la madurez. Gracias Isabel por tu comentario.
Un abrazo.
Hay que convivir con los miedos y lo mejor es dejar de sobrevalorarlos. Un relato espectacular por lo bien que resumes la idea que me ha llegado.
Un abrazo.
Se hicieron pocas las doscientas palabras para intentar plasmar esa idea.
Un abrazo.
Me ha resultado muy curioso que la figura del «miedo» que creas acompañando a Carla se convierta en un estrategia de supervivencia en el final del relato. El monstruo del terror del pánico o del miedo sale o se crea dentro de cada individuo y reconducir esa sensación de irracionalidad que nos produce (en el relato la protagonista intenta suicidarse)requiere sin duda alguna : de una buena dosis de madurez, e incluso en ocasiones, ayuda externa.
Me ha impresionado por lo profundo de la idea que has narrado y por cómo la has plasmado envuelta en una estructura de cuento clásico, que la hace muy «apeticible».
Un aplauso Sara,
y ¡suerte! en el concurso. Besos.
A veces es cuando estamos a punto de claudicar cuando aflora nuestra valentía. Y sí, otras tantas se necesita de ayuda externa para encontrar esa fortaleza que está en nuestro interior.
Gracias por ese profundo análisis del texto.
Besos, Laura.
¡Cuánta magia y sabiduría en tu relato, Sara!
Me encantó esta reflexión acerca de los miedos y de cómo los vivenciamos.
Un beso enorme.
HD
Gracias, Humberto. A veces con la fantasía es como mejor se expresa la realidad.
Un abrazo.
Madre mía, parece que no he entendido nada. Yo había interpretado que era la historia de un suicidio, que el monstruo son los miedos de Carla y que cuando llegan al barranco (un problema aparentemente insalvable) logra que se lance en pos de él y por eso suspira aliviado.
Hola, Ana. El texto, una vez publicado, ya es vuestro y podéis darle la interpretación que queráis.
Un abrazo.
Tu micro, Sara, es como una trenza de dos cabos. Es una maravilla cómo haces que el miedo persiga y consiga su objetivo. Lástima de Carla.
Abrazos
Carla sabrá salir adelante. Es luchadora.
Un abrazo.
Siempre espero con ganas tus relatos, Sara, y siempre nos sorprendes con una nueva idea tan hermosa, o mas, que la anterior 🙂
Me gusta mucho el juego que se establece entre Carla y el monstruo, creo que se puede leer de diferentes maneras, es un relato abierto a muchas interpretaciones, todo ello teñido de esa magica atmosfera de bosque oscuro…
Un abrazo y suerte
NACHO RUBIO
¿Por qué será que nos atraen (y aterran a la vez) los relatos ambientados en un bosque oscuro? A decir verdad, creo que las ciudades de noche son bastante más peligrosas 🙂
Gracias, Ignacio. Un abrazo.
Sara, sugerente historia, para todas las edades. Suerte.
Es verdad, Calamanda. Para todas las edades.
Un saludo.
Que majo el monstruo. Me ha gustado mucho la atmósfera que envuelve todo el texto, mezcla entre fantasía e intriga.
Un saludo.
Gracias Jon por tu comentario.
Un saludo.
Bella historia que a mi me trae a la cabeza algunas alegorías de transformaciones estilo El viaje de Chihiro u otras maravillas de la factoría Ghibli.
Felicidades, Sara, y un beso
Me ha gustado mucho, es un relato con mucho fondo más allá de las apariencias de cuento de misterio con reminiscencias de Caperucita (acechada por el monstro), Hasnsel y Gretel o Pulgarcito (por eso del rastro de frutos relucientes), de El Mago de Oz por salirse o no del camino .. sigo?? Los ambientes oscuros y tenebrosos ewnganchan al lector. El miedo como mosntruo, así es, cada vez el miedo se hace más y más grande y atenaza más a su presa. Y cuando no hay salida y todo está perdido el salto al vacío y es precisamente el coger(enfrentarse al miedo lo que hace que se pueda vencer. Todo un camino a la madurez. “Ya no es momento de perderse”.
Gracias por esta joyita que efectivamente daría para una mayor extensión.
La llegada a la madurez. Me ha gustado mucho ese juego con el monstruo.
Mucha suerte.
Besos
Es un título muy adecuado, el que da pistas sobre tu micro, Sara. Esos miedos que muchas veces nos paralizan y otras no ayudan o nos empujan a seguir adelante. Muy bello y con mucha «sustancia».
Suerte
Besitos
El temor de la niña, como un balón que la sigue por doquiera, inflándose o desinflándose sucesivamente. Muy original, Sara.
Un abrazo.