68. Hogar
A aquel lugar lo llamaban el hogar de los Invisibles. Aquellos que ya no están. Se decía que era un edificio oscuro, con poca luz y dónde la vida deseaba escaparse por las diferentes grietas de las paredes que lo envolvían.
Los invisibles entraban en aquel lugar, siendo arrancados de sus familias o de otros hogares. Estaban un tiempo y, si tenían suerte, regresaban a la vida. Unos acababan engullidos por el mundo de pesadillas, odios y falta de sueños por alcanzar que los envolvían en aquel cobijo. Otros preferían escapar de allí y perderse, definitivamente, en la lluvia y la tristeza que envuelve a la cara oculta de la vida.
Él reconoce la marca. La señal que indica el hogar de los Invisibles. Él durmió allí hace tiempo. Ahora pasea, casi huyendo de nuevo, de aquel lugar. De la sombra en la pared, cerca de la puerta rasgada en la piedra. El paraguas no impide que los recuerdos le empapen al estar ahí. Y, como cuando llegó siendo niño, mira atrás, esperando que nadie le insulte, ni lo descubra. Esperando no recibir ningún golpe más y soñando con escapar de allí como habían hecho, anteriormente, sus antecesores.
Marcel, es penoso pero seguro existen esos lugares fuera del tuyo, que te vuelven -invisibles- para los demás, y se desean abandonar rápidamente. Imagenes potentes en tu cuento. Suerte y saludos
Hola, Calamanda!!!
Gracias por tus palabras y por detenerte a leer. Lo malo del cuento es que esos lugares existen y, aunque no sean tal cual lo describo en el micro, ellos lo sienten así.
Gracias por los deseos y tus palabras.
Un abrazo,
Marcel Gris
¡Qué triste es ser invisible entre un montón de gente!. Suerte con tu cuento, ¡al menos ya hemos conseguido ser un poco menos invisibles!
Hola, Mónica!!!
Gracias por detenerte a leer y opinar. Si, en ciertas ocasiones, creo que se debe intentar hacer más visibles a los invisibles y aquellos que los acompañan.
Gracias. Un abrazo.
Marcel Gris