Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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74. LOS ÚLTIMOS

Desde que los niños desaparecieron, la ciudad se ha llenado de un silencio denso y casi masticable. Todos hacemos como que es normal. Pero no lo es. Como tampoco es normal ese olor a adulto que lo impregna todo. Ya no huele a caramelos de cereza ni a goma de borrar de nata. Huele a desinfectante y a coche nuevo. A laca de uñas y a consulta de dentista. Aun así, a veces, puede sentirse su presencia. A mí me ha pasado. Cuando eso sucede, me giro, incrédulo, para tropezar con su sombra tatuada en una pared. No son más que eso. Sombras. Nos esforzamos por seguir con nuestras vidas, aparentando normalidad. Por eso del qué dirán. Y nos levantamos, nos vestimos, salimos a las calles, ignoramos su ausencia, comemos, bebemos, bailamos, reímos e incluso hacemos el amor. Eso sí, a desgana, porque sabemos que nuestro semen se derrama ahora sobre vientres estériles. En unos años, los habremos olvidado. Nos habremos acostumbrado a esas sombras, a esos olores y a ese silencio que sustituyó a sus gritos de socorro, y que ignoramos con cobardía. Ese silencio que se desparramará sobre nuestras tumbas. Esas sobre las que nadie llorará.

 

 

28 Responses

  1. Yolanda Nava

    Ayyy el olor a goma de borrar de nata… Se puede decir mucho de este relato, pero queda descrito en el primer comentario.
    Gracias por compartirlo.
    😉

  2. Alicia Isabel León Lobera

    Arantza, tu relato me ha parecido espectacular. Gracias por regalarnos esta maravilla.
    Sólo una pequeña sugerencia (¡nacida de mi opinión personal y totalmente subjetiva, claro!): creo que mejoraría (aún más) si se eliminasen las primeras palabras «Desde que los niños desaparecieron». Considero que el horror de la historia se desarrollaría poco a poco, para golpearnos en el clímax del relato, y no se revelaría tan claramente desde la primera frase.
    Pero lo dicho, un gozada de historia. Mucha suerte.

    1. Arantza Portabales

      Gracias por la lectura y por el apunte Alicia. Me temo que no sabría trabajar la elipsis de manera que quedase comprensible. Para otra vez lo intento ?

  3. calamanda

    Arantza, lo dejas todo a nuestra interpretación y caben tantas versiones dentro de la tuya. Muy bien contado. Suerte y saludos

  4. Arantza, qué inquietante relato, aunque a mí hay algo que me recuerda a la realidad, de algún modo, si no fuera por ese dejar claro que ya nunca más habrá niños, que nadie nos llorará, hubiera jurado que ese mundo de adultos era el nuestro, con nuestras almas de niño encerradas en cuerpos grandes, pero siempre deseosas de ser liberadas.

    Me ha gustado mucho y, sobre todo, me ha hecho reflexionar. Genial.

  5. Arantza Portabales

    Me encanta que cada uno haga su propia versión del relato. A mí tu comentario me ha recordado a ese libro genial que es Momo. Y a esos adultos que se olvidan de sus niños. Un abrazo.

  6. Fantástico, Arantza. Es un relato de corte apocalíptico, que me hace pensar en «El cuento de la criada» y también en una película de Ibáñez Serrador (¿Quién puede matar a un niño?) aunque allí eran los adultos los que habían desaparecido. Me quedan varios porqués por resolver pero supongo que esa es la parte de la historia que te guardas para cuando escribas la versión larga del cuento (idea que me permito sugerirte, aunque igual ya lo has pensado). Ah, y me encanta como nos muestras la ausencia de los niños a través de los olores.
    Muy bueno.
    Suerte y abrazoooos,

  7. Asun

    Siempre encuentro en tus relatos un mundo misterios narrador con la brillantez de lo sencillo. Este por lo que leo tiene tantas interpretaciones como lectores. Yo veo un mundo donde los niños desaparecen de nuestras actividades diarias, dejan de ser visibles, devorados por el monstruo de la tecnología y las redes al que los mismos adultos los hemos entregado.
    Un beso y mucha suerte.

  8. Ángel Saiz Mora

    Qué puede haber más inquietante que un mundo sin futuro, lleno de adultos que se transformarán en ancianos y luego en polvo, nada que no sea algo natural y lo de siempre, la diferencia estriba en la falta de esperanza, en una existencia estéril donde nadie recogerá ningún testigo. A ello se añade la mala conciencia de que los pequeños desaparecieron por culpa de la inacción y la cobardía de sus mayores, lo de menos es el motivo.
    No quiero poner muchos adjetivos, me limitaré a decir que estamos ante otro de tus relatos geniales.
    Un abrazo y suerte, Arantza

  9. Arantza tu relato pone la piel de gallina porque mientras se lee, se intuye algo trágico y mudo para todo el mundo. Me quedo preguntando, ¿dónde y que ha sido de los niños? MUcha suerte porque has creado desasosiego y eso ya es bastante. Suerte.
    besicos muchos.

  10. Ana Fúster

    Un relato que deja muchas preguntas en el aire. Pero creo que no son necesarias las respuestas, lo importante es sentir la angustia y la desolación, tan características de los mundos distópicos y que tú consigues transmitir perfectamente. Me gusta mucho el recurso a los olores y ese listado de las actividades adultas tan «Amor 77». Suerte y un besazo.

  11. Un mundo sin niños… y quién nos va a pagar las pensiones??
    Bromas aparte, tu relato me ha fascinado. Se palpa el remordimiento en esos adultos a los que le han quitado el placer de rememorar la infancia propia, por dejarla sin referentes, sin recuerdos avivados por los propios hijos. Esos vientres estériles me han recordado a » Un mundo feliz». Muy distopico y fantástico. Un aplauso y un saludo!

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